Parte de mi enseñanza media la hice en Berlin, en la ex República Democrática Alemana, la RDA. En 1987 egresábamos del décimo año de colegio (lo que en Chile equivaldría al segundo medio), que es cuando los jóvenes deciden si continuarán preparándose para la Universidad, en cuyo caso cursan el "once" y el "doce", dos años más de secundaria, o salen a trabajar. Se trata del momemento de finalización de los estudios, por lo que se realizaban viajes de estudio, como última ocasión para compartir.
En el caso de mi curso decidimos juntar dinero para viajar a Leningrado a la Unión Soviética, ex Petrogrado. Era pleno invierno, el río estaba congelado, las calles nevadas. El viaje tenía un propósito claro de "ir a pasarlo bien", pero para mí era mucho más simbólico que eso. Luego de compartir unos días con mis compañeros, me separé del grupo y me dediqué a caminar por la avenida principal, la Nevsky Prospect, que es la misma que describe Dostoievski a través de Raskolnikov, el personaje principal de Crimen y Castigo. Caminaba y sentía que iba al interior de la novela: las descripciones eran exactas, prácticamente todo se mantenía igual. Por la nieve y el cielo nublado Leningrado tenía un aspecto lúgrube, con una profunda melancolía que se podía percibir en los rostros de las personas, en general todas muy amables, sencillas.
De pronto, en punto de mi caminata, se me ocurrió cruzar por una especie de gran pórtico que conducía a una plaza. Lo que se me apareció ante los ojos fue una imagen casi irreal: en ese momento me dí cuenta que había dado con la vía que conduce al Palacio de Invierno, el antiguo edificio de poder zarista y del gobierno provisional de Kerensky que los bolcheviques se tomaron el 7 de noviembre de 1917, de acuerdo al calendario gregoriano, que correspondía al 25 de octubre en el calendario juliano vigente en Rusia en esos años. Mientras avanzaba emocionado imaginé a los soldados de la Guardia Roja corriendo luego de la salva que diera en señal el crucero Aurora que navegaba en el Neva. Los ví subiéndose a las rejas, traspasándolas, subir las escaleras, ocupar cada sala sin encontrar prácticamente resistencia. Tal insurrección, por el efecto sorpresa, ocurrió prácticamente sin derramamiento de sangre, más allá de lo que exhiban las películas que magnifican el suceso en forma épica.
Pensé en la actividad frenética que debía tener Lenin esos días, y de la alegría que sintieron los Soviets de Representantes de Trabajadores y Soldados de todas las Rusias, que desde ese día ejercerían el poder.
Hice consultas y averigüé como llegar a la Aurora. Y ahí estaba. Grande, un crucero antiguo, imponente. Me detuve un buen rato ante ella -es la Aurora, para mí es mujer, como Mariana de la Revolución Francesa-, y eché una lagrimita por los sueños y convicciones de mi padre. Mucho ocurrió en todos los años posteriores a la Revolución. Pero el cañonazo de la Aurora era limpio, lo más puro tal vez del siglo XX.
2 comentarios:
"Mucho ocurrió en todos los años posteriores a la Revolución"
Una frase aparentemente inofensiva y sin mayor trascendencia y sin embargo, qué de cosas negativas sugiere.
Muchos la expresan, con una que otra variante, para evitarse manifestar algún tipo de reconocimiento a la más grande gesta producida por la clase obrera en toda su historia, otros lo hacen porque sinceramente piensan que "mucho (malo) ocurrió..." No soy de los que creen que "nada (malo) ocurrió", pero sí de los que piensan que, como en toda obra humana, hubo malos elementos y malos momentos, pero la gran obra de la Revolución de Octubre es algo que sólo a sus enemigos, obnubilados por el temor de que la clase obrera se tome el poder nuevamente, se les oculta.
Saben que podrán luego enfocar todos sus esfuerzos en derrotar la naciente revolución, pero les aterra pensar que se acerca su hora.
No digo que una persona de izquierda, como parece ser el autor de esa frase, deba pensar, o deba creer, o, peor aun, deba tratar de hacer creer que "nada (malo) ocurrió". Lo que digo es que lo sustantivo es la gran obra emancipadora de la Revolución de Octubre, el resto es algo de lo que debemos sacar lecciones, utilizar esas lecciones, para no repetir esos errores y, al menos, transmitirlas a nuestros hijos para que ellos no los cometan.
Guauuu , qué tremenda historia..tiene sabor a Cortázar...
no sé...por algo...
Me gusta tanto, Manuel cuando escribes acerca de ti...
Que Dios me perdone, pero tanto más que tus maravillosos y sesudos análisis de la realidad...
Un beso
Marce
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