27 enero 2007

Canción de Adán


Con la suavidad húmeda del agua
surgió el hombre de mar.
Asomó su cara, su cabeza de alga,
y vió la luz solar.

Su cuerpo de sal, su mirada vaga
el nacimiento de Adán.
Vino a recorrer, esta tierra santa,
desnudo, curioso, de amor...

Sin darme cuenta, ya estoy en tierra
siento tus pechos salados,
desnudos vamos
hacia la vida que gime
llora en silencio,
maldice el presente muerto,
presente muerto.

Tómame entero, siente mi cuerpo
mi temblor es vida,
es lucha con sombras
que no quiero que te envuelvan,
abre la puerta,
hay muchos afuera,
hay muchos afuera gritando Adán.

(MGA, canción escrita en Berlín, RDA, noviembre de 1989).

23 enero 2007

Un héroe de verdad

Humanismo, pasión y ternura.
Firmeza de las convicciones y forma de expresión precisa.
Chaplin, junto a Lennon, Dylan, Victor, Zitarrosa, héroes, críticos sociales de verdad.
Seguimos dándole contigo Carlitos! Optamos por el amor, aunque sea imposible.

22 enero 2007

Ética para un verano recalentado


Hace unas tres décadas atrás, acceder desde la capital a la costa para ir a la playa era un privilegio que sólo podía disfrutar un grupo reducido de personas. Y esto no sólo porque los pasajes en microbús fuesen onerosos para las mayorías, sino porque la propia capacidad técnica de transporte de pasajeros que existía era bastante rudimentaria. Hoy en cambio, cuando grandes grupos llegan en poco tiempo al litoral, sólo podemos permanecer un par de horas disfrutando del sol, pues gracias a la propia técnica moderna que nos transporta, y al uso irreflexivo de muchos artefactos contaminantes, se ha debilitado la capa de ozono, lo que permite que recibamos mayor cantidad de radiación solar nociva para nuestra especie y la diversidad biológica. Esta situación presenta un desafío para el desarrollo sustentable y para la ciencia, pero poca atención se le ha dado a una dimensión que quizá está a la base del problema: la ética con que regulamos nuestros actos.

En efecto, en el mundo premoderno la naturaleza era concebida como algo permanente y estable, respecto de la cual el hombre no tenía responsabilidad. Por ello, la ética tradicional se encarga de regular preferentemente las relaciones con los hombres y no con la naturaleza, lo que resulta lógico para una técnica como el arado, cuyo alcance en el tiempo y en el espacio es muy limitado. Sin embargo, la técnica moderna dista mucho de la tradicional, pues con su impulso dinámico, sus efectos se extienden en el tiempo y el espacio de modo antes in imaginado. Se puede incluso decir que actualmente existe un verdadero imperativo técnico, que está arrastrando al mundo a un progreso permanente aún en contra de la voluntad humana.

En este nuevo mundo, cualquier fin que el hombre se proponga, se intenta satisfacer de modo inmediato a través de nuevos medios que crea la técnica. Pero una vez que se encuentran satisfechas dichas necesidades, nos encontramos con que la nueva técnica ha generado otras que antes no existían, que requieren, por tanto, de nuevos medios técnicos para ser satisfechas. Se trata del círculo técnico actual que demanda innovación permanente y expansión por el mundo. Lo habrá vivido sin duda usted cuando siente que el computador o televisor nuevo que tenía, a pesar que sigue funcionando, ya no lo satisface, pues hay otros superiores en capacidad.

En nuestro mundo actual, la humanidad ha convertido al desarrollo técnico científico en prácticamente el único fin válido. Velozmente pasamos de la técnica mecánica a la química, la física, la termodinámica, la nuclear, hasta llegar hoy a la biotecnología. Si en las formas técnicas pasadas el hombre buscaba ejercer, aunque no lo consiguiera, un poder o dominio preferente sobre la naturaleza, con la biotecnología el hombre ha dirigido la técnica sobre sí mismo, volviéndose objeto de la técnica. Con ello, a diferencia de la época de la técnica tradicional, hoy la naturaleza sí se ha vuelto definitivamente vulnerable ante la acción del hombre.

A pesar de lo anterior, existe un total desfase entre los actuales alcances de la acción humana y los humanismos y éticas tradicionales. Por ello, se hace urgente y necesario plantear nuevos modos de regulación de las relaciones entre los hombres y la naturaleza, lo que pasa por (re)definir al hombre en forma integrada con ella. En realidad, se trata de disolver la dicotomía hombre-naturaleza.

Lo anterior implica que un humanismo que quiera estar a la altura de la época técnica en que vivimos necesita extender el imperativo de actuar responsablemente no sólo respecto de los demás seres humanos que conviven actualmente con él, sino también respecto de los que aún no han nacido y, por tanto, respecto de la naturaleza y la biodiversidad.

Hoy ya no basta obrar respetando al hombre para ser considerado bueno. Hoy se requiere que obremos de tal modo, como lo señala el filósofo Hans Jonas, que los efectos de nuestra acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica sobre la tierra. Debemos obrar de tal suerte, que lo que hagamos no sea destructivo para la futura posibilidad de esa vida que llamamos ser humano. Incluso cuando entusiasmados vayamos a descansar a las playas del litoral central o a disfrutar del verde de los bosques del sur.