31 mayo 2007

Marxismo analítico y cómics


Por estos días se encuentra en Santiago el sociólogo norteamericano Erik Olin Wright. Uno de los representantes más importantes del marxismo analítico o "Grupo de Septiembre", está a punto de publicar un libro Envisioning Real Utopias, que es un intento de reconstruccion y actualizacion de la teoría y la práctica de la teoría crítica y las instituciones igualitarias de cara al contexto contemporáneo. El libro va a ser publicado por Verso, pero antes de producir el manuscrito final Erik Olin Wright está discutiendo el borrador con varios grupos en EU, Europa y África.

En ese contexto celebró ayer una conferencia en la Universidad Diego Portales, titulada "Las posibilidades del marxismo hoy". La sala estaba repleta de estudiantes y algunas personas mayores, entre quienes distinguí al economista Orlando Caputto, al abogado de DDHH Hugo Gutiérrez, y al sociólogo Manuel Antonio Garretón. Luego de exponer sus tesis principales, en inglés con traducción simultánea al castellano y láminas ppt en castellano también, interrumpió su exposición para hablar de los Shmoo. ¿Qué son los Shmoo?

El profesor Olin Wright abrió su camisa negra que tenía debajo de su vestón, la desabotonó ante la sorpresa y comienzo de risa del público y mostró una polera que llevaba en la que se amontonaban alegres unos diez Shmoos. Pequeños seres parecidos a los Barbapapa, como gotas o peras blancas con cara y bigotes, cuya ser consiste en hacer felices a los demás. Tienen mente telepática, por lo que son capaces de anticiparse al deseo de uno y lo resuelven apenas uno lo ha pensado. Así, producen leche, galletas, lo que sea. En definitiva, los pequeños Schmoo hacen innecesario el trabajo, por lo que las personas a quienes se les aparecen tienen mucho tiempo para "tomarse el tiempo", y leer, jugar, divertirse, etc. ¡Una pesadilla para el capitalista!

Una vez hecha esta introducción, Wrigth puso una lámina en el ppt de una tira cómica, del dibujante Al Capp, de fines de los años cuarente en Estados Unidos, quien inventó los Schmoo. Estos aparecieron en las historietas de fines de semana en los diarios al interior del espacio imaginario de Dogpatch, una aldea pobrísima, donde todo el mundo es ignorante, por lo que suelen ser permanentemente abusados y engañados por la gente de la ciudad, negociantes y empresarios chupasangres. El personaje principal de tal aldea es un joven rudo y bruto Li'l Abner, que vive enamarado de la bella pero un tanto tontilla Daisy Mae. Hasta que llegan los Shmoo... y la gente empieza a mandar al diablo a sus "empleadores" -apropiedores del trabajo ajeno a cambio de un salario-, pues los Shmoo resuelven las necesidades básicas (solo necesidades básicas), incluso son exquisitos y se pueden comer. Es tanta la felicididad que logran en los habitantes que el gobierno de Estados Unidos interviene la aldea para tratar de exterminar a los Shmoo, porque son un peligro para la civilización.

Fue muy interesante y divertida la forma de finalizar su conferencia por parte de este destacado académico. Con humor incluso actuó a varias voces los distintos personajes de la tira cómica, y logró anotarse un punto con un público en su mayoría joven: la posibilidad de una sociedad distinta pasa por establecer, desde ya, relaciones sociales donde la voluntariedad y cooperación sea lo que prime, asegurando condiciones básicas para todos, para desde ahí, desde un piso equitativo, desarrollarse cada uno según sus intereses. Como lo que permiten los Shmoo...
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28 mayo 2007

The Beatles y la dominación blanda


En estos días se cumple el cuarenta aniversario de una las obras cumbres y más hermosas de la música popular occidental, dentro del estilo afroamericano, el "Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band", de los Beatles. Tal obra constituye el esfuerzo de romper desde dentro de las reglas de juego de la música comercial -con sus estructuras tonales y rítmicas "oreja" y de duración corta para que sean de fácil consumo- con aquellas mismas reglas. Luego de haber guardado silencio por más de un año, y no presentándose a conciertos por la saturación de repetir siempre lo mismo, The Beatles compusieron este pieza clásica donde cada tema forma parte de un todo, donde el vinilo de 33 pulgadas fue tomado como soporte de trabajo en su totalidad. Es lo que luego se llamó "disco conceptual", siendo una de las piezas más conocidas y tocadas en este estilo "The Dark Side of The Moon", de Roger Waters con los Pink Floyd, pero también "Thick as a Brick", de Jethro Tull, y el emotivo "Tales from Topographic Oceans" del grupo Yes.

¿Cuánto espacio tiene para la creatividad un grupo o un artista que se mueve al interior de la gran maquinaria de la industria cultural? La verdad es que poca, casi nula. La presión del mercado de la industria discográfica por generar éxitos rápidos es enorme. El requisito puesto es que los temas operen como "jingles", es decir, que concentren mucha información en un espacio auditivo muy corto, de manera que sean recordables pero desechables al mismo tiempo, de modo de satisfacer al auditor su deseo de libertad y felicidad, pero al mismo tiempo dejarlo insatisfecho para abalanzarse a comprar un nuevo tema musical. Una especie de medio simbólico generalizado de intercambio, como el dinero. Por ello la mayoría de los temas pop no pasan de los 3 minutos, lo que implica "poner toda la carne a la parrilla" desde el inicio, y no como sucede, por ejemplo, en el jazz o la música llamada "docta", en la que se cuenta con largos espacios introductorios para preparar al auditor -y al músico que interpreta- para luego avanzar hacia un desarrollo más complejo de la obra, con variaciones sobre un tema principal.

El Sgt. Peppers es el intento de quebrar con aquel esquematismo del tema pop que se compone y llega al auditor en forma discreta, descontextualizado de su lugar de emergencia, para luego, por saturación en las radioemisoras, morir en la soledad. El éxito pop corto y solitario nace y perece, podríamos hacer la analogía, tal como el individuo aislado de la sociedad capitalista contemporánea. Lennon, McCartney, Harrison y Star, en cambio, de la mano de su productor musical George Martin, e inspirados por el disco "Pet Sounds" de Brian Wilson de los Beach Boys, lograron crear con el Sargento Pepper un todo que, como diría hace mucho tiempo atrás Aristóteles, es más que la suma de sus partes, donde cada tema remite, se debe y diferencia del otro, tal como desearíamos que fuera una sociedad emancipada: social.

Pero con su hazaña creativa ¿pudieron los Beatles, desde dentro de la industria, romper con el esquematismo comercial del pop de las grandes cadenas discográficas? Todo indica que no. Luego de un tiempo en que el rock hizo suyo el formato de larga duración fundamentalmente con el llamado rock progresivo, con el giro neoliberal del capitalismo globalizado la megaindustria discográfica -que es uno de los negocios más expansivos junto con el de las armas y la droga- se ha puesto al servicio como nunca antes de lo rápidamente reproducible y desechable. Compre su tema, bájelo por un dólar de Internet, cargue su I-pod, entre otros, muestran la cara técnica de la hipervelocidad del modo de producción actual, para el que cualquier detención y serenidad que haga espacio a la reflexividad pausada es una amenaza en tanto pérdida de tiempo productivo. Tiempo libre puede haber, pero siempre que sea útil como compensación psíquica para la intensividad de una explotación hipertecnificada.

Es lo que Herbert Marcuse llamó acertadamente como las "técnicas blandas de dominación", las que buscas disciplinar ya no solo el cuerpo -como en la antigüedad- pues éste ya está domesticado para la producción, sino la subjetividad. La intensificación del trabajo que es cada vez más intelectual que corporal -véase el crecimiento explosivo del sector servicios, de los manipuladores de símbolos y la comunicación social- tiene su correlato, sin embargo, en las altas tasas de stress, depresión, consumo de fármacos y agresividad contenida de la población. Tales efectos del actual modo de producción generan descontento y frustración cotidiana, pues se trata de una máquina insaciable, efectos que, no obstante, no son reprimidos desde la violencia ciega, sino a través del consumo que exige integración incondicional y no antagonismo, implicación y no crítica, donde el (auto)control de lo afectivo es de primera importancia. Tolerancia represiva, autoritarismo amable como signo de los tiempos.

La música pop que buscan producir y reproducir las grandes discográficas está al servicio de tal dominación. Sin embargo, en todos los estilos de la música comercial no paran de surgir los nuevos Sargentos Pimienta que se rebelan, desde su instinto creador y la capacidad que genera el contacto con el otro y la búsqueda de la alteridad, contra el horizonte estrecho al cual la industria cultural los intenta encajar. Muchos artistas, incluso considerados estrellas en la esfera comercial, como Prince o George Michael, han emprendido acciones legales y organizado a sus seguidores para contrarrestar el poder de las empresas que los tratan como esclavos ilustrados coartando su libertad artística.

Pero el arte, incluso el masivo, cuando va de la mano de la ética y honestidad de la creación se vuelve político, y horada lo que aparece como un mundo naturalizado, cada vez más diet y adulcorado, aparentemente sin alternativa posible. La imaginación vuelta fuerza material siempre seguirá echando pimienta a este estado de cosas eficientemente administrado que no es más que una construcción humana que, para posar de permanente, pretende en cada gesto borrar con la mano lo que escribe con el codo, como diría un Andrés Calamaro.

Publicado en La Nación