08 mayo 2008

(Ensayo) El conjuro de los movimientos sociales en el Chile neoliberal

Aunque un poquitiño tarde, pero no es nada grave, acabo de descubrir que finalmente fue publicado un ensayo que escribí acerca de los movimientos sociales durante la postdictadura chilena, cuyas ideas centrales expuse durante el Foro Social Mundial del año 2006, en Caracas, Venezuela.

El ensayo salió publicado como
Manuel Guerrero Antequera (2006) EL CONJURO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL CHILE NEOLIBERAL, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, mayo-agosto, año/vol. 12, número 002. Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela pp. 147-156
ISSN 1315-6411

El texto comienza de la siguiente forma:
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EL CONJURO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL CHILE NEOLIBERAL

Si debiéramos elegir dos imágenes para dar cuenta del modo en que con mayor recurrencia la sociedad chilena se ha descrito a sí misma respecto de sus últimos terinta años de historia, no sería difícil escoger el retrato de La Moneda bombardeada y en llamas como el descriptor privilegiado de la dictadura y, por contraste, indicar la reapertura del palacio presidencial renovado en los años 90 como el símbolo de la vuelta a la democracia. Siguiendo esta tendencia, en el ámbito de las ciencias sociales la dictadura chilena ha sido frecuentemente descrita como el período de instauración del llamado 'dispositivo del terror', mientras que la postdictadura ha sido señalada como el momento en que nuestra sociedad ha sido capaz de dejar atrás el control social represivo del Estado, incentivando, en su lugar, la participación democrática.

Estando en parte de acuerdo con estas descripciones, creo que para establecer una observación adecuada del período de la dictadura, es importante destacar el carácter de clase que tuvieron las sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Chile, aspeto que, por regla general, no es considerado de modo suficiente. Por ello, junto con indicar los efectos sociales indiscutibles que perseguía el 'dispositivo del terror' para el conjunto de la sociedad chilena, resulta pertinente acotar la descripción del período de la dictadura como un momento de la sociedad chilena en el que el capitalismo se valió del ánimo fascista con el objeto de allanar el camino para la instauración de una nueva forma de acumulación y un nuevo modo de ser de la sociedad chilena, a partir del disciplinamiento de la fuerza de trabajo y la destrucción del tejido social popular.

Sin embargo, incluso esta delimitación del 'dispositivo del terror' no resulta en sí misma suficiente para dimensionar el verdadero alcance del disciplinamiento social desplegado durante el período dictatorial. Esto, en la medida en que el mencionado dispositivo de exterminio siempre estuvo acompañado de la fundación de un nuevo espacio social en el que fuera posible cristalizar institucionalmente las relaciones de poder del nuevo proyecto ordenador, para conformar un dominio codificado y gobernable, muy distinto al 'orden social' que la dictadura recibió. Si se toma este rasgo 'positivo' de la dictadura en consideración, ya no parece suficiente remitir la descripción del período al solo dispositivo 'negativo' y represor.

Por otra parte, considerar a la postdictadura como el momento de alzamiento del control social represivo por parte del Estado respecto de la sociedad civil tampoco resulta una descripción del todo adecuada. Esto, por cuanto dicha imagen no da cuenta por sí misma de la complejidad del fenómeno de transición de las formas de disciplinamiento que nuestra sociedad ha experimentado en el último decenio. A mayor abundancia, creo que durante la postdictadura es posible observar un segundo disciplinamiento social de la sociedad civil, respecto del cual resulta crucial establecer sus modalidades, alcances y consecuencias.

En las líneas que siguen intentará aportar, en forma sumaria, algunos elementos que nos permitan adentrarnos al estudio de algunas formas históricas concretas que ha asumido el disciplinamiento social en Chile, ejercicio que busca ser una contribución a la revisión que a nuestra sociedad le compete realizar sobre sí misma, luego de más de treinta años de ocurrido el golpe militar y la intalación del modelo neoliberal.

- El texto completo (11 páginas), en formato pdf, se puede leer y bajar del sitio de la Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/177/17712209.pdf

slds,
Manuel.

06 mayo 2008

La tortura y el Presidente Bush

En una lúcida columna de opinión, el padre jesuita, y teólogo moral, José Aldunate, fundador del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, deshace con convicción los argumentos que ha esgrimido recientemente George W. Bush para vetar el proyecto de ley del Congreso de EE.UU, que pretendía terminar con la práctica institucionalizada de la tortura.

Es bastante increíble, para los ingenuos románticos ilustrados entre los que, involuntariamente, me encuentro, constatar que en pleno siglo XXI tengamos que seguir argumentando en contra de algo tan evidentemente bestial, pero que no hemos sido capaces como humanidad de erradicar como la tortura.

Bien por el ya nonagenario Pepe Aldunate, que no se cansa de sacar la voz, con inteligencia, sensibilidad y dignidad, frente a este tema que nuevamente se está naturalizando como práctica habitual en occidente.

Saludos!
Manuel.

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LA TORTURA Y EL PRESIDENTE BUSH
Por José Aldunate, SJ

Me dicen que el Congreso Norteamericano aprobó una ley contra la tortura y que el Presidente Bush la vetó. Este veto no me extraña.

Con él simplemente se explicita la aprobación de una práctica que el Gobierno y las Fuerzas Armadas de los EE.UU han adoptado contra sus prisioneros. Pienso que este abuso criminal no está ausente en la práctica de muchas policías latinoamericanas. Solamente que no nos atrevemos a confesarlo. Por esto creo que será bien que aclaremos con verdad y sinceridad este tema.

Comenzaré por hacer de Abogado del Diablo para el Presidente Bush. Defenderé sus justificaciones de la tortura.

- Es necesaria en la lucha contra el terrorismo.

- Se practica universalmente, aunque en secreto.

- Es una pena menor que la pena de muerte, que ha sido practicada y aprobada en todo tiempo.

Respondamos ahora a estos argumentos.

Es cierto que la tortura puede ser un medio eficaz para obligar a un delincuente a hablar y así desbaratar una red de complicidad. "Si no los apretamos no cantarán" dijo Augusto Pinochet en una ocasión. Pero no es el único medio ni el mejor. A la larga, será contraproducente. Me explico:

Es un medio simple y brutal para obtener las denuncias requeridas. Pero hay métodos más científicos que ponen en juego la experiencia y la psicología para lograr el mismo objetivo. Y logran mucho más. Se conquistan la cooperación voluntaria del sujeto. Donde la tortura deja humillación, rabia y hasta deseo de vengarse contra la sociedad, estos métodos llevan a la conversión y cooperación del delincuente, a su real rehabilitación.

En otras palabras, si tratamos brutalmente a un ser humano, lo haremos más bruto; si lo tratamos más humanamente, se volverá más humano.. Sólo por este camino de más humanización venceremos más definitivamente la delincuencia y el terrorismo.

Un caso excepcional, que a veces se elucubra, es que aplicando la tortura se podrá evitar una catástrofe, no invalida la regla general: la tortura es absolutamente condenable.

Respondamos ahora a los demás argumentos. No es cierto que la tortura se practica corrientemente en todas partes. El humanismo de la civilización occidental la excluyó en el siglo XIX. Reapareció en el siglo XX con los nazis y en diversos países, sobre todo latinoamericanos bajo regímenes militares. Pero actualmente está oficialmente desterrada del mundo occidental cristiano. Bajo la acogida casi universal de la doctrina de los Derechos Humanos, esta abolición tiende a extenderse a todo el Oriente, con excepciones de algunos países musulmanes.

Podemos decir que en Chile, desde la democracia, no se practica la tortura. Hay abusos policiales, hay violencia entre particulares, pero todo eso no es propiamente tortura. Tampoco lo son los interrogatorios prolongados y otras prácticas legítimas, corrientes en los interrogatorios.

En cuanto al argumento que compara la tortura con la pena de muerte que aún hoy es admitida en muchas Constituciones como legítima, diremos lo siguiente. La pena de muerte podría ser admitida como una defensa de la sociedad, eliminando un individuo peligroso. La tortura en cambio. No elimina un peligro, sino más bien alimenta el resentimiento y el odio en el delincuente.

Repongamos estos razonamientos en el hecho histórico de un Presidente de una gran nación que veta la abolición de la tortura, postulada por el Congreso. Lo peor es que este veto no es un acto singular, sino expresa una práctica de las Fuerzas Armadas de esa nación.

Detrás de este veto están los abusos del ejército en Irak, el encarcelamiento de Guantánamo, la remesa cautivos a las cárceles donde se practica la tortura, el rechazo de toda sujeción de la justicia de tribunales Internacionales.

Para los que creemos en una humanidad que marcha hacia la no-violencia, la unidad y la fraternidad, ese veto del Presidente Bush, que abre el camino a la tortura, es un verdadero escándalo. Confiamos en que el Pueblo Norteamericano sepa reaccionar con fuerza y reafirmar su compromiso histórico con los derechos humanos y la fraternidad.

Revista Reflexión y Liberación