08 diciembre 2007

Guatemala en la memoria


En una oportunidad que participé en un Congreso sobre Terrorismo, invitado para compartir con delegados de toda Sudamérica lo que fueron las violaciones a los derechos humanos en la dictadura pinochetista, pude compartir con un ex capitán del ejército guatemalteco, quién me refirió que vio con sus propios ojos lo que el Ejército y los paramilitares hacían con la población indígena en aquellos años. La historia que me relató era espeluznante, directamente aniquilamiento de masas de menores de edad apedreados e incendiados. Fue tan fuerte lo que conoció que dejó el ejército de inmediato, se dedicó a la denuncia de las violaciones a los derechos humanos, por lo que fue considerado traidor a la institución y perseguido por lo mismo. Hoy está casado con una indígena que participa con él en esta labor, y tienen una bella hija.

Lo que ocurrió en Guatemala es realmente impactante, y lamentablemente ha tenido mucho menos visibilidad pública que los casos de las dictaduras del cono sur. Por ello me pareció una buena noticia ver en el diario mexicano La Jornada de hoy, la aparición de un artículo referido a la temática de la memoria, que recoge el testimonio de un periodista que visitó Baja Verapaz en Guatemala, que es uno de los poblados donde mayormente se práctico la guerra sucia en los años ochenta.

Comparto con ustedes esta columna, que demuestra que el trabajo de la memoria permite el no olvido, que si bien no puede deshacer lo ya ocurrido sí nos encamina hacia la justicia, y que la labor dl testimonio y de los emprendedores de la memoria no es vano.

Slds,
Manuel.
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MEMORIA Y JUSTICIA
por Miguel Concha

Hace tres semanas tuve la oportunidad de participar en un seminario-taller en Guatemala sobre tres conceptos: el filosófico de la memoria, el político de la resistencia y el teológico de martirio. Con tal motivo, uno de los días nos trasladamos a la Baja Verapaz, uno de los departamentos en los que se concentró la violencia estatal, en el periodo más sanguinario de las operaciones militares.

En la aldea montañosa de Plan de Sánchez –lugar donde la tarde del domingo 18 de julio de 1982 fueron cruelmente ejecutadas durante seis horas y luego incineradas (para no dejar rastro) por el ejército, las denominadas patrullas de autodefensa civil, las llamadas comisiones militares (paramilitares) y las designadas como Judiciales, 184 personas pertenecientes a la etnia achí, (ancianos, hombres, mujeres y niños, muchos de ellos de pecho y estrellados contra las piedras)–, nos encontramos una ermita edificada con espíritu de resistencia por 20 de los sobrevivientes y descendientes de las víctimas, en los lugares donde éstas fueron vejadas, violadas y masacradas, y encima de los restos que pudieron ser rescatados, con el propósito valiente de perpetuar la memoria, reclamar justicia y exigir que en el futuro no se repitan tales extremos de barbarie.

No hay que olvidar, en efecto, que de acuerdo con la Comisión para el Esclarecimiento Histórico –creada por la ONU el 26 de diciembre de 1994, como elemento indispensable para el establecimiento de la paz–, durante el conflicto armado de Guatemala hubo más de 60 mil violaciones graves de los derechos humanos, que en varios casos califican técnicamente de genocidio, como en los cuatro lugares de masacres que estudió: la región q’anjob’al y chuj del norte de Huehuetenango, la región ixil del Quiché, la región k’iche’ de Zacualpa y la región achí de Verapaz.

Además, en su informe, significativamente titulado Memoria del silencio, consigna que de cada 100 crímenes, casi 84 fueron contra indígenas mayas, por lo que tales hechos deben más bien calificarse como etnocidio, y que los objetivos de la política de tierra arrasada y la estrategia del terror de aquella “guerra irregular” o de “contrainsurgencia”, eran no sólo desarticular el tejido social de las comunidades y destruir deliberadamente sus culturas, sino culpabilizarlas por sus justas reivindicaciones, vaciar de dignidad a las personas, despojarlas de todas sus propiedades, infundirles miedo y enfrentarlas entre ellas.

Junto con el dolor y la tristeza quedan también las secuelas de aquella pesadilla, de la que todos deberíamos ser capaces de aprender, y tendrán que pasar muchos años antes de que puedan sanar las profundas heridas y se establezca, sobre bases firmes, un proceso de reconciliación social. Hoy, sin recordar los agravios, tienen que convivir víctimas y victimarios.

De regreso a Rabinal, la cabecera municipal, visitamos el Museo de la Memoria, donde fortalecidos por las gestiones de organismos internacionales de derechos humanos los familiares de las víctimas exhiben centenas de fotografías de las personas sacrificadas, y pudimos escuchar las narraciones desgarradoras de otros siete sobrevivientes (dos de la comunidad de Río Negro, cuatro de Plan de Sánchez y uno de la comunidad de Chichupac).

No es posible olvidar a algunos de ellos apuntando con el dedo a su papá, a su hermano, a su tío, a su primo, a su sobrino, ni dejar de escuchar la narración de una mujer que con angustia todavía se pregunta por qué a ella la dejaron viva durante una de las masacres cuando era niña, pues todavía considera que su destino era también estar muerta; ni a otra, sacando fuerzas de quién sabe dónde, para contar cómo fue secuestrada por el teniente para ser su “amante”, y posteriormente entregada como esclava a la esposa de éste.

En la noche nos dirigimos a visitar el cementerio de los pobres de Rabinal, lugar en el que se encuentran varios monumentos con centenas de nombres de las personas sacrificadas, y cuyos restos se han podido identificar. Todos ellos encabezados por la impactante leyenda “La memoria de los vivos es la vida de los muertos”.

Todo esto nos hizo reflexionar en vivo que la memoria, tan rebajada y desdeñada por el pensamiento filosófico y jurídico racionalista, cumple en efecto una función epistémica del presente, pues no se preocupa efectivamente de todo el pasado, sino del pasado ausente del presente, y que gracias a ella es como podemos construir de manera diferente el futuro. Es, además, condición indispensable para la justicia, pues sin ella no hay justicia, ya que el olvido ataca, destruye o disuelve la verdad y la existencia de la injusticia.

Pudimos comprender mejor que para que haya memoria, es también indispensable la denuncia de las víctimas y/o experimentar fuertemente su sufrimiento, y que por ello los victimarios recurren a métodos deshumanizantes para cometer sus crímenes, y quieren después cancelar toda huella. Sin embargo, pudimos comprobar también que los pueblos indígenas resisten con vigor a todo propósito de ser aniquilados, y que entre ellos hay muchos que fieles a su fe religiosa, sea esta maya, cristiana o cristiano-maya, han sabido siempre dar la vida por sus hermanos. Son verdaderos mártires.

07 diciembre 2007

Chávez, Chaplin y Buzz Lightyear

Una interesante columna publicada por John Brown, en la revista digital Rebelión, sobre Chávez y el proceso venezolano.
Lo relevante es la ampliación de la participación política de las mayorías y minorías, que es lo que se vive en Venezuela. Y eso en gran medida se debe al efecto catalizador que ha tenido el liderazgo del propio Chávez. Pero él se debe a la gente, es el proceso que lleva adelante la acción colectiva transformadora lo relevante. Él es un medium articulador. Mientras ello se promueva todo bien: el peligro que debe evitar es no creerse el cuento de que todo se debe a su liderazgo. El reconocimiento de la derrota electoral en el referendum nos da esperanzas de que tiene la distancia crítica necesaria para no caer en tal locura. Y que el proceso democratizador en un país enorme como Venezuela siga adelante, como diría el admirado Buzz Lightyear de mis hijas.: hasta el infinito, y más allá!
slds,
Manuel.
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EL GRAN DICTADOR
Una apología del Presidente Chávez

"Si un homme qui se croit un roi est fou, un roi qui se croit un roi ne l’est pas moins"
(Si un hombre que se cree rey está loco, un rey que se cree rey no lo está menos)
Jacques Lacan

Los portavoces de la derecha de la izquierda y de la izquierda de la derecha, así como de la derecha de la derecha, del centro de la derecha, del centro de la izquierda y del extremo centro, en resumen de todas las derechas independientemente de su origen ideológico sienten horror por un personaje como el Presidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Este horror es compartido por sectores de la pequeña burguesía intelectual incluso de izquierda. Se trata de un sentimiento de aversión profunda al hecho de que un hombre del pueblo, de origen parcialmente indio ocupe la más alta magistratura de la República. No es tanto que sea un hombre de izquierdas: a Salvador Allende o a Fidel Castro siempre les tuvieron más respeto: eran enemigos, y por ello mismo, algo reconocible. Se trataba de "gente bien" o, como dicen algunas oligarquías latinoamericanas, de "gente como uno". Eso no les impide ser "asesinables", pero los hace menos inquietantes.

Hugo Chávez es un hombre de gran talento y habilidad, con capacidad y formación, pero con unos modales y una retórica que lo hacen poco presentable en sociedad. Es precisamente esto lo que indica la radicalidad de la revolución que vive Venezuela. Por primera vez, el principal cargo del Estado no está ocupado por alguien cooptado o al menos reconocido por las clases dominantes. Se le critica por su falta de formación y su falta de modales. La formación de Chávez es la de un autodidacta, rica, heteróclita, a veces disparatada. No encaja en ningún canon académico. Es la que podría darse cualquier persona del pueblo deseosa de entender el mundo en que vivimos para cambiarlo. Sus modales no son malos en términos absolutos: nunca ha demostrado falta de educación ni de respeto a sus interlocutores y adversarios. Lo que pasa es que dice cosas que desentonan en la buena sociedad: recordar el expolio de las Américas ante el rey de España era una indelicadeza necesaria para alguien que habla en nombre de los expoliados, recordar desde la presidencia de la República que "el capitalismo es incompatible con la democracia" es algo que debería estremecer a las izquierdas y las derechas que gestionan y justifican el terror del Imperio en nombre del Estado de derecho y la democracia.

Afírma Jacques Rancière apoyándose en Platón que no existe un saber especializado, una techné propia del político, que esa misma carencia de saber especializado en los gobernantes es la esencia de la democracia, ese régimen en el que cualquiera puede llegar a gobernar. Una política convertida en técnica y acaparada por expertos conocedores de la economía y de la sociedad es lo que llama Rancière "policía": mera gestión y normalización social, sin antagonismo ni decisión política. Chávez es precisamente ese individuo que es como cualquiera de nosotros, quislibet, que ocupa el puesto del gobernante. Al hacerlo no está cerrando en nombre de un saber la posibilidad de sus conciudadanos de ser políticamente activos: por el contrario, la abre. Lo apasionante del proceso venezolano es precisamente esa capacidad enorme de apertura del espacio de lo político a las mayorías sociales, cuya participación política no se reduce ni mucho menos al ejercicio del derecho de sufragio, por mucho que para 4 millones de personas que antes de la revolución bolivariana no tenían existencia civil al no estar censadas este derecho haya sido y siga siendo sumamente importante.

Chávez es un dirigente legitimado electoralmente, pero ello no quiere decir que la gente le dé un mandato libre e incondicional como hemos podido ver en el último referéndum. Chávez es el capitán -negro mal disfrazado de blanco- de un barco negrero en rebelión, que a diferencia del personaje de Melville en Benito Cereno, acepta gustoso su papel. Y es que el modo que tiene Chávez de ocupar el lugar del poder neutraliza el funcionamiento normal de un Estado de derecho "respetable" y pone en peligro la reproducción de las condiciones jurídicas y políticas del capitalismo. Este es el único motivo por el que las derechas de toda laya lo tildan de dictador. El proceso de transformación social más democrático, más rodeado de garantías, más respetuoso del pluralismo no deja de ser una terrible ofensiva contra el poder de clase de las oligarquías venezolanas y mundiales. En Venezuela no sólo no se gobierna en favor de" la gente bien" y contra la "chusma", sino que la "chusma" está progresivamente tomando las riendas del país. Esto es precisamente la democracia, esto es lo que tantísima inquietud produce.

Afirman que Chávez es un gran dictador. Dan ganas en un primer momento de rebatir ese insulto, de decir que un gran dictador como Dios y el capital mandan no permite que el 90% de los medios de comunicación de su país lo ataquen violentísimamente a diario, que un gran dictador de bien al estilo de Pinochet el cual según los liberales como Hayek es un exponente autoritario del Estado de derecho, no convoca referéndums con posibilidades de perder. No vale la pena insistir sobre todo esto; todo el mundo que quiera informarse lo sabe. Chávez desempeña, sin embargo, el papel de otro Gran Dictador que encarnó Chaplin en la película del mismo nombre: el sastrecito pobre judío que llega a la tribuna de Hitler, lo suplanta y pone fin mediante un discurso de paz a la pesadilla bélica y totalitaria del nacionalsocialismo.

El Chávez que habló en las Naciones Unidas de un Bush que "huele a azufre" santigüándose muestra el mismo talento para distanciarse de la seriedad política. La política de los soberanos es una bufonada que se toma a sí mismo en serio, imponiendo a los demás la misma seriedad. Hay que reivindicar como legitimadora la mirada de las oligarquías y de todas las derechas sobre Chávez. Lo que hay que pedirle al Presidente bolivariano es que no se rebaje nunca al lugar de un jefe de Estado "serio y respetable" como lo fueron Hitler y Carlos Andrés Pérez para los oligarcas del planeta, que evite tomarse demasiado en serio. Su voluntad de llevar a cabo una revolución a golpe de cambios constitucionales tiene que ver con esa peligrosa seriedad y constituye un peligro para el proceso bolivariano. También es peligrosa de manera más anecdótica su polémica con el Borbón: compararse con el rey de España afirmando su superior legitimidad es creer demasiado en esta última, contemplarse como personificación de un poder soberano. Ninguna revolución, ninguna democracia auténtica son compatibles con ese tipo de poder que aparta a la gente, a las mayorías, de la participación política efectiva. Lo peor que le puede ocurrir a la revolución bolivariana es que Chávez se crea realmente que es el Presidente, poniéndose en el mismo plano que otro fulano que se cree que es rey.

04 diciembre 2007

El primer círculo



Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada, nos canta Charly. Y para ello, una de mis estrategias de sobrevivencia es aferrarme a la música, exponerme a su toque mágico, a luz que atraviesa a través de ella y llega a nosotros para alojarse en nuestra carne. Soy un ilustrado, como el de Ray Bradbury, pero no de tatuajes externos, sino de partituras y silencios. Un diapasón al aire, una caja de resonancia de madera de palo de rosa.

Gracias Pat Metheny, Lyle Mays y el dulce Pedro Aznar por este primer círculo. Lo llevaba puesto en 1986 en mi personal estéreo cuando nació mi hermana Montserrat, hasta que me invitaron entrar al parto. Me vestí de verde, respiré hondo y entré. El milagro, el don, el regalo más maravilloso salió del cuerpo de mamá. Un nuevo ser junto a nosotros. Viva la vida!!! Seguimos pa´delante no más.

03 diciembre 2007

Me llamo Attila


El hoy comenzó como un día cualquiera. Pero un halo de mármol cogió a media tarde mi corazón y sentí la soledad como un perro puesto a la venta. Tomé examen oral a mis estudiantes y me despedí de cada uno de ellos como si se fueran a la guerra. Semana a semana compartimos breves momentos, colgados de algún autor, de algún texto, como si en ellos pudiésemos encontrar un faro, un haz de luz que permita abrir el nuevo amanacer esquivo. Pero no hay nuevo amanecer, solo días que pasan por la rotación de la tierra. El sol no tiene nada que ver con nosotros. Apenas somos seres sostenidos por una ley de gravedad que en cualquier momento deja de operar y salimos disparados a la muerte por asfixia más allá de la capa de ozono.

Tomé la micro convertida en bus por haberse pintado de verde según alguna política pública, y afortunamente encontré asiento para no tener que rozarme a la fuerza con desconocidos. Miré a través de la ventana y sólo ví edificios nuevos que crecen y crecen por donde en mi infancia habían chacras y encumbrábamos volantines. Un anciano amable se sentó a mi lado y me metío conversación. Mi socialización perfecta lo atendió con amabilidad también. Así avanzamos varias decenas de minutos conversando sin conversar, conociéndonos sin conocernos. Incluso intercambiamos tarjetas de presentación. Me preguntó mi nombre y al oir su combinación con mi apellido levantó las cejas y me dijo que él no ha tenido nunca que ver con política. Como si mi nombre completo fuese un espanta pájaros que provoca la desbandada. Nunca he sentido la necesidad de pedir disculpas por como me llamo, pero ya esta sola reflexión indica que lo cargo como una cruz.

El anciano me contó que conoció a mi abuelo en la bohemia de los años veinte. Que compartieron trago en el Bosco y el Torres. Fue bello que viniera a mi visita mi abuelo a través del recuerdo del hombre mayor a mi lado. Me acordé de su anarquismo y me alegré de llamarme como él y como su padre y como mi padre. Mala suerte para quien se asuste frente a la imagen acústica que pueda provocar Manuel Guerrero. Sin duda es una cruz, pero al menos sé que es la mía.

Y traté de compartir, de mantener el diálogo abierto con otras personas, pero el viento de cementario ha sido más fuerte.

Hasta que llegué a ti József Attila. Apareciste como ladrón en la noche, o más bien en pleno día de calor urbano de este lado del planeta recalentado por el calentamiento global que no conociste querido poeta. Suerte la tuya, aunque conociste calores peores en tu vida de artista comunista húngaro crítico del capitalismo y crítico de Stalin, cuando el viejo bigotudo vivía y hacía de las suyas a nombre tuyo, mío, de mis hijas.

Te abrazo József, como abracé tus libros y escritos de pequeño. Junto a Ady Endre y Petöfi Sándor me siento a tu lado como en familia. ¿Seremos traidores a la causa por detenernos a pensar nuestra fragilidad, asumir nuestras dudas, quizá hasta morder la cobardía? Socialismo humano perseguiste y no lo pudiste hallar hasta que te fundiste en la línea de tren un poco más joven que yo.

Te abrazo József. Seguramente cuando decías tu nombre completo espantabas al recordar a Attila, el rey de los hunos. Mi nombre también espanta y atrae. Acostumbra a evocar a héroes o a mártires, al revoluconario o al acusado de eurocomunismo, al que aguantó la tortura o de quien se sospecha porqué sobrevivió.

Pero tienes razón, el rostro de uno sólo se puede lavar en el rostro de otro. Acógeme en tu brazo un rato. Soy tu verso en otro continente, en otro siglo, en otro idioma. Ya sabes, verdadero es el pudor, verdadero el odio, verdadero también el ultraje padecido. Sólo son falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios...