Nací en 1970 en Ñuñoa, Lo Plaza con Grecia. Crecí mis primeros seis años en la Villa Los Presidentes, en el jardín infantil del ex Pedagógico (Grecia esquina Dr. Johow) y el primero básico en "el Gallinero", con un director paco que nos hacía marchar todos los lunes acompañados de una banda militar. El 76 el Comando Conjunto baleó y secuestró mi viejo en plena vía pública. Mi hermana nació mientras él estaba en el campo de concentración de Tres Alamos, luego de haber pasado por "La Firma", Villa Grimaldi, Puchuncaví, Fuerte Silva Palma y Cuatro Alamos. Tenía 27 años.
A fines del 76 salimos cascando al exilio a Suecia, luego a Hungría donde hice la escuela hasta quinto básico y comencé estudios de guitarra clásica. El 82 mi viejo decidió volver a Chile, tuvimos un paso por Barcelona donde hice el séptimo básico (¿y el sexto dónde quedó?). Recuerdo el regreso a Ñuñoa, pasar por el lado del Estadio Nacional, llegar a Lo Plaza con Grecia, y en el muro blanco de la casa de mi abuela había un rayado que decía "10 de diciembre, Marcha del Hambre".
Mientras comenzaban las protestas nacionales entré al Instituto de Estudios Secundarios de la Universidad de Chile (ISUCH) donde hice el octavo y el primero medio, al tiempo que seguí con guitarra clásica en el Conservatorio de la Chile. Por mi mezcla de acentos (húngaro, catalán, español de España) me decían "el francés" (?!).
Me enamoré perdidamente de una estudiante de danza, en una especie de "amor perro", de esos sufridos: su familia pinochetista y la mía "izquierdista"; ella hija de dueños de casas que arrendaban y con un pequeño negocio que les daba un estatus de (micro)empresarios, y yo hijo de profes que vivíamos al tres y al cuatro. Nos amamos como locos, pero ¿quién dijo que la "lucha de clases" es un invento? Bueno, no Shakespeare, porque ahí está su Romeo y Julieta. Me pasó lo mismo: su familia le prohibió seguir conmigo, y el mundo sentí que se me vino abajo. El malestar en la cultura, le llama Freud. Tal cual.
Salí del ISUCH y entré al Colegio Latinoamericano de Integración, colegio privado alternativo, donde entré por un cupo que logró el sindicato de profes y funcionarios para los hijos de los trabajadores. Mi viejo era el inspector del colegio. Llegué con el pelo corto a lo milico, de uniforme escolar, a un ambiente donde todos eran como Charly García y Nito Mestre, cuya música conocí en mi primer día de clases. Los profes no eran "Sr. X" y "Srta. Z", sino el tío y la tía. Fue un cambio brutal, pero lo disfruté mucho. Me dejé crecer el pelo (mi pelito, dónde estás!!), me puse blue jeans, seguí con la guitarra clásica al tiempo que sacaba como loco los temas de Silvio que oía en cassette ("Al final de este viaje en la vida", cuántas veces disfruté ese cassete una y otra vez!).
Conocí a los cabros de la Jota (Vivi, ¿fuiste tú? ¿o el guatón Cristóbal?), y entré a militar a los 13 años en la base Mario Benedetti, y ahí descubrí el maravilloso mundo de la Coordinadora de Enseñanza Media (Coem), que luego se convirtió en el Comité Pro Feses, hasta lograr la ansiada (y prohibida por los milicos y los civiles de derecha) Federación de Estudiantes Secundarios, FESES.
Recuerdo la primera asamblea a la que asistí, en el Don Bosco en Cumming con Alameda. Un casi niño Laurence Maxwell hablándole a una sala atiborrada de secundarios de todas las clases sociales decididos a tomarse el mundo por asalto, discutiendo con pasión, con morrales llenos de libros de Marx, Althusser, oyendo a Jim Morrison, Soda Stereo y Callejón. Hice amigos para toda la vida, me volví a enamorar, ocupamos liceos, tomas, marchas, trabajos voluntarios, chocolatadas en las poblaciones, formación en "autodefensa de masas", me convertí de a poco en "dirigente público" de la jota, junto a un equipo de primera de compañeros/as valiosísimos, como Juanito Alfaro, Carlita Insunza, el Lolo, el Orión más adelante, y tantos otros.
Llegó el terremoto de inicios de marzo del 85
(sigo después, me tengo que ir a trabajar!)
23 octubre 2010
20 octubre 2010
Mientras acontecía el rescate de los 33, en Chile murieron al menos 7 mineros
En la última década han muerto 400 trabajadores de las minas chilenas
No se salvaron todos los mineros, en Chile, murieron al menos siete
En los últimos días hemos visto al empresario multimillonario y presidente de Chile, Sebastián Piñera y a su mujer actuando como presentadores de un nuevo Reality show internacional. Mientras Piñera aprovechaba sus momentos de fama, en las minas chilenas morían al menos siete trabajadores en los dos meses que ha durado la tragedia de Mina José.
Ángel Camino / Buenos Aires (Argentina)
Sábado 16 de octubre de 2010. Número 135
Mina San José batió records de audiencia; incluso el día del rescate ocupó portadas de los diarios más importantes del mundo. Nunca antes otro acontecimiento chileno había logrado un éxito de tal magnitud, ni siquiera el terremoto mantuvo en vilo a tanta gente.
Entre fuegos artificiales y flashes, la llegada del último minero disparó la audiencia. Nadie podía quedarse sin conocer la noticia. Los canales cortaron todas las emisiones ajenas al evento. Pero, aunque los fuegos ya habían acabado, aún quedaban seis rescatistas a más de 700 metros bajo el suelo, quienes, inexplicablemente, bajaron principalmente para abrir y cerrar la puerta a las nuevas celebridades. ¿Por qué bajaron seis rescatistas si era tan peligroso? No iba a haber fallos y los técnicos lo sabían, pero había que conseguir que la tensión llegara a los hogares de todo el mundo, tal y como indicaba la experiencia en otros programas como Gran Hermano.
De nuevo lo sensacionalista opacó la oportunidad de profundizar en las causas y de hacer un verdadero periodismo de denuncia. Durante los dos meses que ha durado el show poco se ha hablado de la realidad de los mineros en Chile. Horas y horas de transmisión sólo han servido para describirnos la historia de los protagonistas, llegando incluso a sus devaneos amorosos e infidelidades. Sobre las irregularidades, la explotación, el impacto ambiental, la evasión fiscal y la inseguridad de otras minas chilenas no clausuradas, nada.
Pero es que si uno no forma parte del circo mediático no es noticia y así les ha sucedido a al menos otros siete trabajadores de otras minas que fallecieron durante los dos meses que duraron las tareas de rescate y que pronto serán olvidados junto a los casi 400 mineros chilenos, que, según datos del estatal Servicio General de Geología y Minería, murieron en la última década. Incluso al día siguiente del rescate, otro trabajador falleció a mil metros de profundidad en una mina de oro de Valparaiso, tras un derrumbamiento que lo dejó sepultado. Tal vez algunas de estas situaciones se habrían evitado si se hubiera ratificado el Convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Salud y Seguridad Minera que no se encuentra en el paquete de medidas que el aplaudido gobierno se ha visto obligado a presentar ante la situación.
En un país que sigue siendo principalmente exportador de materias primas, todos los mineros saben, pese a que pocos medios lo han reproducido, que el aumento de los precios internacionales del cobre, el carbón y el oro es proporcional al incremento de muertes y explotación en los yacimientos gestionados por grandes corporaciones. Parte de esta influencia del mercado en la explotación de los mineros tiene su origen 1981, cuando José Piñera, ministro de minería de Pinochet y hermano del actual presidente, impulsó la privatización del sector poniendo fin al proceso de nacionalización minera llevado a cabo por Salvador Allende.
A pesar de todo ello y siendo la minería el sector estratégico principal de la economía chilena resulta desalentador que un acontecimiento de este tipo no haga resurgir el debate sobre el rol de la minería en el país, y más lamentable aún es ver las escasas denuncias que en el show se han presentado sobre las condiciones laborales de los mineros ¿Será que hay a quien no le importaría hacer la segunda parte del reality minero?
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