05 julio 2007

El "Guatón Romo" y la nada


El torturador Guatón Romo fue enterrado hoy y nadie asistió. Frente a su
muerte hay dos posibilidades: o nada que decir, o decir la nada. Opto por la
segunda.

Murió cumpliendo condena por Jorge Espinoza Mendez, Diana Arón, Ricardo
Aurelio Troncoso Munoz, Hernán Galo y María Elena González Inostroza, Elsa
Leuthner Muñoz y por Manuel Cortéz Joo. También tenía condenas, con recursos
pendientes, por Sergio Tormen y Luis Guajardo Zamorano, Ofelio Lazo Lazo,
por Cecilia Bojanic y Flavio Oyarzún, Iván Montti, Herbit Ríos, Julio Flores
Pérez, Sergio Lagos Marín y Jacquelinne Binfa. Los procesamientos son muchos
como para enumerarlos, pero de cada condena y cada procesamiento fue
personalmente notificado.

Nadie en Chile quiere hacerse cargo de él.

Y eso que fue la encarnación de una parte sustancial del verdadero rostro de
la Nación Chilena.

De esa Patria que conocen bien los mapuche desde la "pacificación de la
araucanía"; los peones "vagabundos" y "malentrenidos" arrojados a las
cárceles móviles de los Carros de Diego Portales; los artesanos de la
Sociedad de la Igualdad aplastados por las armas del conservador Presidente
Manuel Montt; los miles de obreros indefensos acribillados en la Escuela
Santa María de Iquique a manos del ejército del gobierno del Presidente
Pedro Montt; los obreros salitreros en huelga en la oficina San Gregorio
asesinados por el ejército en 1921; los obreros salitreros en huelga en la
oficina La Coruña muertos por el ejército en 1925; los centenares de
homosexuales arrojados al fondo del mar por el paco Presidente Carlos Ibáñez
del Campo; los cientos de campesinos, obreros agrícolas y comuneros mapuches
en Ranquil masacrados por parte del ejército y carabineros en 1934; los seis
trabajadores asesinados junto a la obrera textil Ramona Parra por
carabineros en una manifestación pacífica en la Plaza Bulnes de Santiago en
1946; los pobladores de la José María Caro muertos por el ejército en 1962;
los trabajadores en huelga en la mina de cobre de El Salvador en 1967; los
pobladores de Puerto Montt en 1969; los sacerdotes, niños, mujeres,
jóvenes, hombres, adultos mayores, en su mayoría trabajadores y estudiantes
torturados, presos, relegados, ejecutados, exiliados, hechos desaparecer
sistemáticamente de 1973 a 1989, entre otros, por el Guatón Romo.

Su sueño era purificar a la Nación exterminándola. Su mayor preocupación
confesada era que no mató suficientes.

Qué triste decirlo: el Guatón Romo no fue una excepción histórica, sino la
confirmación de la regla de un continuo de atrocidades que el ejército
chileno, que la Patria ha estado dispuesta a materializar.

Las causas en las que le tocó responsabilidad seguirán tramitándose en
tribunales, pero respecto de él se sobreseen definitivamente, porque no se
puede perseguir penalmente a los muertos. Pasó "a mejor vida" antes de que
se hiciera justicia. Otro manto de impunidad cae sobre Santiago.

Nadie fue a su funeral, pero todos estuvimos ahí.

Hay una carrera contra el tiempo que tenemos que ganar. Se hace urgente
acelerar las causas y dictar las sentencias condenatorias a los violadores
de derechos humanos. Ello por sí mismo no cambiará el verdadero rostro de la
historia de Chile. Nada podrá llenar el vacío impuesto por los Romo. Pero
asegurar verdad, justicia, castigo a los culpables y reparación a las
víctimas es una señal de dignidad mínima que nos cabe dar como
(sobre)vivientes contemporáneos ante tal cúmulo de barbarie.

No solo por los de ayer y por los que vienen, si no por nosotros mismos.
Para no quedar reducidos a la nada.

Publicado en La Nación

01 julio 2007

Una peli, un libro y un disco v.2

Preciosa película coreana, de 2004, la conocí gracias a mi hija Camila. Dirigida por Kim Ki-Duk, en sus palabras la película trata de como llenar, en el intersticio entre realidad y sueño, una Casa Vacía:
"Salgo de mi casa. Mientras estoy fuera, alguien entra en mi casa vacía y se instala en ella. Come la comida de mi frigorífico, duerme en mi cama, mira mi televisor. Quizá porque se siente culpable, arregla mi despertador roto, lava la ropa, lo ordena todo y luego desaparece. Como si nadie hubiera estado allí...
Un día entro en una casa vacía.
Parece que nunca haya estado nadie, así que me desnudo, me baño, preparo la comida, lavo la ropa, arreglo una báscula de baño y juego al golf en el jardín de la casa.
En la casa hay una mujer desanimada, asustada y herida, que no sale nunca y que llora. Le muestro mi soledad. Nos entendemos sin decir ni una palabra, nos vamos sin decir ni una palabra. Mientras elegimos una casa en que vivir, nos sentimos cada vez más libres.
En el momento en que parece que nuestra sed de libertad se ha aplacado, nos quedamos atrapados en una casa oscura.
Uno de los dos se queda en una casa hecha de nostalgia.
El otro aprende a convertirse en un fantasma para esconderse en el mundo de la nostalgia.
Ahora que soy un fantasma, ya no siento deseos de buscar una casa vacía.
Ahora me siento libre de ir a la casa en la que vive mi amada y besarla.
Nadie sabe que estoy allí.
Excepto la persona que me espera...
Siempre llega alguien para la persona que espera... Llega, seguro... hasta para la persona que espera...
Este día del año 2004, alguien abrirá el candado que bloquea mi puerta y me liberará.
Confiaré ciegamente en esa persona y la seguiré a donde sea sin que me importe lo que pueda suceder...
Hacia un nuevo destino...
Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o realidad."

Un precioso libro usado que me regaló en 1984 César, el segundo compañero de mi mamá, fue Rayuela, de Julio Cortázar. Simplemente me lo pasó, como diciéndome "arréglatelas como puedas con él, léelo de manera que tú quieras". Y efectivamente, el libro está construido de tal manera que uno lo pueda abrir en cualquier parte, buscar el inicio de ese capítulo, recorrerlo, y luego continuar con cualquier otro. Llevo más de veinte años leyéndolo, y nunca se agota su magia.

Cortázar, en una entrevista, lo describió de la siguiente manera: "Hay un viejo juego, que yo sigo practicando con resultados que me asombran, que es lo que alguien llamó la ‘poetomancia’. O sea, tomar un libro de poemas, cualquier libro de poemas, cerrar los ojos, abrirlos y poner el dedo en un verso y leer ese verso; es impresionante la cantidad de veces que en mi caso, el verso en el que caigo me ilumina un futuro inmediato o me aclara un pasado o me muestra cuál es mi presente, entonces, ¡cómo no creer en el poder del lenguaje!, cuando ese simple juego se vuelve una cosa seria". Es un libro exquisito, profundamente humano y cómico, sensual e inteligente. Yo a su vez se lo regalé a mi hermana Montserrat, y ahora a mi hija Camila... Que ellas inventen su propio libro desde Rayuela. (Bueno, y debo confesar que le dediqué a más de alguna bella dama el capítulo 7, Toco tu boca...

Un disco doble, en la versión en vinilo, que lo hace uno salirse por un rato de sí mismo y ser convertido en un cristal atravesado por haces de luz, refractados en distinos colores y estados de ánimo, es el Köln Concert del pianista Keith Jarret. Se trata de un concierto que dio el 24 de enero de 1975, y que grabó por el maravilloso sello ECM (todo su catálogo es increíblemente hermoso). Se trata de improvisación libre, en el que mezcla su formación clásica con sonoridades jazzeras, elegante, violentamente dulce -como retrataba Cortázar a la Revolución Nicaragüense-. Por favor escuchen el final de la primera parte, donde se oyen incluso los suaves gritos guturales que Jarret deja escapar, y uno casi lo ve parado sobre el teclado, ocupando toda la energía de su pequeño cuerpo para sacar sonidos extremadamente suaves. Lo descubrí en una disquería en Berlin de la RDA, en una versión pirateada del sello AMIGA. Casi toda la música que se vendía el año 87' era rusa, o folcklórica, pero de pronto aparecían discos jazzeros de muy buen nivel. Me fui con el disco al departamento donde vivía, y tenía un tocadiscos cuyos parlantes eran de un auto Lada. Lo puse y de ahí no lo he vuelto a dejar más, o en rigor, Jarret no me ha soltado más, o en rigor, la música de aquel concierto se tomó mi existencia por siempre.