18 diciembre 2013

´Bioética, Derechos Humanos y Ciudadanía', nueva línea de investigación en Facultad de Medicina @uchile

Esta es la nueva línea de trabajo e investigación que estableció un grupo de académicos del Departamento de Bioética y Humanidades de la Facultad de Medicina, con el fin de potenciar proyectos individuales, generar propuestas como equipo y, a la vez, hacer difusión y socialización de la temática a nivel institucional y extramural.

Los docentes son los profesores Gina Raineri, Manuel Guerrero y Mauricio Suárez, con el apoyo coordinador de la profesora Gabriela Huepe. “Nuestro propósito es traer a discusión situaciones que se presentan en el quehacer del ámbito de la salud, pero mirados desde la bioética, la ciudadanía, el derecho y los derechos humanos, favoreciendo una argumentación desde los valores y la ciudadanía, a través de actividades de difusión y extensión que beneficien las investigaciones que realizamos en nuestra institución, para generar nuevas propuestas que dejen una impresión en la sociedad civil”, explica la profesora Raineri.

Añade que la disciplina de la bioética surge como respuesta a conflictos éticos surgidos en la medicina a partir de los importantes avances científicos y tecnológicos desarrollados durante el siglo XX. “Eso está en íntima relación con los derechos humanos: si todas las personas somos libres e iguales en dignidad y derechos, se tiene que partir de la base que la atención en salud tiene que considerar esos derechos; un ejemplo de ello es el respeto hacia el otro y a sus libertades. Una forma de concretar este derecho humano es el ejercicio del consentimiento informado en los actos médicos y en la participación voluntaria de los sujetos en proyectos de investigación. Y en esa línea, nos preguntamos, por ejemplo, cuando se confunde en un profesional el rol de tratante e investigador, ¿realmente se están respetando estas declaraciones y normas vigentes en torno a los derechos humanos?”.

Por eso, agrega, otra forma de concreción de respeto hacia esos derechos “es el respeto hacia la capacidad de decisión de las personas. En ese ámbito, en el año 2003 realizamos una investigación respecto de cómo se evalúa la capacidad de los pacientes en la toma de decisiones en salud, revisando la visión desde el mundo del derecho y desde el mundo médico. Y esa es una temática que retomamos ahora, pero desde la perspectiva de los adolescentes; a quienes, desde una mirada civil, se les considera incapaces relativos para decidir en ese ámbito, sin embargo como sociedad y desde lo penal, les reconocemos plena capacidad. Esa situación produce conflictos éticos y legales, tanto en el ámbito personal como en su relación con el profesional de salud”.


La generación de una memoria histórica

Otros temas que esperan abordar como equipo de trabajo es la participación de personas con discapacidad en investigación en salud, desde la nueva normativa de investigación así como la ley de deberes y derechos de los pacientes.

De hecho, añade la profesora Ranieri, “el profesor Manuel Guerrero hace docencia en varias de nuestras escuelas de pregrado, en las que trabajan bastante –por la naturaleza de su disciplina- con personas con capacidades diferentes, como es el caso Terapia Ocupacional y Enfermería, y así podremos avanzar en ese ámbito”.

A este respecto, el profesor Guerrero, sociólogo con formación de postgrado y especializado en bioética clínica y bioética en investigación con seres humanos, trabaja en el cruce que se produce entre las ciencias de la vida, las ciencias sociales y las humanidades. Dado que además tiene experiencia en el campo de la defensa y promoción de los derechos humanos a nivel de la ciudadanía activa, ha incorporado la mirada de la construcción social de la discapacidad, así como de la participación ciudadana como una dimensión relevante para el propio tratamiento de las personas, grupos y comunidades con quienes se interactúa desde el campo de la salud.

“El siglo XX corto”, señala Guerrero, “como le llamara el historiador Eric Hobsbawm a los años transcurridos entre 1914 y 1991, dejó un saldo de 187 millones de personas que murieron no sólo en conflictos entre Estados, sino por parte de sus propios gobiernos que actuaron en forma organizada contra la población civil. Es lo que conocemos como crímenes de lesa humanidad, caracterización que surge luego de la Segunda Guerra Mundial a propósito de los juicios de Nürnberg, en que se condenaron médicos y enfermeras por haber llevado a cabo experimentos en pacientes de hospitales y en prisioneros de campos de concentración, así como asesinatos, torturas y atrocidades masivas contra personas estigmatizadas. En América Latina y Chile también tenemos experiencias tristes en que no sólo se ha roto el juramento Hipocrático, sino que la ciencia se ha puesto al servicio del daño al otro vulnerando sus derechos humanos. El imperativo del ‘Nunca Más’ supone la generación de memoria histórica sobre estos hechos, para que sea transmitida a las nuevas generaciones como una alerta ético-moral de lo que no debe volver a suceder, así como investigación, reflexión y educación en valores vinculados a la bioética, la ciudadanía y los derechos humanos.”


El debate moral público

El profesor Mauricio Suárez trabaja en la Escuela de Posgrado de nuestro plantel, impartiendo cursos sobre la regulación metodológica, ética y legal de la investigación biomédica y se interesa por la filosofía moral, la bioética y el debate público sobre problemas morales. Participa en esta nueva la línea de trabajo porque “me parece importante explorar y difundir las condiciones que impone la ciudadanía –como sujeto de derechos humanos en un Estado constitucional democrático al debate público sobre temas morales”.

Y es que, explica, “religión, raza, renta, género, orientación sexual, etc. no son condiciones de la ciudadanía. En Chile, para ser ciudadano y formar parte de la comunidad política, basta con tener 18 años o más, haber nacido en el país y no estar condenado a penas aflictivas, lo que plantea la siguiente cuestión: ¿qué valores, conceptos y prioridades implica la ciudadanía en una democracia constitucional?”.

La respuesta, añade, es importante porque sólo con valores, conceptos y prioridades compartidos pueden justificarse a todos los ciudadanos las decisiones sobre asuntos públicos. “Para que haya una razón pública, es necesario identificarlos y exponerlos. Complica la tarea el hecho de que comúnmente los ciudadanos no sólo son miembros de la comunidad política, sino también de asociaciones particulares (iglesias, partidos políticos, organizaciones sociales, etc.) con valores, conceptos y prioridades distintos a los de la ciudadanía y hasta incompatibles con ellos. Incluso el concepto de derechos humanos, básico para la democracia constitucional, pero no para las concepciones morales (teológicas, utilitaristas o iusnaturalistas) de algunas asociaciones, puede resultar afectado. Esto crea confusión y hace necesaria la reflexión. Ciudadanos que, guiados por la idea de democracia constitucional, discuten sobre qué derechos humanos tienen y cuál es la mejor forma de interpretarlos y protegerlos, se desorientan cuando las asociaciones a que pertenecen tratan los temas públicos en otros términos. Creo que la línea de trabajo sobre ciudadanía, derechos humanos y bioética es un lugar adecuado para canalizar estas inquietudes”.

Fuente: El Pulso, Facultad de Medicina Universidad de Chile

03 diciembre 2013

Doce árboles por doce detenidos desaparecidos y ejecutados políticos del Liceo 7 de Ñuñoa

En el Liceo 7 de la comuna de Ñuñoa en días recientes se realizó un emotivo y reflexivo homenaje a los profesores y estudiantes caídos en dictadura que pertenecieron al establecimiento.

La experiencia fue especialmente significativa, pues la palabra se compartió entre tres generaciones distintas: Los rectores antiguos del Liceo que conocieron, en su calidad de profesores y directivos, a los detenidos desaparecidos y ejecutados homenajeados. Su testimonio es de gente de la tercera edad que recordaban a quienes fueron sus alumnos, niños adolescentes con compromiso social marcado, y a sus colegas: inspectores y profesores, luchadores sociales que fueron asesinados o hechos desaparecer. También hablaron familiares de estos luchadores sociales: sus señoras, hermanas. Y la tercera generación: los estudiantes actuales del Liceo 7 que se enteran por primera vez de esta historia y la incorporan a su acervo cultural, además de los hijos y nietos de los desaparecidos y ejecutados, que en sus relatos exhibieron las huellas de los efectos transgeneracionales del terrorismo de Estado, pero también una gran capacidad de resiliencia para salir adelante.

Los compatriotas homenajeados fueron los siguientes:
Miguel Ángel Acuña Castillo, detenido desaparecido a los 19 años.
Pablo Ramón Aranda Schmied, detenido desaparecido a los 20 años.
Manuel Beltrán Cantú Salazar, ejecutado a los 36 años.
Héctor Marcial Garay Hermosilla, detenido desaparecido a los 19 años.
Ángel Gabriel Guerrero Carrillo, detenido desaparecido a los 24 años (parte de sus restos fueron hallados el año 2012 en Cuesta Barriga).
Luis Jaime Palominos Rojas, detenido desaparecido a los 23 años.
Juan Ramón Ramírez Vicker, ejecutado a los 25 años.
Agustín Eduardo Reyes González, detenido desaparecido a los 23 años.
Sergio Daniel Tormen Méndez, detenido desaparecido a los 25 años.
Mariano León Turiel Palomera, detenido desaparecido a los 30 años.
Recaredo Ignacio Valenzuela Pohorecky, ejecutado a los 30 años.
Ricardo Villarroel, muerto en 1984.

La carga de esta memoria de varias generaciones fue muy potente en reflexiones, además de emotiva, pues junto con transmitir sus vivencias, necesidad de justicia y reconocimiento social de lo acontecido, su solo ejercicio de pararse en un espacio público y tomar la palabra implica un hendidura en el presente, desde un pasado inconcluso. En este sentido, la memoria se vuelve un recurso de sanación y una herramienta de lucha. Recién después de 40 años el Liceo, a través de este homenaje -aunque todavía en un formato más íntimo que institucional-, abrió sus puertas para invitar a retornar, a través del recuerdo activo, a quienes fueron miembros de su comunidad escolar, para que a través de sus familiares, colegas y camaradas pudieran volver a recorrer sus pasillos, salas. Con este rito el Liceo los recuerda y los reconoce como propios. Con esto se rompe el estigma que ha rodeado su memoria, como algo oculto e indeseable, mecanismo invisibilizador que forma parte del dispositivo de terror. El gesto de reconocerles, relatar sobre sus vidas en voz alta; visualizar su compromiso social, y hacer la denuncia sobre estos crímenes de lesa humanidad, repara en parte lo ocurrido. Y resulta un gesto fundamental a quienes les sobrevivieron -sus familiares- y para la propia comunidad escolar.

Por mi parte, me invitaron a compartir el testimonio, como familiar y ciudadano -soy ex concejal de la comuna-, y reflexionar en voz alta sobre estos acontecimientos y la memoria sobre las prácticas genocidas en nuestro país. Conversé sobre la posibilidad que vayamos reconstruyendo comunidad, desde la apertura de la palabra y la pluralidad que nos atraviesa cuando miramos nuestro pasado que no deja de pasar si es que no lo elaboramos activamente, con verdad, justicia, castigo y reparación.

Agradezco la invitación, y animo a todos/as que revisen la historia de sus lugares de trabajo y de estudio: ¿Hay detenidos desaparecidos y ejecutados políticos que formaron parte de esta comunidad e historia? ¿Se podría hacer un gesto de reparación invitando a sus familiares, dando a conocer sus vidas, rindiéndoles un homenaje y estableciendo un hito de compromiso con un Nunca Más activo? Abrir la historia con rostro claro, con nombres, biografía y contexto social, es muy potente y sanador. Se plantaron 12 árboles en su memoria, como una manera de hacerles presentes y proyectarlos en el tiempo. Es una manera de recuperarlos y recuperarnos en la verdad. Es un gesto que realizó este liceo, promovido por ex alumnos, que invito a seguir. Felicito la iniciativa.

29 octubre 2013

Invitación: Lanzamiento de 'La noche de los corvos', libro que investiga Caso Degollados

Lanzamiento libro “La Noche de los Corvos” CENTRO CULTURAL ESTACIÓN MAPOCHO, 7 NOVIEMBRE- 18 HRS/ SALA PEDRO PRADO

La Escuela de Derecho de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y CEIBO EDICIONES, tienen el agrado de invitar a usted a la presentación del libro “La Noche de los Corvos” de los abogados de derechos humanos Nelson Caucoto y Héctor Salazar, a realizarse el jueves 7 de noviembre a las 18:00 hrs., en la Sala Pedro Prado de la Estación Mapocho, en el marco de la 33ª Feria Internacional del Libro de Santiago.

El libro es la reedición de “Un Verde Manto de Impunidad”, publicado en 1994 y que en esta oportunidad cuenta con la colaboración de la periodista Nancy Guzmán. Aborda los principales aspectos de la investigación acerca del Caso Degollados, por el delito secuestro y degollamiento de tres profesionales comunistas, ocurrido en marzo de 1985 y perpetrado por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros (DICOMCAR).

La publicación será presentada por el abogado Roberto Garretón y el sociólogo Manuel Guerrero Antequera.

06 junio 2013

Mi sentir ante la iniciativa legal que busca amnistiar a condenados por violaciones a DDHH

Días atrás, cuando supe del proyecto que amnistiaba a condenados y procesados por violaciones a los Derechos Humanos me sentí lesionado moralmente. Podría decir indignado, dolido, molesto, pero sería poco. Me volví a sentir, como en otras ocasiones, pasado a llevar por un Estado, país e historia que pareciera que siempre consigue la manera de humillar, ofender, violentar. Volví a la angustia de vivir en un territorio donde la memoria se difumina y ni siquiera nuestros muertos están a salvo. 

Son muchos años de luchas cotidianas para mantener la cordura, la razón, la ternura, el asombro por lo bello, el amor a la vida, a pesar de lo ocurrido. Con la impunidad todo pierde sentido. El mundo deja de ser. Se abre nuevamente un abismo, un vacío de sentido que te fija en el horror. Se repite la violación que hemos intentando trascender, en un horizonte en que hemos hecho esfuerzos y toda una elaboración para reconstruirnos como personas, ciudadanos miembros de una comunidad.

Me conforta hoy saber que se haya declarado inconstitucional ese cobarde proyecto de ley. 

Sin duda hay mucho por perfeccionar, cambiar, construir en nuestra sociedad. Y podemos tener, y que bueno que así sea, diferencias de enfoques, miradas, definiciones acerca del bien y la felicidad. 

Pero no es dable convivir en una sociedad que no es capaz de dar justicia y castigo a quienes utilizaron el Estado y el uniforme de las Fuerzas Armadas para masacrar a sus compatriotas civiles, sometiéndolos a vejámenes, torturas y tratos indescriptibles. En esa dimensión no debiéramos tener disenso. Nadie debiera sentirse excluido de la responsabilidad de hacer justicia. Incluyendo a los propios perpetradores de estos horrendos crímenes. Cumplan sus condenas. 

No hay reparación que devuelva a nuestros familiares a la vida. Pero hay un mínimo de decencia que espero de la condición humana y de las instituciones: que no nos humillen, que nos respeten como miembros de una sociedad a la cual pertenecemos, que no nos quiten el mínimo espacio que hemos conquistado para seguir viviendo. Con nuestras historias, empeños, identidad, proyectos. Con nuestros vivos y muertos. Seguir viviendo, poder respirar, estudiar, trabajar sin toparme con el asesino de mi padre. 

Cumplan sus condenas. Y que la justicia llegue para los miles de casos en proceso. No hay atajos. Es el único camino para, en la diferencia, volver a sentir alguna vez que hay algo así como un "nosotros". 

Paz.

31 marzo 2013

Volver a la vida. Tomar la muerte, mirarla a la cara, acogerla y sacarle la lengua

Volver a la vida. Tomar la muerte, mirarla a la cara, acogerla y sacarle la lengua. Historizar los procesos, poner los sucesos en contexto y tomar de ellos lo que tienen de vigente para proyectarlos, por encima o atravesando lo que nos quiso fijar en el dolor infinito. Y abrazar la vida en toda su magnitud de ternura y espanto.

A pesar de todo, o con todo, persistimos en esta aventura de ser. Con nuestros muertos, nuestros vivos y los que aún no han nacido y vendrán. Morir, pero a la vida, bullente, sin silencios autoimpuestos. Quedar atados al terror no rompe nada, pues no se yergue nada de la nada. Hacen falta voces, oídos, ruidos, sonidos, música, llantos y carcajadas para darle cabida a la vida. De esa tropa me siento parte, de los que invitan a vivir la vida intensamente. De ahí invito cada año a volvernos a colgar de la ternura compartida de a poco, letra a letra, caricia a caricia, para recargar los motores de ternura y pasión, porque convicciones las tenemos de sobra.

De a poco, piano piano vuelve a salir la voz aunque sea en sordina, como en la trompeta de Miles Davis, como en la voz quebrada de Bob Dylan, como en los rasgueos de Victor o el metal tranquilo de Allende.

Hay otros caminos posibles, sí. Muchos. Entre ellos el cultivar la estética y política de la rabia. Legítima, tal como el dolor. La respeto. Pero conocido es, para mis conocidos, que no es mi opción. No la comparto. Soy menos heroico que eso. Y cada vez menos, y menos, y crece en mí otra magnitud del compromiso militante, que tiene que ver con que la sociedad soñada no es una estación de llegada en un más allá utópico: en lo que creemos y hacemos, está lo que somos. No concibo una transformación social que en su propia práctica reproduce aquello, aunque sea en alguna dimensión, que critica. Y así como soy crítico del autoritarismo del color que sea, desde esa convicción comunista libertario que es amor compartido, desde la materialidad del amor hecho social, para producir la vida de modo distinto, trabajo en mi para que no gane el dolor, no gane la locura -cercana, muy cercana, casi amiga-, y la rabia, el odio ciego, retroceda. En mi, desde mi. Sin exigencias a nadie, porque cada quien emprende sus opciones y decisiones.

Dispuesto a dar la vida, sí. Pero sobre todo a conquistarla desde ella. Recuperarla, recobrarla. Despertarla. Despeinarla.

El loco, un lúcido, nos habla:
"¿Qué es mejor para el alma,
sufrir insultos de Fortuna, golpes, dardos,
o levantarse en armas contra el océano del mal,
y oponerse a él y que así cesen? Morir, dormir...
Nada más; y decir así que con un sueño
damos fin a las llagas del corazón
y a todos los males, herencia de la carne,
y decir: ven, consumación, yo te deseo. Morir, dormir,
dormir... ¡Soñar acaso!".

Son las opciones que nos puso uno de los grandes. Pero hay otra más que estoy dispuesto a agregar: jugar. Afirmar la vida jugando y jugarse la vida. Enamorados de ella con todo lo que ella contiene. También con estos marzos que vuelven eternamente. Pero también con el día después y el día antes.

Hoy no estás. Como cada año. Pero abrazo a mis hijas, compañera, familia, amigos. Y con tu ausencia sigo. Pleno en todo lo que pueda. Maravillado de la creación humana en sus múltiples dimensiones. Indingando, lesionado por sus aberraciones. Reflexivo, movilizado y activo para cambiar esto. Es nuestra decisión y tarea hacerlo. Seguimos, papá querido, seguimos. Sin odio, pero sin pedida de disculpas. Puro amor y vida (y estas no son buenas palabras, un solo decir: es un modo de asumirse que es lucha).

A redoblar la esperanza activa, aquella que transforma y no pospone. Sí. Cien veces sí. Aquí y ahora, en nuestras propias prácticas. Revolución, evolución, transformación en acto. "El movimiento que niega el estado de cosas actual", le llamó Carlitos. Sí. Pero aún más que eso: el movimiento que AFIRMA la vida desde un sí a ella, le agregaría desde Nietzsche. Pensamiento y práctica afirmativa, desde el goce de la vida, padre.

Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único.

Gracias por el palmotazo en la espalda, amigos/as miles. Por el necesario aventón en estos días de homenaje; por la sonrisa, el cariño, la comunidad activa.

Porque el corazón no quiere, entonar más retiradas. Abrazo un árbol, te abrazo a tí, abrazo mi dolor, a ese niño de guerra que fui, a esos miles que somos, a ese por venir abierto lleno de dulzura comprometido que es un siempre ahora.

Con memoria y alegría, adelante por la vida.

Manuel.

27 febrero 2013

Sindicalista Juan Pablo Jiménez: Un fuego que enciende otro fuego

"Limpia como el fuego el cañón de mi fusil" cantaba Victor, dotando al fuego de un carácter veritativo, que deshace ilusiones, atraviesa la ideología, los autoconceptos, limpia y muestra la realidad tal como ella es, no como se la representa en falsas imágenes. Victor cantaba a un fuego que enciende otros fuegos, como en la figura que utilizara Alberto Hurtado en la era de la acción colectiva por mayor justicia social.

Pero hay otros fuegos que también develan. Hoy otro fuego pone de manifiesto la reacción ante la posibilidad de retomar la senda colectiva hacia mayor igualdad. Un fuego impune que exhibe en forma prístina el grado de riesgo al que en Chile está expuesto el movimiento sindical organizado de clase. Es el fuego del fusil o pistola que asesinó al sindicalista Juan Pablo Jiménez, que de un fogonazo desvela la verdad del Chile neoliberal: todo el sistema está estructurado para mantener al mundo del trabajador sometido (explotado, marginado, endeudado, atontado). Cuando parte de este mundo levanta cabeza, como Claudia López en La Pincoya, como Rodrigo Cisternas ante las forestales, como Jiménez ante las empresas eléctricas, surge el gatillo fácil, las "balas locas". De pronto toda esa seguridad aparente, de "paz social", "gobernabilidad", "cohesión social", se hace añicos sin pena ni asco ni leyes ni derechos humanos ni democracia ni "nunca más" ni consensos, y emerge la violencia que opera de fundamento del actual estado de cosas. Los violadores a los derechos humanos no se agotan en Punta Peuco, ni se terminan con la "transición democrática". Las violaciones a los derechos humanos son la base de la desigualdad social, cultural y económica, de un país rico en recursos pero ultrasegregado en su distribución y disfrute.

Esa bala que mató a Juan Pablo Jiménez limpia como fuego todo el manto de falsas ilusiones y fantasmagoría de una "transición democrática" que aún reproduce aquello que fue engendrado a sangre y fuego en dictadura: un sistema económico brutal, sin seguridad social, con dueños en pocas familias y transnacionales, administrado por un juego político que nunca pone en juego los fundamentos por el cierre institucional de una Constitución, con un Código del Trabajo maldito, que maltrata a los trabajadores de Chile como nunca en su historia.

Ante ese fuego se educó, organizó y rebeló Juan Pablo Jiménez, como parte de un sindicalismo de clase que ha de retomar el rumbo de las soluciones colectivas a los problemas colectivos. "Levántante y mírate las manos, para crecer estréchala a tu hermano". Chile necesita un sindicalismo vigoroso que se exprese en todos los espacios de incidencia, que reponga el lugar de los trabajadores organizados como actor social protagónico de la política.

Educación, organización y lucha social del mundo del trabajo por una democracia real. Como ayer, como hoy. Es la tarea, es el fuego que nos lega Juan Pablo. Que nos empuje, que nos encienda a la vida digna!