27 octubre 2007

Homenaje y Disquito para el fin de semana (Rhytms del Mundo)


Ayer nos juntamos a rendirle un homenaje a Jorge Elías y Juan Carlos, mis tíos, los hermanos Andrónicos Antequera. Se cumplieron 33 años de su detención y desaparición. El acto estuvo muy hermoso, entre otras cosas porque fue completamente organizado por las nuevas generaciones de Andrónicos Antequera, por los sobrinos, nietos, primos. Hubo poesía, canto, intervino el abogado Nelson Caucoto que ha llevado adelante el proceso, logrando que la primera vez que se procesaron a militares por un caso de detenidos desaparecidos fuera por los hermanos Andrónicos Antequera: Fernando Laureani y Osvaldo Romo que participaron en esta detención ilegal fueron en su oportunidad procesados en 1997, a pesar que Pinochet en esos días amenazó con que si tocaban a cualquiera de sus hombres se "acabaría el Estado de Derecho".

Bueno, los tíos eran dos jóvenes alegres, militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, uno estudiaba Ingeniería y el otro Sociología. Tenían 23 y 24 años cuando se los llevaron.

Ayer los recordamos, intentando hacer memoria con un mirada hacia el futuro, es decir, tomar el pasado no para quedarnos en él como si fuera una pieza de museo ya perecida, sino abriéndonos a ese pasado de vida, amor y lucha que fueron estos dos bellos hermanos, para desde su impulso traspasar este presente y abrazar un futuro mejor para todos y todas, especialmente para el hombre, mujer y niño común. Memoria activa, transformadora, no melancólica, sino viva, asumiendo la ausencia, pero desde la presencia de la promesa a la cual le dedicaron sus mejores esfuerzos y empeños estos hermanos. Promesa que también es nuestra, que está en nuestras mentes y cuerpos: exigirnos más en presente, para hacer posible lo imposible, individual y colectivamente, ir corriendo de a poco la línea del horizonte, para reencontrarnos todos y todas, para convivir en paz.

Y a pesar que yo mismo promuevo esta mirada que trata de prenderse del porvenir, para no hundirnos en un duelo que nos paralice, no puedo dejar de sentir pena. Veo las fotos de los tíos, su risa limpia, sus camisas abiertas en signo de libertad, los relatos que contaban ayer sus compañeros de universidad acerca de sus pantalones pata de elefante cuando todos los demás usaban poncho. Vivos, valientes, transgresores, libres, llenos de sueños, convencidos de un proyecto, entragados a él con pasión. Tan jovencitos y tan grandes.

Por ello, el disquito de este fin de semana se los dedico a estos hermanos, desde la mezcla cultural que constituye a mi generación, desde la apropiación de los códigos de la modernidad, pero con identidad, libres también, buscadores de la paz y el entendimiento entre los pueblos, por una convivencia respetuosa y tolerante, con nuestros hermanos de todo el mundo, los que no están, los que aún no han nacido, con respeto a la tierra. Creo que ellos compartirían nuestra causa que no conoce fronteras.

Con este tema de Coldplay, en una versión que comparte con el Buena Vista Social Club, grabado en la bella Cuba al interior del proyecto Rhytms del Mundo. La risa y la lucha de los hermanos Andrónicos Antequera continúa, está más vigente que nunca, ahora para no solo salvar a nuestros pueblos de la explotación, sino también para salvar a la especie tal como ellos la conocieron.

Que tengan un buen arranque de fin semana.


Otros temas de este disco los puedes oir en:
http://www.myspace.com/rhythmsdelmundo

26 octubre 2007

(Invitación) Pasado, presente y futuro

Este viernes 26 de octubre queremos hacerlos partícipes de un año más de la detención y desaparición de nuestros hermanos y tíos Jorge y Juan Andrónicos Antequera. Aunemos fuerzas y así construyamos la memoria.

Intervendrá a nombre de la familia, Manuel Guerrero Antequera.

Palacio Ariztía, Alameda 1642, a partir de las 18:00 hrs.

Por la defensa de los Derechos Humanos de los prisioneros políticos mapuche en huelga de hambre

Por la defensa de los Derechos Humanos de los prisioneros políticos mapuche en huelga de hambre

A.A.: "Sra. Michelle Bachelet Jeria, Presidenta de la República de Chile"

Sra. Michelle Bachelet Jeria,
Presidenta de la República,
Palacio de La Moneda, Santiago, Chile.

De nuestra consideración

Para cada persona que firma esta carta constituye motivo de preocupación las continuas denuncias e informaciones sobre diversos actos de discriminación y abusos en perjuicio de las comunidades Mapuches de Chile. Desde el 10 de octubre, 2007 siete prisioneros políticos mapuche Jaime Marileo, Patricia Troncoso, José Millalen, Héctor Llaitul, José Huenchunao, Waikilaf Cadin Calfunao e Ivan LLanquileo, iniciaron una huelga de hambre indefinida. Se han declarado en huelga de hambre, reivindicando el respeto de los derechos humanos.

A pesar del persistente reclamo de diversas organizaciones internacionales defensoras de las libertades y derechos humanos el gobierno chileno persiste en reprimir judicial y policial a los líderes y representantes políticos mapuche.

Incidentes relacionados con reclamos y movilizaciones Mapuches por el derecho a la tierra, han desencadenado procesos y condenas judiciales en los últimos años donde se han aplicado las disposiciones de la Ley No. 18.314 de 1984, conocida como “Ley Antiterrorista”. El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en sus observaciones finales de marzo de 2007, expresó su preocupación por las acusaciones de terrorismo contra mapuches "por actos de protesta o demanda social, relacionadas con la defensa de los derechos sobre sus tierras", añadiendo que las garantías procesales relativas a las causas judiciales "se ven limitadas" bajo la aplicación de la referida ley.

La Declaración sobre Pueblos Indígenas, que contó con el respaldo del Estado chileno, exige que los procedimientos sean "equitativos y justos" (artículo 40), lo que en el caso específico de los siete lideres políticos mapuche en huelga de hambre se encuentra en juego pues, el Estado chileno condena a prisión a los líderes políticos mapuche por delitos que de acuerdo con el Código Penal ordinario no deviene en condenas de prisión; negándoles un trato acorde con su condición de prisioneros políticos.

Señora Presidenta de la Republica de Chile una vez más le insistimos que el Relator Especial para los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas, Rodolfo Stavenhaggen, en 2004 resaltó la continua marginación de la mayoría de la población indígena y la falta de ratificación por parte del Estado chileno del Convenio 169 de la Organización Internacional de Trabajo (Pueblos Indígenas y Tribales). Estas situaciones se mantienen hasta la fecha aunque su solución son partes de las propuestas emitidas por la Comisión Chilena de Verdad Histórica y Nuevo Trato en su informe de octubre de 2003.

Entendemos y por lo tanto apoyamos las demandas de los prisioneros políticos mapuche hoy en huelga de hambre:

• Libertad de todos los presos políticos Mapuche,
• Desmilitarización de las zonas en conflictos, en la Araucanía
• Fin a la represión de las comunidades Mapuche.

Atentamente,
Ver firmas

Firma tú también!

Sinfonía agridulce

Se suceden uno a uno estos días agridulces. Algo habremos de inventar. Que la creatividad individual y colectiva se abran a la novedad, retomen su contacto con el subsuelo y nos proyecten más allá de este presente insulso. Por debajo del cemento está la playa... Ser otro, sin dejar de ser uno mismo. La actitud, la alteridad, la promesa, la esperanza, ¿te acuerdas de ese sentimiento?

24 octubre 2007

La nieve ardiente de la democracia

Publicado en La Nación y El Mostrador

A más de tres décadas del golpe militar, y habiendo ya ocurrido la muerte natural del dictador, el sistema político chileno continúa atravesado por un sin fin de discusiones respecto a la violencia política que se desarrolló en Chile, particularmente en lo que respecta a si se justifican o no las prácticas llevadas a cabo por agentes del Estado en dictadura, relativas a la desaparición forzada de personas, ejecuciones, tortura y maltrato en las cárceles. A pesar que de modo sorpresivo se han podido conocer posturas extremas que reivindican el “conjunto de la obra” de Pinochet, ya sea porque evitó “una segunda Cuba” o porque se trató de un “costo de la modernización del país para instaurar un modelo económico exitoso”, afortunadamente son cada vez menos los que estarían hoy dispuestos a defender, al menos en el espacio público, el terrorismo de Estado.

Sin embargo, por momentos da la sensación que con la muerte del tirano los temas relacionados con las violaciones a los derechos humanos en general, y de verdad y justicia, en particular, quedarían superados por efecto automático, lo que constituye un craso error de cara a las medidas concretas que no se deben dejar de tomar en forma permanente para asegurar que la retórica del “nunca más” pueda ser más que discurso ideológico, y se convierta en práctica permanente de parte de las instituciones del Estado.

Para ello, un aspecto importante es hacer frente a que el horror que como sociedad debimos atravesar en dictadura no fue llevado adelante por seres anormales, sino por personas comunes y corrientes, por funcionarios que justificaron su accionar en el hecho que obedecían órdenes. Aceptar esta triste y dura verdad, que los represores, los asesinos y torturadores fueron gente en su mayoría normal, como cualquiera de nosotros, es la única manera de poner en presente lo que nos ocurrió ayer y que, de no mediar acciones en contrario, vuelve a ocurrir. Desde luego no se trata que como sociedad vivamos en el permanente temor a la repetición fatal del terrorismo de Estado, sino por el contrario, asumir que en las violaciones a los derechos humanos no hubo nada de predestinación en juego, sino condiciones de posibilidad que permitieron que personas normales practicaran terror sobre personas normales, sobre los cuerpos y derechos de sus semejantes.

Así, tal como resulta aberrante la conversión de la víctima en responsable de la tortura a la cual fue sometida, operación ideológica que llevó a que chilenos y chilenas fueran reducidas a ser, de acuerdo a la prensa, “exterminadas como ratas”, también resulta un error la demonización del otro que reprimió, consideración que no tiene ninguna relación con dejar de promover que quienes cometieron actos criminales sean juzgados y debidamente sancionados y castigados. Es preciso entender que no existió una psicología o biotipo propio de los represores de parte del Estado dictatorial –nadie nace torturador o asesino-, como tampoco es dable afirmar que el placer de humillar y destruir forman parte natural de la condición humana. Los represores y torturadores no fueron ni excepciones ni fieles exponentes de una supuesta naturaleza humana. Del mismo modo, quienes fueron objeto de tortura tampoco eran seres extraterrestres, sino gente de condición diversa, hombres, mujeres y niños, comunes y corrientes, pobladores, trabajadores, estudiantes, profesionales y artistas.

Pero, si esto es así, ¿qué es lo que dio pie a la represión brutal que hemos descrito socialmente como “violaciones a los derechos humanos”? En las investigaciones que se llevan a cabo en temas vinculados a la violencia política y la memoria social, se ha avanzado en concluir que el terror practicado es multicausal, donde la personalidad de los individuos juega sin duda un papel, pero no es el único ni el principal. Determinados contextos históricos y fondos ideológicos concretos sirven de telón de fondo para que emerja la práctica de la aniquilación del otro, en los que pareciera que desaparece la responsabilidad de los agentes morales frente a los actos de violencia que realizan, bien sea porque consideran que lo que hacen es legal, o por cuanto no se atreven a ir en contra del mandato de la ley que dicta la situación histórica concreta. A ello se suma la sumisión del funcionario al interior de una institución total, como el ejército, en la que se exige y cultiva la disponibilidad absoluta del individuo a la institución de diseño jerárquico piramidal, donde el valor fundamental es la obediencia y la lealtad irrestricta a la autoridad, que lleva a la suspensión del intelecto como le llamaba Weber, y donde el estímulo hostil proveniente de procesos de subvaloración de la víctima – a quienes reprimo no son personas, sino “cáncer a extirpar”, “televisores a trasladar”, “paquetes a botar”-, se suma a procesos de sobrevaloración de la misma –a quien encierro y torturo es “agente de fuerzas poderosas”. Si a ello unimos el adoctrinamiento en la lógica del enemigo interno, tenemos una bomba de racimo por delante.

Tal configuración, entre otros aspectos, tuvo en dictadura por consecuencia que seres humanos normales pudieran cometer actos como los de tortura contra otros seres humanos. Quienes forman parte de esta socialización, donde el otro ya no es un semejante sino un subhumano o un sobrehumano, desatan todo “el mal” que conocemos como violaciones a los derechos humanos, realizados con recursos y en dependencias del Estado. Desde esta lógica, funcionarios del Estado vertieron bencina y prendieron fuego sobre una pareja de “antisociales”, muriendo bajo las llamas el joven fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri y quedando lesionada para toda la vida Carmen Gloria Quintana.

¿Pertenecen estos crímenes a un tiempo pretérito? Sí, forman parte de la dictadura que colectivamente supimos derribar. Pero ¿las condiciones que posibilitaron tales aberraciones –el fondo ideológico, las instituciones totales jerárquicas, la suspensión del intelecto del funcionario ante las órdenes superiores o del reglamento, la subvaloración y sobrevaloración de la víctima, la lógica del enemigo interno, entre otros- desaparecen por el hecho que nos encontremos en democracia? No necesariamente. Si no ocurren transformaciones profundas a nivel de las instituciones del Estado, fundamentalmente las que tienen el monopolio del uso de la violencia, estas predisposiciones duraderas pueden mutar en cuanto a contenidos y seguir operando bajo formatos distintos, sobre cuerpos diferentes. Si ayer se trataba del "subversivo", la lógica aniquilante, que no ve en el otro a un semejante, puede trasladarse a un extranjero, al "delincuente", a otro grupo social.

Cuando uno observa que en democracia jóvenes son obligados a marchar a la nieve y mueren en Antuco por obedecer órdenes de sus superiores en el Ejército, y cómo diez menores de edad mueren calcinados encerrados en una cárcel de Puerto Montt, a cargo de Gendarmería, y se responsabiliza de su muerte a ellos mismos, es como vivir una experiencia de déja vu. Pues no olvidemos que ambas son instituciones del Estado que controlan el uso absoluto del tiempo y el espacio de las personas que están a su cargo, y que tienen la obligación de garantizar su derecho a la vida e integridad personal. ¿Por qué mueren estas personas, bajo qué lógicas y argumentos se justifican estos sucesos de parte del Estado? ¿Porqué ocurren, porque no se previenen, porqué persisten? ¿Qué socialización están teniendo los funcionarios que no son capaces de evitar que estas situaciones se den? ¿No tienen los recursos, les falta formación en competencias éticas, es un problema de voluntad política?

Porque estamos en democracia y no en dictadura suponemos que el Estado no ha olvidado que los “pelaos” y los “cabros narcos” son seres humanos, de igual valor que el funcionario estatal que los controla. Porque presumimos, además, que la defensa de los derechos humanos que el gobierno chileno busca promover desde instancias internacionales es para todos y todas, no solo para quienes fuimos víctimas de las violencias de la dictadura, sino también para quienes padecen las violencias de la democracia. ¿No sería más pertinente dejar de esmerarse por enseñar a otros países lo mucho que ha avanzado Chile, y preocuparse más de que compatriotas están siendo convertidos en infrahumanos que mueren hacinados o sin ropa, sin odio y sin amor, en la nieve ardiente de las instituciones del Estado? Muéstrame tus cárceles y te diré democracia tienes. Partamos por casa mejor, y pronto.