22 marzo 2006

MI PADRE: Una lágrima por Cristina


Enredada con la imagen del Choño afloró la de Cristina Carreño.

Había pasado mucho tiempo desde que nos conocíamos. Eran los tiempos en que estudiábamos en la enseñanza media. Por años nos encontramos y desencontramos siempre aunados por la actividad política. Con su rostro agraciado de mujer chilena, Cristina se distinguía por su risa que siempre la llevaba prendida a flor de labios. De estatura pequeña, temperamento reservado, parca en palabras, se encendía cuando su risa aparecía dejando al descubierto dos hileras de albos dientes. La recordé unida al Choño porque en diversas ocasiones me pareció ver la misma vitalidad en ambos, aunque proyectada de forma diversa.

¿Qué sería de Cristina, la chica Cristina como la llamábamos familiarmente? Había sido una alegría cuando después del golpe, en una de esas habituales citas clandestinas, nos encontramos y reímos por todo el trabajo que cada cual había hecho para memorizar los ras­gos de la otra persona con la que se reuniría pronto. Con el mismo silencio y resolución de siempre Cristina desempeñaba ahora su labor revolucionaria bajo la tiranía de Pinochet. Iba de un lugar a otro trabajando, organizando, animando la acción, incentivando la creati­vidad de los jóvenes. Poseía una gran percepción de los problemas de la gente, sabía descubrir sus virtudes y desnudar sus defectos. Ante cada asunto respondía pre­guntando de tal forma que la propia persona descubrie­ra la conclusión que ella deseaba subrayar. Era conocida en los diversos barrios e industrias del sector oriente de Santiago, lugar donde vivía desde largo tiempo, y aunque usaba nombres distintos, cada vez que se hablaba de ella salía a relucir el de Cristina.

Además de su vitalidad reconocía en ella un gran temple, una peculiar capacidad de sobreponerse a los tropiezos y vencer los temores que a todos por períodos nos asaltaban. Producto de los tiempos, tuvimos una desgraciada oportunidad de comprobarlo. Su padre, Alfonso Carreño, fue asesinado después de ser sometido a brutales torturas en la Academia de Guerra Aérea, la siniestra AGA. La familia recibió un ataúd sella­do con lo que se quería impedir que vieran y denuncia­ran la masacre a que había sido sometido su ser queri­do. Cristina al enterarse se estremeció y tomó las precausiones necesarias que permitieran protegerla, a la vez que cumplir su papel de hija. Con su madre y hermana denunciaron este crimen atroz cometido con un comu­nista cabal, al que dieron sepultura no a escondidas, como deseaban los fascistas, sino a plena luz, rea­firmando el cariño y admiración por quien murió peleando a la vez que el desprecio hacia los asesinos.

Tocada por el crimen de su padre, Cristina se abocó a las tareas del impulso de la solidaridad con los presos políticos y demás perseguidos por la dictadura. Trabajó con tesón, arduamente. Quería impedir que su mismo drama lo vivieran otros jóvenes y familias de Chile. Sabía de los lugares de detención, de los sistemas de visitas, de las necesidades de las familias, de las campañas de solidaridad que se efectuaban. En alguna ocasión hablamos de esta actividad febril recomen­dándole tomar tiempo para su descanso y recreación. Escuchaba, accedía, tomaba un respiro para de nuevo vol­ver con más bríos a su acción cotidiana. Igualmente la acosábamos preguntándole por su novio, cuándo se casa­ría, diciéndole que debía dejar más tiempo para esta dimensión de su vida personal. Nunca arguyó en contra­rio pero seguía trabajando con la misma entrega y dedicación.

Jamás pensé en esos momentos, que años más tarde, ya encontrándome en el exilio, recibiría una noticia como un trueno:

- Cristina está desaparecida. Su madre ha denun­ciado que, al parecer, en Argentina o Uruguay la secuestraron después de haber viajado a Buenos Aires.

Leí una y otra vez la información. No había dudas, se trataba de la misma persona, la recordada y admira­da Cristina, la de la risa alegre, silenciosa, hacedo­ra de presentes y construcciones futuras.

¿En qué lugar se encuentra, qué han hecho con ella los matones de Pinochet que se dedican al contrabando de la muerte, intercambiando presos e informaciones con otros regímenes represivos bajo la segura dirección de la Central de Inteligencia Americana?

Escrutando en la memoria se me apareció su imagen, tenacidad, resistencia. Me alcanzó la ternura y la emo­ción. No se puede transformar en pan de cada día el parte de la muerte. Me niego a aceptar que mis camaradas y hermanos se encuentren sepultados en quizás que socavón, aletargándose en sus dolores, extraviados en los silencios, asfixiados en sus ansias de vida. Si muchas son las disgresiones que se hacen sobre lo que es el fascismo, válgame presentar como prueba sólo ésta: la de los seres humanos que los traga la noche, los succiona la muerte, los aniquila el dolor. Y entre ellos está Cristina, desaparecida entre los desaparecidos, perdida entre la geografía mentirosa de quienes carecen de Patria, sentimientos y amor.

Cristina Carreño es una joven que como todas las del mundo soñaba y tejía en su imaginación planes para el mañana. Su vida se extiende más allá de lo que piensan los adoradores de la muerte, es una flor que buscará oxígeno, alimentará nuevos sueños y entre ellos el más elemental, el del derecho a la vida, a la existencia.

Su recuerdo merece más que una lágrima, pero yo no me quedo con su dolor, que lo comparto. Me quedo con su risa y su vitalidad a toda prueba.


Manuel Guerrero Ceballos.
[Sigue leyendo Recuerdos del Checho]

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Manuel:
Mira mi nombre es Eduardo y soy unos a años menor que tu, pero iba en el latino. conoci a tu padre. me hizo clases de Historia y al llegar todos los dias al colegio lo saludaba. Me parece hermoso este homenaje, y con gusto seguire atento a tus comentarios

Anónimo dijo...

Hola Manuel:
Durante muchos años todos los 29 de Marzo he recordado este triste momento ,yo no te conozco ,pero nunca voy a olvidar lo que significo para mi el momento en que escuche la noticia hace ya 21 años ,cuando la palabra degollados ni siquiera tenia significado a mis 10 años...No quiero que en este nuevo Chile superficial en el que vivimos diariamente olvidemos este episodio...es por eso por que no debe haber OLVIDO es que quiero que publiques hora,lugar ,etc con que recordaremos este 29,y si es en el Latino cuentame si sigue en el mismo lugar Los Leones con El Vergel...
Un gran abrazo,y gracias por mantener la memoria de tu padre y muchos otros viva!"
pame

@micronauta dijo...

Hola Eduardo. Yo también esta en el Latino y conocí a Manuel G. C. Era un tipo notable, no iba de trinchera en trinchera ni lanzaba bombas, y ni siquiera promulgaba ese tipo de acciones por lo que recuerdo. Su trabajo era abrirle los ojos a sus alumnos, a nosotros, abrirnos el alma. Recuerdo por ejemplo, una clase que nos hizo donde nos enseñó lo que era y cómo se había originado la música Reggae, una música de protesta! Así que de chicos aprendimos a tener miedo de que hasta la persona más pacífica y maravillosa podía caer en manos del asesinato institucionalizado. Ahí estuve, ahí me tocó, y por nada del mundo quisiera haber estado en otro lugar. Porque pude ir a la clínica a acompañar a Leo, porque pude abrazar a Marcela, que había forcejeado con los agentes que se llevaban a Manuel, que tal vez le salvó la vida a Leo, pero que durante días no pudo hablar, y que cuando dormía despertaba gritando "Manuel dame tu mano". Ella tampoco estaba preparada. Ninguno lo estábamos. Manuel G. A. tampoco. Yo tampoco. Tu tampoco. Pero sobrevivimos para sentirlo, para contarlo y para tener más claro que lo que se había hecho era una horrible transgresión, y que de alguna manera la vida de cada uno de nosotros iba a contribuir para que algo así no pudiera pasar otra vez. Se necesita mucho más que poner velas una vez al año. Pero de a poco, con ese y otros ritos, y cosas como lo que Manuel hace al hablar aquí, y otros hablamos en otras partes, vamos haciendo pequeños pasos que hacen diferencia. Saludos a Andrea.

Unknown dijo...

Ustedes queridos amigos y amigas, conocidos y desconcidos, son gente fantástica... un millon abrazos para cada uno, un millon de lagrimas emocionadas, y un millon de naranjos en flor.
Manuel.

Anónimo dijo...

Manuel:
tambien estuve ahi, el viernes 29 de marzo en el vergel con lo leones, esa mañana....
Que homenaje más hermos has hecho.
Se que se inagurara un memorial,me gustaria estar,¡sabes la fecha y la hora?
un abrazo
v

Carol Crisosto dijo...

Eres nuestra historia nuestra memoria que desconociò la realidad de nuestras vidas tan solo por temor. Te quiere Carolonline.

Anónimo dijo...

Hola Manuel:

Queria darte las gracias por haber publicado en tu página el homenaje de tu padre a mi tia Cristina. Gracias a estas líneas he sabido lo grande y hermosa que fue mi tia y me da mas fuerzas para seguir luchando por lo que ella y toda mi familia a luchado por años, un mundo más igualitario y mejor. Toda mi familia, incluida yo luchamos por saber de sus últimos días y donde encontrarla para que descanse, ya que ella se lo merece. Te mando un saludo desde España (donde yo vivo) y otro a tu padre a voz en grito para que me oiga donde este y darle las gracias por haber realizado esta carta tan bella que perdurará en los años. Gracias por haberla conocido.
Paloma de la Paz Montes Araya

Anónimo dijo...

Estimado Manuel, le escribo desde Lima; Peru, y me ha parecido un recuerdo aguerrido y perecedero sobre una combatiente de la democracia que nos da inspieracion para seguir luchando en estos momentos, amablemente,

Jorge Cespedes