20 marzo 2006

MI PADRE: Conversando con las paredes

El siguiente más que un texto es un rito. Rito en cual se vio sumergido mi padre estando el soledad más absolta en una celda del campo de prisioneros de Cuatro Álamos. Sin embargo, la historia y la memoria lo arrastraron, de una forma dulce y mágica, hacia la comunidad, hacia al colectivo al que pertenecía. Voces y caricias llegaron a él para demostrarle que formamos parte de una cadena viva que resiste, no calla.

Ahora es mi turno el continuar este rito. Y es lo que hoy hago contigo: a través de tu lectura te entrego el mensaje de humanidad que dejó grabado mi padre en las paredes de nuestra historia. Tómalo, ahora es tuyo también.

Manuel Guerrero Antequera.
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Conversando con las paredes

Mirando por la ventana, mi vista distraídamente se posó en un marco. La masilla estaba reblandecida. Hundí un dedo y quedó media marcada mi huella digital. Se puede escribir, pensé. Escribir qué y con qué. No sé, pero escribir, comunicarme, sentirse pensando, vivo, escri­bir.

Me di a la tarea de buscar una herramienta que hiciera las veces de lápiz. Así descubrí un trozo de pa­pel de envolver, totalmente arrugado, una hilacha que podía agrandarse al sacar el remache de la frazada, y una aguja, enrrollada en un borde de la sucia cortina. Con ella lo primero que hice en la masilla, fue poner la fecha y mi nombre. ¿Por qué fue eso lo primero que se me ocurrió? Debe haber sido por el deseo íntimo, consubstancial, primitivo de sentirse identificado, y dejar un vestigio, un yo estuve aquí, si tú lo ves ya sabes, dilo.

Al escribir me acerqué al borde de la ventana y descubrí otros nombres, otras palabras y otras fraces. Empecé golosa, atropelladamente a mirar y por todas partes se me revelaron decenas, cientos de nombres, fechas llamados, invocaciones, re­ cuerdos, emociones iras dolores. Las paredes, los muros, las maderas, los fierros de los camarotes, todo por donde fuera posible poner una letra, signo o palabra, tenía una señal, una idea. Escritas en las formas más increíbles, pero estaban allí,me acompañaban, se comunal caban conmigo,con el pasado que otros vivieron como yo y con el futuro que aún tendrían, por desgracia nuevas víctimas.

Las paredes conversaban. Era sobrecogedor, emocionante, sencillamente humano y por ello quizás más trascendental.

Me senté an la cama abrumado, convulcionado, atónito.

- "María, te amo y recuerdo" Mario

- "Dios, gracias por acompañarme" Rosa

- "Estuve aquí 27 días" Rubén

- "La lucha continúa"

- "No podrán los fusiles acallarnos"

- "Por aquí pasó Sergio" 12-II-75

- "Junto conmigo desaparecieron Rodrigo y Darío" José 31-IV-76

- "Mañana 21 de Agosto, es nuestro aniversario, te quiero" Pedro

- "Hijo, tu padre te quiere" Daniel

- "Allende es nuestro ejemplo"

- "El Partido siempre vive" J.

Y así, por todas partes. Una de las cosas más impactantes eran las cuentas de los días de prisión, ordenadas en filas de a cinco, diez, quince, veinte días o más. Habían algunos que, de tiempo en tiempo, hacían balan­ces:

-"Llevo aquí 71 días incomunicado"

Esta cadena de los presos políticos me ató, se me metió muy dentro. Demostraba, una vez más, saciedad de saciedades, que nunca nadie está solo si ha unido su vida a la suerte de los otros.

Estuve todo el día leyendo las frases, muchas de las cuales, a lo mejor las más hermosas, hoy no recuerdo con exactitud. Por mi parte contribuí al correo de los desaparecidos, poniendo trosos de canciones y poe­mas, frases o simplemente mi nombre y fecha.

Con el tiempo, me topé una vez, en un lejano país, con un compañero que después de presentarnos, se quedó en silencio un momento, para al rato decirme:

- A tí te conocía, tu nombre lo vi en Cuatro Ala­mos. Yo también estuve ahí.

Nos quedamos en silencio y sin decirnos nada, de seguro que ambos pensábamos en los otros nombres, que son seres reales, quizás los mejores,que no estaban físicamente con nosotros.


Manuel Guerrero Ceballos, 1976.
[Sigue leyendo El sol del Choño]

4 comentarios:

Anónimo dijo...

...siempre se encontraban huellas de los compañeros que nos precedieron y en los lugares màs insospechados:un rincòn, bajo el camarote. Testimonios autènticos, plenos de coraje y resistencia. Las voces de nuestros hermanos que nos guiaban en este mar de tinieblas y que nos alentaban a no sucumbir. (en "nuestra" celda encontramos un escrito que decìa Laura Allende).Es difìcil referirse a este perìodo oscuro de nuestra generaciòn y si he agregado mi testimonio acâ es porque me siento en familia. Quizàs sea el mandato de los màrtires que nos impulse a emerger y unirnos a los escritos de Manuel Guerrero.

Anónimo dijo...

Manuel: Quiero agradecerte los envíos que estás haciendo en memoria de tu padre.Soy
profesora de Viña del Mar y viví esos terribles momentos . Creo que somos muchos los
que nunca nos olvidaremos de tu padre, un gran luchador. Te felicito por hacernos
compartir los escritos que de él nos dejó y digo que nos dejó porque creo que
Manuel es de todos.Participé en AGECH y siempre en Marzo recordamos a nuestro gran
compañero.

Un gran abrazo

Anónimo dijo...

Hola Manuel. Desde ayer yo y un amigo estamos "engachados" a tu página donde recuerdas a tu padre. Desde ayer la releo. Simplemente decirte esto en este mes de marzo
Un abrazo desde Andalucía

Anónimo dijo...

¡Qué fuerte! Se me pone la carne de gallina recordar aquellos años de angustia y desazón...
Algunos familiares míos pasaron por algo similar.
Qué horror recordar.

Un abrazo