19 marzo 2006

Al abuelo de MI PADRE

El que sigue, es un poema que escribió mi padre, estando en el exilio, cuando se enteró que había fallecido mi bisabuelo en Chile. Zapatero artesanal de toda la vida, a los bisnietos siempre nos llamó la atención su dura y callosa rodilla izquierda, que ocupaba como mesa de trabajo. Dos ojos azules intensos y manos fuertes, era nuestro querido tronco familiar, quien, junto a mi bisabuela, nos heredaron la conciencia de la lucha del pueblo trabajador por la justicia social y el amor incondicional a los nuestros, y la fraternidad, con respeto exigente, hacia los demás.

Mi bisabuelo fue el primer Manuel Guerrero de la familia, ya que él inició esta luchadora estirpe, como lo hace público mi padre en su poema. Participó, como anarco sindicalista, cuando aún Luis Emilio Recabarren no fundaba el Partido Comunista de Chile, en las luchas obreras y de artesanos de fines del siglo XIX. Analfabeto hasta que aprendió a leer en el otoño de su vida, generó un estímulo tal por descubrir lo bello con sentido social, que su hijo, mi abuelo Manuel Guerrero Rodríguez, creció como escritor popular y periodista autodidacta, y publicó varios libros que retratan la vida de los campesinos y bandoleros de Chile.

Soy el cuarto Manuel de la frondosa familia de los Guerrero. Es un sincero orgullo para mi pertenecer a esta pedazo de humanidad. Y, a pesar de los pesares, aquí estamos los Manueles Guerrero más vivos que nunca, y están germinando nuevos Victor Manueles, Manuel Libertad, Emilia Manuela, y muchos más Guerreros jóvenes, adolescentes y niños, que proyectan a nuestra amada familia en el compromiso, constancia y amor necesarios para hacer lo posible por alcanzar, en el tiempo que sea, el reino de la libertad para el pueblo trabajador.

Bisabuelo Manuel Jesús, estás acá, con tu zapato artesanal y conciencia social auténtica, abriendo con nosotros las luchas del siglo XXI.

Mis cariños para ti,
Manuel Guerrero Antequera.
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Al abuelo

Sería premonición, recuerdo vigoroso
presencia indeleble, coincidencia, o
qué sé yo,
pero te tuve en mí presente más que
otras veces, en que en silencio te
recordé con tus ojos transparentes,
tu risa socarrona, tus iras antiguas
como las injusticias
que tu breve cuerpo contuvo.
Mi hijo me contó que en su curso
habló del bisabuelo que enfilaba su
vida hacia la centena y los
otros niños te imaginaron diverso
de acuerdo a su remota y fantástica
idea de hombres lejanos habitantes
de remotas tierras.
En la tarjeta de mi hermana me pareció
percibir la noticia que tremenda
llegaría: el abuelo, tú, Manuel Jesús,
luchaba contra las enfermedades que
asolaban.
No quiero imaginarte entre asépticos
aparatos, olores y ruido hospitalario,
no quiero verte entre sueros, inyecciones
o balones de oxígeno.
Te quiero seguir teniendo en tu voz
fecunda, tus palabras categóricas,
tus paseos, tus manos sembrando
plantas y esperanzas, tu pecho
vigoroso, tu clara conciencia.
Me quedo con tu imagen agitando
las canas, suprimiendo los dolores,
aderezando las dignidades
de los pensionados que sufrían y sufren
la discriminación, la burocracia y la
humillación.
Te sigo encontrando en el desfile
cuando tu puño zapatero se alzaba
para imprecar a burgueses,
los que todo tienen,
los que no saben lo que es el hambre,
el ser regalado como tú abuelo
que para conocer a tu padre incursionaste
en el norte y el sur,
los que no saben lo que es dormir
en los caminos, aprender a leer
a los setenta años como tú abuelo,
los que no pueden soñar con la
tierra como tú abuelo
porque la poseen y la malgastan,
los que no pueden soñar con días
mejores sino que tienen ocultos temores al mañana,
los que no se emocionan al ver
nacer una flor o una chala que tus
prodigiosas manos hacían para
ajenas personas, como tú abuelo.

¿Has muerto?
A tus 98 años.
¡No puede ser abuelo!
¿Cómo lo has permitido?
Para mí, para mi padre,
para nosotros los que te conocemos,
que salimos Guerreros porque tú
con buen ojo nos cambiaste por Grandón,
los que vimos tus penas y dolores,
los que conocimos tus risas y
sueños, para todos tus amigos
y camaradas, tu no mueres,
no puedes, no debes morir.

PD: ¿Y cómo es posible, mierda,
que tú abuelo,
después de 98 años no tuvieras
más tierra que la que mi familia
te pague para la sepultura?


Manuel Guerrero Ceballos, Budapest, enero de 1982.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola manuel ...
esta vez me motiva las ultimas noticias emanadas del
poder juducial y que tienen relacion con el caso de la caravana de la muerte.

montigglio descalifica este caso ya no lo ve como
crimenes de lesahumanidad ni siquiera como homicidio calificado ,solo
homicidio el secuestro permanente para el no existe lo que consideramos gravisimo por que sienta un presedente para todos los demas casos de
violacion de dd.hh.-

nos gustaria contar contigo para difundir esta informacion
con el objetivode impedir la inmunidad para estos asesinos.

Anónimo dijo...

Querido Manuel, yo leo cada día, cada escrito que tienes en esta pagina no sabes lo orgullosa que me siento de pertenecer a esta familia lo importante que es nuestra raíz, de donde venimos.
No sabes la energía que me da leer lo que el Tío Manuel le escribió a su abuelo, bisabuelo nuestro, al que también tuve el honor de conocer y que lamente su muerte aún cuando era pequeña.
Hombre de mucha historia, que del heredamos lo hoy somos, el lograr ser un gran clan un poco separados, pero con una historia en común.
Que necesario se hace darse cuenta y comprender él porque de nuestros sueños, él porque de nuestras luchas, él porque de nuestra sensibilidad por el que más lo necesita, ahí están la bisabuela Rosa y el Bisabuelo Manuel