24 septiembre 2010

Si ellos mueren de dignidad, nosotros moriremos de vergüenza

No es fácil expresar la ira en un susurro. Y es ira la que me crece desde la médula espinal, que desde el conducto raquídeo ronca y gime como queriendo pasar una bala imaginaria ante tanta barbarie, impermeabilidad al sufrimiento ajeno, desquiciamiento de un Estado que se autocelebra como unitario cuando solo es capaz de practicar muecas masturbatorias de lo Mismo.

Los terroristas no llevan poncho, sino cargos gubernamentales que no reconocen, ignoran, suprimen la pluralidad que nos constituye, y no dan los pasos necesarios para salvar la vida que sufre.

¿A la espera de qué se está? ¿Que el cuerpo no de más y la vida simplemente se apague, para dar demostración de "liderazgo", de capacidad de mando y autoridad? ¿O es que la vida de un mapuche vale menos que la de un chileno?

Reacciona Presidente democráticamente electo. Ponte a la altura de la investidura que ganaste y debe trascender tu limitada capacidad personal de empatía con el otro que no vive desde el código de la especulación comercial. Haz un esfuerzo y sal de tu cálculo bursátil al que estás acostumbrado, y salva estas vidas que está en tus manos. Muestra voluntad política que eso no te empequeñecerá, tú que ya lo tienes aparentemente todo en esta vida terrenal, propiedades, educación, redes sociales y prestigio. Baja la mirada un poco hacia la tierra, ahí donde pululamos los que tomamos el Transantiago, una lancha o una bicicleta para llegar día a día nuestros lugares de trabajo, viviendo de pagar cuotas y dividendos. Baja un poco más aún, y encontrarás a los hijos e hijas de la tierra, quienes no han roto con la naturaleza que para tí es solo un recurso más para explotar eficientemente. Hay un mundo, Presidente, de gente de carne y hueso, de personas que no eres capaz de ver porque las has etiquetado como "terroristas", sin sentarte a mirarlos a los ojos, sentir sus manos, jugar con sus hijos, visitarlos sin una cámara ni flash presente, a pie.

Si hay algo de humanidad en tí más allá de esa nívea sonrisa de comercial y tus párpados arreglados por manos de cirujanos antes de una campaña, haz el gesto, pronto, que está en tus manos aunque muchos/as de nosotros/as nunca lo hayamos querido, deseado, ni soñado en nuestras peores pesadillas.

MG.

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