16 octubre 2006

Sólo voy con mi pena

Más de 20 millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera sus países de nacimiento. Personas que se van y no vuelven. Otras que parten y regresan. Hombres, mujeres y niños traspasando fronteras locales, nacionales, regionales, así como fronteras sociales y culturales. Es la llamada “era de la migración”.

El fenómeno migratorio ha estado siempre presente a lo largo de toda la historia de la humanidad, pero nunca en el grado de expansión e intensidad como en nuestra actualidad que ha sido llamada de globalización neoliberal. Producto de ella se ha alterado el crecimiento de las poblaciones, generando impactos positivos y negativos en los procesos de desarrollo de los países. La migración ofrece oportunidades para las personas que se desplazan y conlleva un gran potencial para las economías, dado el enorme impacto macroeconómico de las remesas. Sin embargo, implica también riesgos como la fuga de capital humano, la desintegración familiar y una fuerte desprotección, más aún cuando se refuerza la selectividad de los inmigrantes.

¿Cuáles han sido las condiciones que han hecho posible la generación de esta gran rueda de millones de emigrantes en todo el mundo?

Terminó la Guerra Fría… ¡para comenzar otra!
Desde el fin de la II Guerra Mundial hasta 1992 se libraron 149 guerras a lo largo y ancho del mundo. Con un saldo, de acuerdo a datos de la UNICEF, de 23 millones de muertos no cabe dudas que lo que se conoció como “Guerra Fría” o “Coexistencia Pacífica” entre dos bloques de poder, fue nada más ni nada menos que la III Guerra Mundial.

En efecto, la III Guerra Mundial fue entre dos sistemas de poder diferenciales, el capitalismo y el socialismo, bajo el liderazgo de los EEUU y la URSS, que tuvo como teatro operativo al conjunto del planeta. Pasando del espionaje internacional hasta la Iniciativa de Defensa Estratégica (“la Guerra de las Galaxias” de Reagan); desde la invasión a Playa Girón en Cuba, hasta el Delta de Mekong, en Vietnam; desde la mayor carrera armamentista que haya conocido la humanidad hasta los golpes de Estado y la Operación Cóndor en nuestra América del Sur y el Caribe; desde las maniobras de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hasta la CIA participando en el asesinato del Che en Bolivia, desde las guerras en Corea y la invasión a Afganistán, en fin, esta Guerra tuvo muy poco de Fría.

¿Quién ganó esa guerra?: ¿Europa Occidental, Estados Unidos, Japón, todos ellos? Esto es lo que no queda claramente delimitado y es lo que abre paso a una nueva Guerra Mundial, la IV (la globalización neoliberal), en la que se disputan nuevos mercados que, con el derrumbe del bloque socialista, quedaron sin dueño. Grandes extensiones de tierra de nadie, junto a potencias en expansión (Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y ahora China), crisis económica mundial y nueva revolución de la base tecnológica, la informática, las telecomunicaciones, los cybermundos.

Ese es nuestro presente: una guerra de nuevo tipo, sin cuartel, que se disputa con un armamento mucho más eficaz y destructivo que las bombas nucleares: el capital financiero internacional que se lanza en la forma de golondrinas a conquistar nuevos territorios. Si la III Guerra Mundial fue entre el capitalismo y el socialismo, la IV se da entre los grandes centros financieros con escenarios totales y a una intensidad constante. Gracias a las telecomunicaciones esta guerra mundial sí que es realmente total.

El fin de la “Guerra Fría” dejó tras de sí no solo un nuevo marco de relaciones internacionales, que conlleva una redefinición de los Estados Nacionales, sino un apetito sin límite por hacerse de las principales riquezas de América, África y Oceanía: sus territorios, pero por sobre todo, su fuerza de trabajo calificada.

¿Cómo se libra una guerra de este tipo?: precisamente desde la nueva base tecnológica que permite que el capital financiero sea como un Dios, que esté simultáneamente en todas partes y en ninguna, a través de las operaciones que se realizan por medio de las supercarreteras digitales. La mundialización de esta guerra vuelve efímeros y frágiles a los Estados Nacionales, cuyos gobernantes se baten en tratar de seguir los vaivenes del libre cambio comercial de los mercados financieros, buscando, en el mejor de los casos, adaptarse a ellos con cierta eficiencia.

Así es, el viejo axioma del viejo Marx acerca del capital, de que “todo lo sólido se desvanece en el aire”, ha encontrado en la guerra iniciada por el neoliberalismo su realización más plena: los mercados nacionales, una de las bases fundamentales del Estado capitalista moderno, ha sido liquidado por los obuses de la economía financiera global. Los poderes públicos de los capitalismos nacionales deben rendir constantemente cuenta a las transnacionales, que juegan a clasificar a los países de acuerdo a sus “índices de riesgo”, y los gobiernos locales –del color político que sean, desde Uribe hasta Tabare Vásquez, Fox y Lula- no disponen de la fuerza necesaria para oponerse a la acción de los mercados internacionales. Empresas y Estados se derrumban en minutos, ya no por revoluciones sociales, sino por las réplicas de los terremotos financieros. El llamado “nuevo orden mundial” destruye a quien le dio vida al capitalismo: a los estados nacionales y sus mercados, llevándose consigo no sólo las soberanías nacionales, sino la posibilidad que bajo este “nuevo orden” pueda haber democracia, libertad, igualdad y fraternidad.

Como señaló en una oportunidad Marcos, el neoliberalismo opera destruyendo y despoblando, pero también reconstruyendo y reordenando regiones y naciones para abrir nuevos mercados y modernizar los existentes. Así, la bomba financiera no sólo destruye a la Polis (la Nación) e impone las lógicas de guerra y miseria por doquier donde se dispare, sino que reorganiza, reordena y rehace fronteras y sistemas políticos, movilizando, desplazando y arrojando a su paso a grandes masas, a millones de personas que constituyen la fuerza de trabajo que se reacomoda en el nuevo mercado del trabajo mundial.


El baile de los que sobran
El “nuevo orden mundial”, el eufemismo con el que se da nombre a la IV Guerra Mundial, destruye las bases éticas, jurídicas, políticas, culturales e históricas de los Estados Nacionales de modo que puedan penetrar las nuevas lógicas de mercado globalizado, teniendo como efecto un despoblamiento de sus territorios. Todos aquellos que son inútiles para la nueva economía de mercado, como los pueblos indígenas, pasan a formar parte de los “reconvertidos” o bien de los desechables, los desplazados por dentro de los países o los migrantes hacia nuevos rumbos por fuera de sus fronteras geográficas, históricas y culturales.

Es el caso de la modernización rural, por ejemplo, que exigen los mercados financieros. Bajo la presión por aumentar la productividad agrícola lo que se consigue es destruir las relaciones sociales y económicas tradicionales, teniendo por resultado el éxodo masivo del campo a las ciudades. Así es, tal como en una guerra. En las zonas urbanas, por su parte, se satura el mercado del trabajo, lo que redunda en una mayor desigualdad en la distribución del ingreso para quienes emigraron buscando mejores condiciones de vida.

¿Pero porqué estos desplazamientos de las poblaciones campesinas, indígenas, afrocaribeñas por toda América del Sur y el Caribe entre los países, y hacia Estados Unidos y Europa? Casualmente la población indígena, de acuerdo a datos de la OIT de Naciones Unidas, que se calcula alcanza a unas 300 millones de personas en el mundo, vive originalmente en zonas que tienen el 60% de los recursos naturales del planeta. Por ello no sorprenden los conflictos por el uso y destino de sus tierras por los que pugnan las empresas y los gobiernos de turno. Así, la explotación de recursos naturales -petróleo y minería-, y el turismo, son las principales industrias que amenazan los territorios indígenas en América. En estos territorios se da, por tanto, la forma en que opera la bomba financiera neoliberal: se destruye y despobla, para luego reconstruir y reordenar la zona bajo otra lógica y con “otra gente”.

Y esto que se da en América ocurre a escala planetaria: la unificación del mundo entero en un solo mercado. No es una federación política entre naciones libres y autónomas, como lo soñó Kant en “La Paz Perpetua”; esto se parece más a un gigantesco mall comercial donde circulan libremente las mercancías, pero no las personas.


“Mi nana ya no es mapuche, es peruana”: El nuevo mapa migratorio
Alguna vez América Latina y el Caribe fue considerada la tierra prometida, “el dorado”, para el primer mundo. Entre principios del siglo XIX y mediados del XX América Latina y el Caribe fue escenario de una intensa inmigración de ultramar, especialmente desde Europa, que aportó en ese período más de once millones de personas a la región. Los inmigrantes que cruzaban el Atlántico para “hacerse la América” bajaron considerablemente –de 76% del total de inmigrantes en 1970, a 40% en 2000-, y aumentaron los latinoamericanos y caribeños dispuestos a buscar horizontes en otros lugares dentro de la región, así como los decididos a desplazarse a países más lejanos. Que 20 millones de latinoamericanos y caribeños vivan fuera de su país de nacimiento –cifra inédita en la historia- es prueba contundente de ello.

Si bien el abanico de destinos en el mundo se amplió para los migrantes de América Latina y el Caribe, es hacia Estados Unidos donde se desplaza la mayoría, alcanzando los 15 millones. Durante la década se terminó por configurar un nuevo patrón de migración: numerosos emigrantes -principalmente mujeres- procedentes de distintos países de la región se dirigieron a Europa y Japón, además de Canadá. Según las cifras disponibles en la CEPAL, en torno al año 2000 unos 2,8 millones de latinoamericanos (en especial argentinos, brasileños, colombianos, ecuatorianos y peruanos) y caribeños residían en España, Canadá, el Reino Unido y Japón.

Al interior de la región la fuerza de las migraciones se hace sentir con especial intensidad en las regiones fronterizas. Los migrantes trasladan su residencia o se mueven de manera temporal o circular, de acuerdo con los ciclos agrícolas, la construcción de grandes obras de infraestructura y el comercio. Este patrón es sensible a las coyunturas de expansión y retracción económicas, como lo demuestra la inmigración de peruanos a Chile.

Asimismo, la violencia sociopolítica y los conflictos internos, fuerzan el desplazamiento de personas entre naciones vecinas en oleadas de exiliados y “retornantes”. En estos movimientos son las mujeres y los niños los que resultan más afectados. Como efecto de la proliferación de “guerras regionales” y “conflictos internos” millones de personas se desplazan abandonando sus hogares padeciendo en sus nuevos puntos de llegada la persecución xenófoba, la precarización laboral, la pérdida de identidad cultural, la represión policial, el hambre, la prisión, la enfermedad y la muerte.

Los migrantes y desplazado se topan con una realidad de la cultura política latinoamericana que, con Martin Hopenhayn, podemos llamar “la negación del otro”. En sus versiones más tradicionalistas y autoritarias, la cultura política latinoamericana ha exhibido con frecuencia una resistencia xenofóbica al otro-extranjero que amenaza la identidad nacional desde fuera y corroe la nación. Es frecuente encontrar discursos esencialistas o autoritarios, para quienes la influencia externa adquirió el rostro de la decadencia moral o la potencial corrupción de un supuesto ethos nacional.

En el extremo opuesto, el propio "criollo" latinoamericano ha negado al otro de adentro (al indio, al mestizo) identificándose de manera emuladora con lo europeo o norteamericano, o bien definiendo el ethos nacional a partir de un ideal europeo o ilustrado, frente al cual las culturas étnicas locales quedaron rotuladas con el estigma del rezago o la barbarie. La “aculturación-culturización” o integración simbólica ha operado como relevo moderno de la evangelización, pero con otros fines: la negación del valor específico de la cultura e identidad propia de los grupos diferentes, como los indígenas, y el intento organizado de quitarles su propio universo simbólico para disciplinarlos en el trabajo productivo, la ideología del Estado-Nación, el espíritu racionalista y el uso de una lengua europea y hoy la adhesión a la “american way of life”. Si antes habían sido desvalorizados por precristianos, más tarde lo fueron por preracionales y premodernos, y hoy son considerados como desechables para un modelo económico que requiere para su mantención y reproducción mano de obra calificada para competir en el mercado global.

Echemos un vistazo a las cifras que nos pueden dar luz porqué hay quien prefiere emigrar de sus lugares de origen en América Latina y el Caribe :
 En el caso de Bolivia, se estima que 75 niños de cada mil nacidos vivos morirán antes de cumplir el primer año de vida, y que la mayor parte de esta nueva población es de origen indígena.
 En México, más del 50% de las viviendas ubicadas en regiones indígenas no tiene electricidad, 68% carece de agua entubada, 90% de drenaje y 76% tiene piso de tierra. El Censo de 1990 reveló que en las localidades con 30% y más de población indígena, 26% de los habitantes entre 6 y 14 años no acudió a la escuela, sólo el 59% de los mayores de 15 años sabía leer y escribir y 37% no había asistido nunca a la escuela.
 En Honduras, el analfabetismo de los grupos indígenas alcanza a 87%, a lo que se suma bajo nivel en nutrición y salud, limitado acceso a los bienes y servicios y desigualdad de oportunidades. En dicho país, donde 6.3 millones de personas viven en condiciones de pobreza, habitan las etnias xicaque, lenca, chortis, pech, misquitos, tawhakas, tolupanes, además de negros y latinos.
 En Ecuador, más del 80% de la población indígena rural vive en situación de pobreza.
 En décadas recientes, El Salvador y Nicaragua sufrieron desplazamientos de población indígena debido a guerras civiles. Lo mismo ocurre hoy en zonas de conflictos como el Estado de Chiapas en el sur de México, y en Colombia, donde la acción de grupos armados ha creado un clima de violencia generalizada en ciertas áreas, afectando en forma directa a diversos grupos indígenas que han sido desplazados o conminados a sumarse a las acciones. Los U’wa en la Guajira y los Cuibas en Arauca-Apure son los principales grupos indígenas afectados. Con la violencia se lesionan también los recursos patrimoniales de las comunidades, tales como fuentes de agua, bosques y tierras, generando nuevos factores de expulsión. En muchos casos, la violencia ha sido dirigida directamente contra los indígenas.


Próxima estación, Esperanza
El llamado “nuevo orden mundial” ya ha ido mostrándole a la humanidad sus consecuencias sociales, así como medioambientales. Entre otras, el reordenamiento de los procesos de producción y circulación de mercancías, los “ajustes estructurales”, el reacomodo de las fuerzas productivas, han tenido como efecto un excedente particular: al parecer hay seres humanos que sobran, que no resultan necesarios para la nueva economía, que no producen como se espera, que no consumen como se debiera, que no son sujetos de crédito, que al parecer son desechables.

Grandes masas de población excedente ronda en las calles del mundo, que no sólo sufre las inclemencias de la pobreza más extrema, sino que si desaparecen la economía ni siquiera se resiente. Grupos de personas que no cuentan, que están desestructuradas, atomizadas, que no tienen vivienda ni trabajo, menos participación política, que hablan castellano, rumano, coreano, inglés con acento africano, francés, quechua o mapudungún. Contingentes de personas que no es raro verlas acompañadas de cartones y bolsas de plástico, o haciendo colas interminables para acceder a algún papel de extranjería, por fuera de las mínimas redes de seguridad social que aún las bombas financieras no han logrado derribar.

Si bien en 1990, la Comisión de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales de Naciones Unidas promulgó la “Convención Internacional Sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y De Sus Familiares”, no hay fiscalización de los Estados Nacionales para hacer valer el derecho de los migrantes para no ser sometidos a malos tratos; ser forzados a la servidumbre o a trabajos obligatorios; tener derecho a la libertad de pensamiento, conciencia, religión y de expresión; a la protección contra injerencias en la vida privada; al reconocimiento de la personalidad jurídica; a la cobertura de Seguridad Social en el país de adopción; el derecho de asociación, de los hijos a la educación; a la libertad de movimiento, incluyendo el de salida y entrada del país; la prohibición de expulsiones colectivas, y un largo etcétera de derechos de los cuales todos somos titulares.

Sin embargo, como lo señalan cada vez mayores sectores de la humanidad, entre ellos desde Chiapas el Sub Comandante Marcos, “la aparente infalibilidad de la globalización choca con la terca desobediencia de la realidad. Al mismo tiempo que el neoliberalismo lleva adelante su guerra mundial, en todo el planeta se van formando grupos de inconformes, núcleos de rebeldes. El imperio de las bolsas financieras enfrenta la rebeldía de las bolsas de resistencia” .

Así es. Un gran movimiento altermundista, progresista, verde, rojo, morado, de los colores del arcoiris, va tomando consciencia de que esta guerra neoliberal nos conduce a enfrentarnos a todos contra todos, al estado de naturaleza más salvaje, que mezcla opulencia con extrema pobreza, alta cultura con marginalidad, que haya conocido la humanidad. Los “prescindibles”, mujeres, niños, ancianos, jóvenes, indígenas, ecologistas, homosexuales, lesbianas, ceropositivos, trabajadores y todos aquellos y aquellas que no sólo “están demás”, sino que “molestan” se están agrupando, como los latinoamericanos en Estados Unidos que hacen valer su diferencia para ser equivalentes en derecho; como los indígenas en Bolivia, Colombia, Ecuador, México y ahora Chile, que reclaman ser escuchados e integrados sobre la base de la superación de la pobreza y el acceso igualitario al sistema político.

La fuerza con que hoy irrumpe la democracia en la vida política de todos los países de la región, a través de la emergencia de nuevos movimientos sociales y nuevos actores que asumen la política, así como la apertura de procesos políticos, permite repensar la construcción de la ciudadanía incorporando, como uno de sus elementos constitutivos, la diversidad cultural.

De lo que se trata es hacer circular el discurso de la tolerancia, del saberse iguales y diferentes, para pasar de la negación del otro, al diálogo y la apertura. La integración social en América Latina y el Caribe requiere del reconocimiento y valoración de la diversidad cultural, de la superación de toda idea de homogeneización cultural, de dominación o de superioridad de una cultura en relación a otra. Es necesario, por tanto, intervenir, de forma creativa y constructiva, los fundamentos y legitimidad de las fuentes históricas de desigualdades y exclusiones por razones de raza, etnia o nacionalidad y origen socioeconómico.

El reconocimiento de la diversidad multicultural y pluriétnica implica que los estados y gobiernos reconozcan los derechos de estos grupos, los incorporen a la legislación y provean los medios necesarios para su ejercicio real. Asimismo, las políticas de desarrollo deben abrir espacios para que estos grupos puedan desarrollar sus potencialidades y capacitarse en el manejo de los códigos básicos de la modernidad, sin que ello conlleve la pérdida de su identidad.

La emigración hacia los países ricos desde los países pobres es un hecho que continuará aumentando progresivamente y que, pese a las medidas proteccionistas y policiales que a menudo se aplican, no podrá evitarse mientras sigan ahondándose las diferentes entre países globalizadores y globalizados. Y no podemos sentarnos a esperar como espectadores el fin de esta IV Guerra Mundial pues en ello se nos puede ir la vida, no solo individual, sino de la especie.

Y así concluyo con el grupo chicano mexicano, los Molotov:

“Voto Latino de entre las masas
voto latino para la
igualdad de razas.

Pinta tu madre patria de colores so you can´t tell
the difference entre los
others.
Que sentirías si cae junto a ti
una hermana que cantó una "Rebel Melody"
asesinos yeah es lo que son la
única raza que odio de corazón.

Voto Latino de entre las masas
voto latino para la
igualdad de razas.”

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay gentes de nuestros pueblos que han aprendido a pasar por debajo de los alambres , sin rozarlos.
Sin esta realidad llena de esperanzas , habría que resignarse a vivir como vacas enmuralladas, en una sociedad donde triunfa la idolatría del mas tírano de los baales :EL MERCADO DE CAPITALES.
Pero los muros ,en verdad,solo caen por la presión interna de esta grandes mayorías que se movilizan. Se acumulan la resistencia no mensurable de los que sufren, de los que no renuncian a saciar su sed de justicia en otras fuentes mas límpias. El pueblo puede empujar y los muros caeran. Sin esta mística brotada de la humilde humanidad de los de abajo ,los muros solo cambian de color, de nombre,o de estructura.
Cariños Desde el diario de una niña vieja

Pacita dijo...

Buena frase de los Molotov pero me parece a ratos una banda algo misogena ... Bueno no era el punto , tu escrito siempre brilante y no te creas que no he pensado en limpiar WC en Australia por un poco de Paz, aire puro, e igualdad de oportunidades ...
Besos

Iris dijo...

"De lo que se trata es hacer circular el discurso de la tolerancia, del saberse iguales y diferentes, para pasar de la negación del otro, al diálogo y la apertura"

yo lo tomo.

Me encantó tu escrito Manuel, me informé, me surgieron preguntas y también recibí respuestas.

cariños

Unknown dijo...

Gracias amigas. Y por esas casualidades, nunca tan casuales, de la vida, hoy me acabo de enterar que los Antequera del norte -que es desde donde se vino la familia de mi abuelo materno, de Tocopilla-, tienen orígen diaguita... Qué tal? Así es que probablemente quien les escribe sea una mezcla andaluza e indoamericana! Vivan los colores!!!
Manolo.

Montserrat Nicolás dijo...

?Diaguita????????????????
?Andaluza??????/

Vikingo, será!

En todo caso,Mimo,más de 60% de las personas involucradas en el 'trata de personas' o human trafficking en las Americas son niños menores de 15 años...

Eso.

XOXOXOXO

Iris dijo...

que quiere que le diga, ¡me muero de envidia no más!, buscaré en mi sangre, esperanzada...

un abrazo,
Iris

Anónimo dijo...

Yo querido niño solo busco sangre compatible, no soy un vampiro hembra solo una mujer latina..
¡¡¡oh si!!! CHILENA

Francisco DLB dijo...

q buen análisis... un verdadero tratado.
me ha servido bastante manuel, saludos!

Pacita dijo...

Manuel: Hace muchos años me tocò conocer una especie de Museo al aire libre donde habìan un montòn de cosas que supuetamente pertenecieron a los Diaguitas ...
Habian bañeras de piedra, dibujos en rocas y màs... Quedaba cerca de las Termas del Soho, camino a Ovalle .
Bueno a veces mi memoria no es tan nitida pero igual te doy el dato...
Besos