27 marzo 2006

MI PADRE: Regreso a la vida


Este es el último escrito que me dejó mi padre acerca del periodo en que estuvo en manos del Comando Conjunto y la Dina en 1976. Lo demás que tengo de la época corresponde a declaraciones que hizo, una vez que fue reconocido como preso político, ante el Presidente de la Corte Suprema de ese tiempo; las Fiscalías Militar y Naval; la Vicaría de la Solidaridad, y luego en Ginebra, en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Mi padre jamás puso en primer lugar su propia seguridad, pues siempre consideró que su denuncia no era personal, sino que a través de ella hablaban cientos y miles de personas que habían pasado por tratos semejantes, muchas de las cuales siguen detenidas desaparecidas.

Faltan muy pocos días para que lleguemos al 30 de marzo de 2006. Y siento como que tengo pocas horas más para estar con mi padre vivo, a través de su palabra escrita. El 27 de marzo de 1985 aún lo podía saludar y besar a las puertas de mi colegio, como todos los días. Restarían solo dos días para que el beso que le di fuera el último.

Mi beso va ahora para ustedes, por recordar en presente conmigo.

Manuel Guerrero Antequera.
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Regreso a la vida

El tiempo se seguía arrastrando, avanzando sin premura, tormentosamente. Llegó el día de mi cumpleaños.

Afortunadamente mis carceleros no se acordaron. Prepa­ré un programa especial. Me levanté más temprano de lo habitual y me atreví a hacer unas flexiones que me dejaron bueno para nada. Hice un aseo de primera, pero an­tes que nada inicié la jornada cantando tres canciones: la Canción Nacional, la Internacional y dos veces Te vi Mujer. Así unía el patriotismo, el internacionalis­mo proletario y el amor (¿buena relación, no les pare­ce?). Extendí la sección artística y canté como nunca más lo he hecho. Repasé libros y películas revolucionarias. Escribí unos mensajes de amor a mi compañera. Hice una complicada construcción, especial, con el peda­zo de papel que de tanto doblarlo no obedecía a los nuevos dobleces. Antes de almuerzo vino la parte política y me pegué un discurso, lo que me abrió el apetito. Almorcé extra, lo que significa que comí pan como un desatado. Traté de dormir siesta, pero no pude. Tracé unas frases en la pizarra de los presos y mirando aquí y allá, me bajó una pena inmensa, grande, profunda. Lloré de dolor, pero sobre todo de impotencia. No me contuve. De las lágrimas pasé, para levantarme el ánimo, a los chistes, lo que es más triste aún, porque contarse chistes a uno mismo ¡es "más fome que bailar con la herma­na"!

Estuve contando filas de días marcados por los anteriores presos e inauguré mi sección, cosa que hasta ese día no había hecho.

La noche cayó como una fosa. La comida me supo a vinagre. Ya no quería nada más. Bastaba de estar así, que me recuperaban, me torturaban, me alentaba para después volver a lo mismo. Quise tener algo con que luchar, un arma o un cuchillo por último, poseer fuerza y tra­tar de escapar o morir peleando. Entendía que resistir era una forma de luchar, pero quería no solo esperar y soportar sus tropelías, sino que yo poder combatir di­rectamente para cambiar mi suerte.

El frío se me metió otra vez en el alma. Temblé con asiduidad y me acosté tapado de frazadas.
Me estaba quedando dormido cuando siento el crepé en el pasillo. Me ovillé de inmediato.
Se detuvieron frente a mi puerta y corrieron el pestillo.

- Levántate, vístete, arregla las camas.

Las interrogantes se abalanzaron sobre mí. ¿Para qué me sacan de nuevo, me llevarán a Villa Grimaldi, a la Colonia Dignidad, o me van a matar?

Come pude estiré los camarotes. Me condujeron por el pasillo hasta una oficina. Habían dos agentes allí y uno me dijo:

- Te vai de aquí, tení cueva, te salvaste del ba­lazo primero y de esta ahora...

No me dijo nada más. Me entregaron mi carné de identidad, me revisaron completamente y me obligaron a seguirlos.

Salimos caminando por el pasillo, cruzamos la si­niestra puerta de fierro y caminamos por oscuros senderos de tierra. Prácticamente no veía nada y me tropezaba seguido. Me hicieron ingresar en una oficina y cuánta no sería mi sorpresa de ver en ella a carabineros con su característico uniforme. Hasta me alegré de verlos, me parecían como más familiares e institucionales (ideas de uno, que se le ocurren en la confusión, en el traspaso de emociones, de estados de vida, en defi­nitiva) .

- A esta hora no se le puede recibir -, dijo uno con cara de perro que estaba tras una mesa-. Tráiganlo mañana si quieren, a esta hora no hay ni carga si quiera.

No entendía nada. Miraba trémulo, de los funciona­rios de la DINA a los pacos, y viceversa.

El funcionario do la DINA insistió:

- Nosotros ya hicimos el pase, es huevá de ustedes cómo se las arreglan-, y sin más se dió media vuelta y se fué.

Quedé entre los carabineros. El que hacía de jefe tomó mi carnet de identidad, lo miró y para intimidar­me, señaló:

- A tí yo te conozco, vos soy de San Gregorio, y harto que hueveaste allá. Qué bueno que nos volvimos a encontrar.

No dije nada. Efectivamente viví muchos años en la población San Gregorio, en la comuna de La Granja, pero sólo una vez tuvimos líos directos con los pacos, las otras fueron escaramuzas de poca monta. De seguro que lo hacía para dárselas de encachao (“Tremenda gra­cia -pensé-, con un pájaro que cae de noche, diezmado, temeroso y entumido”).

- Como no tenemos cargo que darte, ándate así no más, mañana hablaremos.

Me quedé parado y pregunté:

-¿Me voy, para dónde?

Los carabineros se largaron a reír y uno me dijo:

- No va a ser para tu casa, pus huevón, donde los otros presos, entra por esa puerta que hay allí -, indi­có una entrada ubicada a unos 15 metros.

Recién empecé a caer en cuenta que me iba a juntar con los otros presos. Eso significaba entrar a Tres Álamos, ser reconocido, ser un preso con nombre y número, un paso fundamental hacia la vida.

Anonadado entré por el portón indicado. Adentro había un gran patio, desértico lo encontré en la oscu­ridad. Tras de mí se cerró la puerta y quedé parado adentro sin saber qué hacer. Golpié hacia afuera, me abrió un carabinero de guardia y pregunté:

-¿A dónde voy ahora?

Me miró, se tiró a reír y dijo:

- Golpea en esa casucha que hay en el patio.

Fui a ese lugar, golpié y de adentro alguien dijo "entre" y varias voces se rieron. Entré y me quedé mi­rando a un grupo de hombres increíblemente arropados, con pasa montañas, que miraban televisión. Como estaba en la puerta, uno miró y preguntó, seguramente por mi aspecto, que en la noche se parecía un hombre con terno.

-¿A quién busca?-. Ya más aterrorizado, débilmente dije:

- Soy un preso, vengo recién llegando de Cuatro Álamos.

Se pararon todos, uno gritó "recepción" y me empeazaron a abrazar, palmotear, hacer preguntas todos al mismo tiempo.

Ahí estaba respondiendo como podía y dando abra­zos, cuando un compañero me tomó el brazo, recomendó que me dejaran tranquilo, que mañana se podía hablar con calma y me sacó de esa habitación. Me condujo hacia una hilera de piezas y me agregó que por ahí había gente conocida. En el pasillo me topé con un viejo y que­rido camarada. Nos fundimos en un gran abrazo. Me lle­vó a su pieza. Me sorprendió ver que tenían té, pan, radio, diarios; cosas tan elementales pero que parecieron, en esos momentos, atributos sublimes. Después me ente­ré que esa habitación estaba habitada por dos compañeros socialistas, un comunista y un demócrata cristiano. Justo había una cama libre por lo que me la ofrecieron a mí.

Yo estaba mareado aún confundido, pero gratamente sorprendido, incluso excitado. En escaso tiempo mi condi­ción había cambiado, veía una luz de salida en el túnel.

Hablamos de cosas diversas hasta que llegamos a mi detención y estado de salud. Cuando se enteraron de lo que me había pasado se armó una nueva batahola y me sobrecargaron de atenciones. Me acostaron, llamaron a otra gente, me presentaron y se pusieron en campaña para buscar el medio de informar a mi familia. Esto era un día viernes, el domingo había visita.

Esa noche no dormí nada. Tenía una sola gran con­fusión en mi cabeza. Me parecía increíble estar en Tres Álamos, poder saber de mi familia. En ese momento, no me importaba permanecer ahí años, lo importante era haber aparecido.

El sábado fue un día de trabajo. Tuve control mé­dico, que fue por cierto muy superficial, sostuve conversaciones con distinta gente contándoles mi caso, y sobre todo nos preocupamos de que se avisara a mi familia.

Afloró en mí una gran preocupación por mi compañera. ¿La habrían tomado, habría aparecido, habría perdido la guagua en gestación, qué sería de mi hijo y mis padres?

También pregunté novedades por otras detenciones. Me enteré de algunas habidas durante ese período.

Ese día los compañeros me cuidaron y atendieron como a un niño, me prestaron ropa, me pude bañar, se prepararon comidas especiales. Todo en vista del encuentro familiar del domingo. Con una familiar de un preso se logró que se avisara de mi estadía allí, e igual so­licitud se le hizo a Carabineros que eran los adminis­tradores del campo de concentración de Tres Álamos.

En la tarde caí rendido en la cama. Dormí profun­do y pesado, para pasar nuevamente la noche en vela. Durante el desvelo empecé a diseñar lo que iba a consultar con mis compañeros: cómo crear una forma de anillo de protección sobre la base de denunciar mi caso, que me protegiera de nuevos intentos de desaparición y sirviera para combatir al régimen. Sentía nuevas fuerzas y tenía la resolución de seguir luchando hasta el fin.

Llegó el esperado día de visita. Los amigos me prestaron un poncho blanco y un gorro pasa montaña. Esperé como un colegial que me llamaran por la lista. Los presos iban saliendo de uno a uno hacia donde estaban sus familiares sentados en unas bancas, puestas a la intemperie durante el frío invierno.

Por fin me llamaron. Salí caminando lentamente, mirando todo con verdadera emoción e interés, buscando entre todos esos rostros anhelantes mis seres queridos. No los vi. Me empecé a desesperar. Miraba y miraba, y entre la muchedumbre asomó el rostro lloroso de mi compañera con su guata, cual banderola en el aire, acompañada de mi padre, mi madre y mi suegro.

No me reconocieron hasta estar muy cerca. Nos fundimos en un todo de abrazos, lágrimas, suspiros, y, sobre todo, vida.


Manuel Guerrero Ceballos, 1976.
[Sigue leyendo Padre, no estás solo]

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Manuel

no importa no haber recibido estos días tus mensajes....
Ellos están presentes en cada amanecer, en cada niño a quien atiendo, en cada niño
a quien no puedo, aunque quiera, ayudar.....

En esta oportunidad el silencio está hablando por tu padre

Un abrazo con mucho afecto

Juan

Anónimo dijo...

Manuel, buenas tardes.

Gracias por compartir todos estos escritos de tu padre. El ultimo que recibí fué
hace mas de una semana atrás...Podrías decirme cuantos mandaste?

Gracias, y les mantendré siempre en mis oraciones. Espero que no te moleste.

Atte.

Anónimo dijo...

Viejo perro, hermanados en la lucha contra los lobos como dijera hoy el
camarada Neruda, en horas mas
habran momentos de angustia, de llanto, y de dolor, quisiera decirte
hermano somos solidarios contigo en el dolor
pero sabemos que no es asi, porque lo que tu sientes familiarmente esta
fuera de lo que sentimos nosotros, nosotros lo sentimos como el camarada
miembro del central, que estubo donde habia que estar, nada mas, nada
menos, junto a el recordamos a los que de cerca nos tocan, desde la
distancia te pido, tomate un pencazo por mi parte un pipeno, piensa en
tu viejo, sin el , sin su ejemplo no estariamos donde hoy estamos y
piensa, quizas no lo imterpretes asi , piensa lo que te digo, celebra la
victoria de uds, a pesar de los crimenes, los adioses y el dolor
personal de cada uno, uds, tu y los tuyos, los que pelean por mantener
viva la memoria historica, han truinfado....aca en la viejas europa, se
empieza ya a analizar el hecho de como en chile, se esta ajustando
cuenta con el pasado, por supuiesto que quisieramos que fuera mas rapido
y que hubieran castigo ejemplares para los verdugos y los asesinos, pero
el hecho de que hayan juicios, ya es una victoria, uds, han llegado mas
lejos que espana, argentina, cambodia y otros lugares donde a reinado el
terror, vamos viejo arriba los animos, eso habria querido tu
padre..mandate un pencazo como te decia, y una cosa te prometo en el
proximo viaje que haga a chile, te buscare y si te parece, juntos
recordaremos el pasado y tu me contaras de tus suenos, y yo te contare
de Marcoleta y de las JJCC y las historias de ese tiempo...

Anónimo dijo...

Manuel;

Quiero agradecer la posibilidad de haber sabido algo más de tu viejo con
sus/tus relatos... desde esta esquina de Chile un apreton de brazos.

Anónimo dijo...

Estimado Manuel,
estoy muy lejos de Chile, en tierras que tal vez conociste de infancia. He
recibido y leído cada uno de tus E-mails. Te escribo sólo para decirte que
en este próximo día 30 de Marzo considera que un sujeto más bien anónimo
para ti ha compartido tenuemente en estas
semanas un ínfimo trozo de tus sentimientos; si es que algo así es posible
en lo absoluto.

Anónimo dijo...

Manuel, hermano de penurias. Leo las letras de tu padre y hubiese querido
que el dolor de mi padre lo hubiese dejado escribir sus recuerdos, para
poder dejarlos como memoria, para siempre, como las palabras de tu padre.
Mucha humanidad, mucha fuerza, mucha sinceridad se encuentra en el coraje de
sus encuentros con lo alto y lo bajo de nuestra gente y pasado.

Anónimo dijo...

Ay amigo, no sabes como entiendo lo que dices. tu nostalgia y tu sensación de la
cercanía del alejamiento. Pero ¿sabes? No va a ser así, tu papá y todos nuestros
muertos siguen entre nosotros, siempre. Yo se que las sensaciones de los cercanos no
es la misma que la de las multitudes, pero son esos que nos parecen lejanos los que
nos acercan a nuestros ausentes.

Tú has hecho algo muy hermoso, un acto profundamente revolucionario, con las
palabras de tu papá, nos lo trajiste de vuelta y con sus palabras refrescaste la
memoria de todos.

Yo tengo todo lo que mandaste guardado y ahora tengo el Siglo en mis manos. Estoy
pensando en hacer un microprograma radial del recuerdo, con debates, opiniones,
etc. He conversado con los actores jóvenes del teatro y se han mostrado bastante
impactados y con deseos de cooperar.

Como ves te queda todavía un tiempo para sentirte cerca, si de mi depende, solo
avísame y yo te ayudo.

Anónimo dijo...

No te deprimas, que queda mucho por hacer, tu padre y compañero nuestro, esta y
seguira estando su pensamiento junto a todos nosotros, que creemos aun en el hombre,
un saludo y un abrazo en la distancia.

Anónimo dijo...

Bueno , pero del 76 al 85?
Un abrazo comprometido con Manuel

Anónimo dijo...

Querido Manuel:
Leer todos los escritos de tu padre y tuyos, ha renovado en nosotros con más
fuerza el deseo de justicia, que en recuerdo de ellos los tantos amigos y
hermanos que sufrieron, al menos con nuestro trabajo luchamos para que nunca
más ocurra algo similar.
Manuel, ten fé en que somos muchos los que hemos dedicado nuestra vida
entera en inculcar en nuestros hijos y jóvenes amigos el respeto por la
democracia, el respeto por las ideas opuestas, es decir, por sobre todo el
valor irrenunciable del ser persona.
Nos emocionó mucho, cada escrito, pero sobre todo este. Si tienes hijos,
bésalos mucho y si aún no los tienes besa a otros niños, nosotros lo hacemos
a diario, pero mañana a nombre de los hijos de Guerrero, Nattino y Parada lo
haremos con más fuerza, para que nunca más nadie nos robe el derecho a amar
a los nuestros.

Anónimo dijo...

Manuel: Nos enteramos por una amiga de la inauguración del memorial por tu
padre, Santiago Nattino y José Manel Parada.Nos dijo que será este miércoles
a las 11. Pero no sabemos donde queda exactamente.
¿Puedes mandarnos por esta misma vía la dirección y cómo llegar?
Tenemos mucho interés en poder asistir.

Anónimo dijo...

QUE HERMOSO Y GRANDE LO QUE HAS ECHO DURANTE ESTE MES. DIGNO HIJO DE TÚ
PADRE , ME HAS ECHO CONOCER A OTRO MANUEL, NO TAN SOLO AL MILITANTE SINO AL
MANUEL ROMANTICO, ENAMORADO, TIERNO Y AMANTE DE LA VIDA. HIJO, TAL COMO LO
HAGO CON EL MIO, TE DOY UN BESO EN LA FRENTE Y QUE DIOS
TE BENDIGA...CON TODO MI CARIÑO Y SALUDOS PARA LA MAMÁ

Anónimo dijo...

Estimado Manuel,
Quiero agradecerte la valentía que has tenido para traernos a tu padre a la vida de
esta forma. Pese a que no le conocí, su palabra ha estado conmigo y con todos
nosotros durante todo este tiempo de una manera testimonial y terrible, pero también
soñadora y constructiva en un los peores tiempos.

Te lo agradezco porque imagino que este es un esfuerzo emocional enorme que tu estás
haciendo como hijo por todos nosotros. Y no ha sido en vano, ya que su vida y su
muerte han estado presentes como nunca antes lo habían estado. Tu padre ha estado en
nuestra memoria.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Querido Manuel:
Si Manuel tu padre pudiera volver seguro que su misión más importante sería
abrazarte y besarte muchas, infinitas veces, igual a tu hermana, a sus nietas. He
leido los escritos de tu padre casi todos juntos y la verdad son un tremendo
testimonio, hay mucha humanidad en sus palabras y creeme que tu homenaje,
compartiédolas con todos nosotros, es un gesto sobrecogedor y muy potente.

Carol Crisosto dijo...

De madrugada postee en mi blog personal tu carta.. esa que llevamos en nuestro corazòn no para llenarnosde odio sino para llenarnos de amor ese que nos deja tu padre que ahora es nuestro pues sus cartas revelan el testimonio fiel de un hombre que amò la vida por sobre cualquier circunstancia.

Que si una vez llevo rencòr y frustraciòn en algunos de sus dìas por este paso por la tierra humana esto quedò anulado con el amor generado en sus hijos en su vida polìtica en sus testimonios a travès de ti..
nuestro amado Manuel hijo quien se encarga en este instante de transmitir el profundo legado plagado de hechos historicos que nunca supimos mas la fidelidad de su hijo que a pesar de no tenerle fisicamente se lleva al hombre en el hombre nuevo que nace a partir de convicciones e ideales de no anidar en ti un odio que lacera siendo este suplido por tu abierto corazòn para entregarte a nosotros.. humanos de este planeta blogs para hacernos comprender que a pesar de todo LA VIDA ES BELLA..

TE QUIERO MANUEL Y DOBLEMENTE AGRADECIDA POR DESPERTAR AMOR EN NOSOTROS.

Carol.

Anónimo dijo...

Manuel
muchas gracias por compartir las memorias de tus padre.
un abrazo

Centro Gilania dijo...

En este día de conmemoración del Detenido Desaparecido, me llegó como un mensaje este sitio de recuerdos a tu padre querido por tantos y tantas. Leí con emociones encontradas sus cuentos. Gracias