05 marzo 2006

DE MI PADRE: Los chacales actúan


Herido, con la vista vendada, las manos esposadas a la espalda y la angustia dentro, me ordenaron bajar.

Después del camino de tierra, el vehículo ingresó a un lugar campestre, traspasando un gran portón de fierro, arrastrándome retrocedí. El roce del cuerpo por el piso ahondó el dolor. Dificultosamente me paré. Giraba todo alrededor. Sentí que estaba en medio de un remolino que me volteaba. Las piernas eran de plomo. Parado en ese lugar, a oscuras y maniatado, la soledad comenzó a hacerse patente.

-"Camina, huevón".

Avancé a ciegas y caí desvanecido. Recobré los sentidos. Me pararon y empujaron. Di algunos pasos, me sostenían por los brazos.

-"Entra".

Caminé y la cabeza se estrelló contra un muro. El dolor fue intenso.

-"Tenís que agacharte, tonto huevón".

Lo hice. Había olor a limpio. Captaba espacios amplios. Seguimos avanzando.

Trastabillaba, tropezaba, caía.

Cada golpe provocaba la hilaridad de los verdugos.

-"Baja".

Calculé una escala y el paso para un escalón. Estrepitosamente caí. El cemento de la escala golpeó mi cuerpo. Por fortuna era corta.

Entramos en una sala como gimnasio. Las voces retumbaban. Existía agitación, movimiento, varios hombres y mujeres hablaban.

Una radio sintonizada en frecuencia modulada tocaba fuerte. Era música de supermercados, como llamaba a esas melodías un amigo. Entre disco y disco, daba mensajes de la Junta invitando a incorporarse a la reconstrucción nacional.

Me sentí torpe y voluminoso.

Esperaba. Nadie decía nada. Parecía que se habían olvidado de mi, que no tenían interés en hablarme.

Pasaron los minutos; la debilidad aumentaba. La boca la sentía enorme y áspera.
Quería dejarme caer. No lo hice. Fueron momentos de duda, pensaba: si hago tal cosa puede resultar esto o aquello. La expectativa era dramática.

Como en diferentes ocasiones anhelé abrir los ojos y encontrarme en otro lugar.
Aguardé el golpe que podía venir de cualquier lugar.

- “Sáquenle la ropa”.

Abrieron las esposas, me sobé las muñecas. Me empezaron a sacar la ropa. Seguí con la vista vendada.

Fui empujado hasta el borde de una tarima, camastro liso o mesa.

-"Súbete”.

Con trabajo lo hice. Quedé tendido de espalda. Desnudo, con los ojos vendados, acostado sobre una cubierta fría y dura - como de latón o baldosas - terriblemente dolido, mi angustia se desbordó. A pesar de mi oposición, las lágrimas rodaban por las mejillas. El cuerpo brincaba, me estremecía.

Recordé el bolsón escolar de mi hijo. Debían estar examinándolo, abriendo sus forros y tapas. En la orfandad renació la ira. Balbuceo las primeras palabras después de la agresión:

-"Ahí tienen lo que buscan, los cuadernos de mi hijo les van a servir harto".

No respondieron. Quedé tirado. No decían nada.

A pesar de no desearlo y buscando controlarme, tiritaba con agitación. Sentía más frío que nunca. Lo dientes rechinaban.

Sentí fluir sangre de la herida.

Hubo silencio y otra vez pareció que nadie se interesaba en interrogarme, que cumplían labores más importantes. Sentía que me observaban, pero no sabía si había alguien al lado mío o más lejos.

Un golpe de puño, seco, recibí en la herida.

-"Cuenta ahora, concha de tu madre".

Grité de dolor.

Mordiendo las palabras contesté preguntando.

-" Qué quieren que les cuente?".

-"Todo pu's huevón".

-"No tengo nada que contar".Esperé otro golpe. Llegó y fue más violento. Del pelo a los pies me sobrecogió el dolor. La herida manaba más sangre.

-"Vos creí que somos aprendices hijo de puta, si te buscamos fue por algo. Si querí tirarte a choro te vai cortado. Por lo demás ya estai harto cagao".

Otra vez me dejaron. Algunos se alejaron y a otros los supuse al lado. Reían, bebían café, hablaban de la OEA mofándose de las discusiones sobre los derechos humanos.

-"Eso es puro hueveo, igual hacemos lo que queremos”.

La desnudez me hacía sentirme desamparado, más estando con los ojos vendados y amarrado al mesón. A esta indefensión absoluta se unía la duda lacerante de ignorar qué venía a continuación, de dónde venía y a donde iría el castigo siguiente.



 Manuel Guerrero Ceballos, 1976.
[Sigue leyendo la continuación de este testimonio Recuerdos de amor]

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Manuel
Se acerca para los argentinos el aniversario de una fecha aciaga. El 24 de marzo de 1976. Es todavía más significativo que compartas conmigo, este mes, los escritos de tu papá.
Cariños
Diana

Anónimo dijo...

Desde Comodoro Rivadavia, Chubut
Argentina
Dr. Miguel Angel de Boer

Por tu padre Manuel, y por tantos!

VIEJO MUELLE...QUERIDO!

Cuando te vi
como un gigante solitario

herido

no pude contener mis lágrimas

Y me remonté como en un sueño a tantas historias

de muertes tristes
y amores bellos

A una infancia de "restinga" en el verano
A la "zorrita" que nos llevaba a la escuela
Al tren gritón incansable con su carga
y al "autovía" en el que viajaba feliz pero...

(aún rememoro la tragedia de aquél día)

A la aventura de ir en barco en la lanchita
trepando por la "escala de gato"
o bajando en el "cajón" hasta la "chata"

El sol parecía deshilvanarse mas tranquilo en aquellos tiempos

acariciando a los lobos somnolientos
jugando con gaviotas y toninas
saludando a los cardúmenes de peces
(inundando mis ojos de hermosura)

En tanto...
¡Cuántos hombres!
¡Cuántos!

La piel engrosada de salitre
Los rostros golpeado por el frío
Las manos gastadas de viento y de tormentas

Dejaban todo
para ir a atracar un petrolero

( no había navidades ni años nuevos)

¡La vida dejaban!
¡Sus almas y sus cuerpos!

Envejeciendo de apuro
a fuerza de sacrificio
de alcohol
de esmero

Rudos
Nobles
Ingenuos
Amaban el mar y su trabajo
nutriéndose de océano

( mi padre estuvo entre ellos)

Ya antes se había ido el barrio
de cuajo quedó deshecho

( y una flor que yo amaba se llevó el fuego)

Viejo muelle...querido
Sé que estás lastimado

Pero si sabes lo que está pasando
no mires
Dejá tu cabeza hundida

( total, siguen usando tu esqueleto)

Todo ha cambiado

¡tanto!

A tu gente la están yendo
con un sabor amargo
y el corazón lleno de pena

( sobremuriendo )

Para ellos
Para vos
son estos versos

Y aunque en este cruel naufragio
haya que seguir con los remos
ni el tiempo ni las cenizas

podrán

tapar

mis recuerdos.

Anónimo dijo...

Gracias Manuel, te admiro por tu valentía y por el amor tan grande que
sientes y diseminas. Un abrazo

Anónimo dijo...

Estimado Manuel:

Yo no sé de dónde saca tantas fuerzas para seguir adelante. Si bien es muy doloroso recordar, pienso que el sentimiento que lo anima son varias cosas, entre ellas, impedir que la presencia y la memoria de su padre quede en el olvido. De alguna manera, el hecho de traerlo al presente, es hacerlo volver sobre sus pasos serenos de joven combatiente y soñador. Me doy perfecta cuenta que dedicará toda su vida, a continuar con la labor de su padre. Le doy mil gracias por enviarme sus escritos, de ellos extraeré algunas ideas importantes, fechas, tal vez lugares, acontecimientos.

Lo más importante, es que su padre está vivo, y siempre lo va a estar a través de Ud., y cuando Ud., ya no esté, no me cabe la menor duda que su descendencia y sus pares, continuarán con su tarea.

Yo sólo quiero decirle que comparto su dolor, nada más, y que siempre lo voy a compartir, el suyo y el de todos aquellos violentados injustamente

Anónimo dijo...

solo puedo decirte eso "el espanto".

Anónimo dijo...

Manuel (o Manolito como te conocí en Budapest, Obuda, Pest o Ujpalota).

Muy muy potente, tierno y Guerrero el recuerdo vital de Manuel (Mi dirección pvasquez@jri.cl)Pronto te escribo

Pablo Vásquez Salazar.

Anónimo dijo...

Querido Manuel, que dolor, no te puedo decir nada, estoy con lágrimas que no me
dejan ver lo que escribo, estoy con una punzada grande en mi corazón y en mi
estomago, cuánto dolor.... y cuánto amor de parte de tu Padre, solo te puedo
enviar... ojala lo puedas sentir un abrazo cariñoso.. tibio.