28 mayo 2007

The Beatles y la dominación blanda


En estos días se cumple el cuarenta aniversario de una las obras cumbres y más hermosas de la música popular occidental, dentro del estilo afroamericano, el "Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band", de los Beatles. Tal obra constituye el esfuerzo de romper desde dentro de las reglas de juego de la música comercial -con sus estructuras tonales y rítmicas "oreja" y de duración corta para que sean de fácil consumo- con aquellas mismas reglas. Luego de haber guardado silencio por más de un año, y no presentándose a conciertos por la saturación de repetir siempre lo mismo, The Beatles compusieron este pieza clásica donde cada tema forma parte de un todo, donde el vinilo de 33 pulgadas fue tomado como soporte de trabajo en su totalidad. Es lo que luego se llamó "disco conceptual", siendo una de las piezas más conocidas y tocadas en este estilo "The Dark Side of The Moon", de Roger Waters con los Pink Floyd, pero también "Thick as a Brick", de Jethro Tull, y el emotivo "Tales from Topographic Oceans" del grupo Yes.

¿Cuánto espacio tiene para la creatividad un grupo o un artista que se mueve al interior de la gran maquinaria de la industria cultural? La verdad es que poca, casi nula. La presión del mercado de la industria discográfica por generar éxitos rápidos es enorme. El requisito puesto es que los temas operen como "jingles", es decir, que concentren mucha información en un espacio auditivo muy corto, de manera que sean recordables pero desechables al mismo tiempo, de modo de satisfacer al auditor su deseo de libertad y felicidad, pero al mismo tiempo dejarlo insatisfecho para abalanzarse a comprar un nuevo tema musical. Una especie de medio simbólico generalizado de intercambio, como el dinero. Por ello la mayoría de los temas pop no pasan de los 3 minutos, lo que implica "poner toda la carne a la parrilla" desde el inicio, y no como sucede, por ejemplo, en el jazz o la música llamada "docta", en la que se cuenta con largos espacios introductorios para preparar al auditor -y al músico que interpreta- para luego avanzar hacia un desarrollo más complejo de la obra, con variaciones sobre un tema principal.

El Sgt. Peppers es el intento de quebrar con aquel esquematismo del tema pop que se compone y llega al auditor en forma discreta, descontextualizado de su lugar de emergencia, para luego, por saturación en las radioemisoras, morir en la soledad. El éxito pop corto y solitario nace y perece, podríamos hacer la analogía, tal como el individuo aislado de la sociedad capitalista contemporánea. Lennon, McCartney, Harrison y Star, en cambio, de la mano de su productor musical George Martin, e inspirados por el disco "Pet Sounds" de Brian Wilson de los Beach Boys, lograron crear con el Sargento Pepper un todo que, como diría hace mucho tiempo atrás Aristóteles, es más que la suma de sus partes, donde cada tema remite, se debe y diferencia del otro, tal como desearíamos que fuera una sociedad emancipada: social.

Pero con su hazaña creativa ¿pudieron los Beatles, desde dentro de la industria, romper con el esquematismo comercial del pop de las grandes cadenas discográficas? Todo indica que no. Luego de un tiempo en que el rock hizo suyo el formato de larga duración fundamentalmente con el llamado rock progresivo, con el giro neoliberal del capitalismo globalizado la megaindustria discográfica -que es uno de los negocios más expansivos junto con el de las armas y la droga- se ha puesto al servicio como nunca antes de lo rápidamente reproducible y desechable. Compre su tema, bájelo por un dólar de Internet, cargue su I-pod, entre otros, muestran la cara técnica de la hipervelocidad del modo de producción actual, para el que cualquier detención y serenidad que haga espacio a la reflexividad pausada es una amenaza en tanto pérdida de tiempo productivo. Tiempo libre puede haber, pero siempre que sea útil como compensación psíquica para la intensividad de una explotación hipertecnificada.

Es lo que Herbert Marcuse llamó acertadamente como las "técnicas blandas de dominación", las que buscas disciplinar ya no solo el cuerpo -como en la antigüedad- pues éste ya está domesticado para la producción, sino la subjetividad. La intensificación del trabajo que es cada vez más intelectual que corporal -véase el crecimiento explosivo del sector servicios, de los manipuladores de símbolos y la comunicación social- tiene su correlato, sin embargo, en las altas tasas de stress, depresión, consumo de fármacos y agresividad contenida de la población. Tales efectos del actual modo de producción generan descontento y frustración cotidiana, pues se trata de una máquina insaciable, efectos que, no obstante, no son reprimidos desde la violencia ciega, sino a través del consumo que exige integración incondicional y no antagonismo, implicación y no crítica, donde el (auto)control de lo afectivo es de primera importancia. Tolerancia represiva, autoritarismo amable como signo de los tiempos.

La música pop que buscan producir y reproducir las grandes discográficas está al servicio de tal dominación. Sin embargo, en todos los estilos de la música comercial no paran de surgir los nuevos Sargentos Pimienta que se rebelan, desde su instinto creador y la capacidad que genera el contacto con el otro y la búsqueda de la alteridad, contra el horizonte estrecho al cual la industria cultural los intenta encajar. Muchos artistas, incluso considerados estrellas en la esfera comercial, como Prince o George Michael, han emprendido acciones legales y organizado a sus seguidores para contrarrestar el poder de las empresas que los tratan como esclavos ilustrados coartando su libertad artística.

Pero el arte, incluso el masivo, cuando va de la mano de la ética y honestidad de la creación se vuelve político, y horada lo que aparece como un mundo naturalizado, cada vez más diet y adulcorado, aparentemente sin alternativa posible. La imaginación vuelta fuerza material siempre seguirá echando pimienta a este estado de cosas eficientemente administrado que no es más que una construcción humana que, para posar de permanente, pretende en cada gesto borrar con la mano lo que escribe con el codo, como diría un Andrés Calamaro.

Publicado en La Nación

8 comentarios:

Matias dijo...

Es muy bueno, e interesante el correlato de las producciones culturales en el ámbito de la música, donde The Beatles, son un tanto pioneros y los postulados de Marcuse acerca del hombre unidimensional, o desde Adorno y Horkheinheimmer sobre la industria cultural. La colonización de la subjetividad, la alienación...pérdida de la conciencia crítica a través de las lógicas manípuladoras del mercado y la tecnocracia. Muy interesante el blog,Ojalá podamos interactuar y debatir conceptos e ideas. Te dejo mi blgo para que lo visites es sobre periodismo y literatura.www.krabematias.blogspot.com

Anónimo dijo...

no obstante, este nuevo orden derivado de la expansiva industria musical y del dilema de ser músico rápido o conceptual, nos pone en el sgte escenario sí o sí:
- los formatos para publicar música son cada vez más tecnológicos. Volver a publicar en vinilo es una ilusión, básicamente porque no todos tienen tornamesa en su casa y sí tienen reproductores de mp3 y cd. Así que hay que jugar en esas reglas o se está obsoleto.
- Lo anterior nos obliga a saber producir arte para estos medios. Por lo tanto, hay que ser algo más que músico para hacerlo. Hay que ser moderno, actual o contemporáneo, o algo así para entenderlo. en otras palabras, abiertos de mente.
- Este conocimiento más el estudio tradicional del arte nos da un nuevo concepto de artista: el holístico, el integral. Componer partituras para el baúl no sirve, el manejar programas sin contenido estético original tampoco sirve. El manejo de ambos saberes nos da como resultado un artista competente con el mercado y la estética (cualquiera que sea). El que lo logre, amplía sus horizontes, después de todo, el disco de los beatles es una mezcla de ambos, por eso también marcó un antes y un después en las formas de producción de arte.
- Según yo, el que sólo hace canciones de 3 minutos es incompleto. El compositor de sinfonías también es incompleto si no puede hacer obras de formato corto (como las canciones). Cualquiera de los dos tipos de creadores también es incompleto si no sabe manejar los medios tecnológicos de producción. Una cosa es crear, otra cosa es publicar. Sin publicación la creación queda truncada. Y no es necesario acudir a productores o sellos para hacerlo. Con la proliferación de internet es más que posible. Vivir de ello sin transar la esencia estética es un signo de ir por buen camino, si se desea eso.
- Juegue. Pase a ser un dominante duro: crear, escribir, ensayar, grabar, editar, mezclar, masterizar y publicar. Si llega a vender además, entonces háganos unas clases.
MM

PS: en 1967 murió el Che, se suicidó Violeta, nació Inti Illimani y un sin fin de sucesos que al parecer el destino astrológico confluyó. ¿O habrá sido el cambio de año maya? 40 años de hartas cosas.

Anónimo dijo...

...entonces hay que discutir cual es el rol de la creacion o el rol de la persona creadora...que cree en su arte mas allá de lo que provoque en el publico quien lea, oiga o vea la creacion. Hay que vivir y crear para que ellos disfruten? para la satisfaccion del que compra libro, cd, o entrada al teatro? Es cierto que el personaje creativo no es un ente solitario, necesita de retroalimentacion y eso sucede con el publico, pero creo firmemente que debe existir un equilibrio entre ambas parte. Pero eso no se logra si tienes que competir con pares que quieren aparecer, mostrarse, ser con otros , si el mercado solo quiere explotar a uno, al que le sirve, al que genera plata, que deja al espectador satisfecho y no inquieto por nuevos enfoques o puntos de vista...donde quedan las emociones, vivencias, discuciones?...donde queda el arte de cuestionar y seguir buscando nuevas respuestas, movimientos a un problema? donde dejamos la necesidad de decir de formas distintas lo que ocurre con nosotros y nuestro entorno?...una reflexion a la loca...de alguien que siente, vive con el problema de la creacion y su urgencia de expresion...
gracias...

Unknown dijo...

Muchas gracias por los comentarios. Coincido con la mayoría de los puntos. El dilema libertad creativa y público, por un parte, y creación y mercado, por otra, no es fácil de resolver. Sin embargo, creo que el artista -como todo trabajador proyectual- debe ser honesto, sin caer en el martirio necesariamente, con su quehacer. "Canto que ha sido valiente", decía Victor Jara, "siempre será canción nueva". El artista, como el intelectual crítico, se juega, se le va la vida en lo que realiza. Lo que realiza es su propia realización. Y hay que afirmar la libertad para no caer en la maldita autocensura, que es el peor veneno para seguir reproduciendo lo que hay.

A abrir nuevas perspectivas, a seguir echando pimienta con amor!!!
abrazo,
Manuel Lennon McCartney Guerrero

Anónimo dijo...

mmmm. hubiera preferido un comentario a cuarenta años del album blanco con un analisis mas musical que estetico.

Rodrigo

bo dijo...

O sea el rock nos volvió a hacer crecer el pelo, la conciencia no militar y anticatolica es la gran herencia del rock, gracias al rock practicamente se mundializo una conciencia sobre la existencia humana, sobre las drogas y su uso prohombre, etc., mientras los intelectuales todavía andan con bitle

Anónimo dijo...

Como beatlemaniaco hasta los huesos no me queda más que defender al Sgt Pepper. No diría que es lo mejor de los Beatles. Hay quienes prefieren el Revolver, otros el Album Blanco o el Abbey Road. A mí me encanta el A Hard Days Night, un disco muy correcto de la primera etapa antes que los beatles fueran objeto de tanta elucubración, evocación y objeción. Las críticas al Sargento me recuerdan la anécdota que reza que en la década del 60' se reunieron en Montevideo en un seminario algunos de los más importantes intelectuales de la izquierda latinoamericana. El tema? Los dibujos animados. Ariel Dorfmann repitió sus críticas al Pato Donald, mientras otros la emprendieron contra el contenido "pequeño burgués de Mafalda" y más de alguno debe haber sospechado sobre a quién picaneaba realmente el Pájaro Loco. Al final del encuentro, Onetti, quien había guardado riguroso silencio tomó la palabra para resumir su posición en una sola frase: "Puede ser que tengan razón, pero a la Pequeña Lulú no me la toca nadie".

No nos olvidemos de A day in the Life, Being for the Benefit of Mr K, y Within you without you ("We were talking about the love we all could share. When we find it to try our best to hold it there. with our love, with our love we could save the world ...if they only knew").

Un abrazo

Pancho Carreras

Anónimo dijo...

Manuel, te saludo y te cuento que soy uno más de los miles, creo, que nos identificamos con el dolor de las familias que sufrieron bajo el régimen de terror, y con mucho respeto, juntamos conciencias, junto a los mismos ideales...
Me parece muy interesante tu columna, aunque el álbum del sargento pimienta es sólo la punta del iceberg del fenómeno. Es un efecto y no la causa del posterior cambio en la música popular que ya venía desarrollándose.
No estoy de acuerdo en tu última frase y su uso.
Calamaro es la definición de la música comercial, pero de acuerdo a una figura similar: desde dentro de la música, en este caso de compositor (sí, no alcanza para trovador), el tipo da el giro comercial. Baste ver su verborrea musical que alcanza hasta producciones triples de canciones fáciles, poesía de secundaria, y mucha plata para financiarlo.
Bueno, sorry, hay gente que se deja engañar por Calamardo y asume su propuesta light de ritmo contagioso, vendiendo inconcientemente la defense de una estética con sentido al facilismo del sin sentido.
Saludos!