30 marzo 2007

Otro 30 de marzo



Siempre llega este momento del calendario que, aunque sabemos que volverá cada año, se deja siempre caer como un aguacero inesperado. Lo vivimos con sorpresa, como un cambio de ritmo de nuestro reloj biológico, como el cambio de velocidad de una bicicleta que se esfuerza por avanzar en un sendero más inclinado cada 30 de marzo.

No estás, y ese es el factum inapelable. Llaman mis amigos, llama mamá, me escribe mi hermana, pero tú no estás. Como cuando concluyó el amor de mi primera novia cuando tenía 13 añitos, y con el corazón en la mano te fuí a buscar en bicicleta a tu departamento, pero no había nadie. Y esperé, esperé y no llegaste. Y se me secaron las lágrimas, recuperé la tranquilidad y la dignidad de que hay que seguir no más adelante, pero solito, sin que estuvieras ahí.

Porque estabas otra vez escondido y en alguna reunión importante o dirigiendo alguna marcha, arriesgándote siempre al máximo, expuesta la fragilidad de tu vida ante la irracionalidad de la represión más racional y calculada que jamás ha conocido Chile y el continente. Y tomé mi bicicleta verde y desandé todo el camino, sin novia ya a quien llamar al llegar a casa, sin querer hablar de ese dolor que es perder una polola con mamá porque era tema de conversación entre hombres.

Y aprendí a afeitarme solo, a lustrar mis zapatos para ir al Conservatorio a dar mi examen de guitarra bien presentado, y para qué decir que aprendí los misterios del amor adolescente sin posibilidad de comentarlos contigo. Y no recuerdo que hayas estado para corregirme la forma de esparcer el betún, o que hayas escuchado cómo interpretaba a Fernando Sor en guitarra, y menos que compartieras conmigo cuáles fueron tus experiencias de joven enamorado. En el Chile de los ochenta siempre estuviste en otra parte papá, aún vivo.

Luchabas sin fin, organizabas sin descanso, no comías, no dormías, hacías y deshacías casas para mudarte por seguridad a otras. No fumabas pero llegabas con olor a cigarro por las largas reuniones. En el exilio viajabas por doquier a juntar recursos para la resistencia en Chile, impartías ánimos a los jovenes para que regresaran a su patria y no se perdieran en el lujo artificial y sin identidad del mundo llamado desarrollado, cantabas, jugabas a la pelota y al ping pong, estabas en todas partes a la vez. Cruzabas a Afganistán, Moscú, Finlandia, Grecia, Italia, Budapest, Estocolmo, Londres, Madrid, París, México, Cuba, Nicaragua. Y yo mientras estudiaba mi básica dando mis primeros pasos en las lecturas y ensayando mis primeros poemas, me subía a los árboles y gritaba cual Tarzán, cazaba abejas, mariposas y saltamontes de
alas de colores, juntaba láminas de grupos musicales, coleccionaba estampillas, vendía revistas para comprarme más libros y estampillas, me enamoraba y desenamoraba de mi profesora y tocaba guitarra, tocaba guitarra, tocaba guitarra sin fin, deshaciendo mi ser para alcanzarte en otra dimensión, más allá de la geografía de los puntos cardinales y el tiempo del reloj.

Como hoy, pero con la diferencia que finalmente llegabas de tus periblos como Marco Polo cargado de sorpresas, regalos e historia que compartías con nosotros acurrucados a ti desayunando en la cama. Y me traías nuevas estampillas para mi colección, y me regalabas discos de Zitarrosa porque ya habías detectado que me fascinaba su forma de tocar la guitarra, y revisabas mis saltamontes y contabas sobre tu infancia proleta cazando bicharracos en el sur. Y mamá te comentaba que me había caído de un árbol gigante y aprovechabas de decirme que una vez te quebraste la clavícula imitando a Tarzán. Y te sentabas conmigo a arreglar y amononar mi bicicleta, con la salía a conquistar húngaras bellas medias gitanas. Y por la tarde jugábamos hasta que no veíamos la pelota porque había caído la noche. Y nos tirábamos en trineo por los cerros
nevados, me hablabas de cuando fuese un poco mayor cómo debía afeitarme, qué me pasaría con las novias que llegara a tener, que supiere que pasara lo que pasara la tierra seguirá girando como dijo alguna vez Galileo. Y me contabas acerca Jorge Dimitrov, cómo fue digno al defenderse solo ante un tribunal nazi y demostrar su inocencia. Y mi pequeña biblioteca se llenaba con los libros que me traías...

Siempre estuviste ahí mi querido viejo. A tu manera, con tus tiempos y destiempos, con tus velocidades diferentes a la de las vidas normales. No estabas y estabas, te adelantaste a los hechos y dejaste guardado en el baúl de mi memoria material para llenar la bibliteca de Alejandría. Como si hubieses sabido que luego de tu regreso a Chile en 1982 solo te quedaban tres años de vida, y en esos tres años trataste de hacer caer a la dictadura organizando masas y masas de gente que hoy me escriben y te añoran con el mismo cariño con que yo te escribo y añoro.

Te tuve que compartir desde pequeño querido papá. Nunca fuiste plenamente mío, siempre fuiste de alguna manera de todos. Y eso me emociona hasta la médula espinal. Qué manera más curiosa de amar a un padre, papito. Te sigo queriendo y conociendo a través de los demás, y sigues formándome como ningún otro ser jamás lo podrá lograr. Tu amor infinito a la humanidad y a tu pueblo deshace mi pena de niño y recojo tu mano desde mi mano adulta, pero como el pequeño que te adora vuelvo a pensar en ti en este nuevo 30 de marzo en que ya no puedes volver con sorpresas desde tus viajes misteriosos.

Mañana te espero encontrar entre la gente, como lo dice tu nombre Emanuel.

¡Venceremos! Paz y amor (y rockandroll) como me sopla mi hermanita América desde Suecia.

Te amo, por siempre, estés donde estés, aunque sea en ese espacio interior que llamamos memoria. Besos.

Manolito.

10 comentarios:

Iris dijo...

leerte, sentir y sentirte, ¡cuanta intensidad!

tanta fuerza y hermosa fragilidad

Fernando Sor

Manuel, te acompaño, le hablé de tu padre a mi hijo de 13 esta mañana,

un fuerte abrazo, nada más

@micronauta dijo...

Últimamente me ha dado por rezar. Hoy de hecho, recé. Y tu y tu hermana están ahí, en mi alma, en lo que pido, en lo que agradazco. Y tu papá también. Siempre. Abrazos.

Carol Crisosto dijo...

Porque ese grano de trigo fértil sembrado y triturado
halló su propia cruz en esa entrega para testimoniarnos a través de la historia que el hombre se hace fecundo cuando lucha por el hermano que sufre aquel oprimido todo aquel que necesita liberación. Y que su muerte es resurreción para quienes les recordamos hoy. Cariños y besos de una niña vieja

Cpunto dijo...

cuando uno dice tengo un agujero en lo más hondo del pellejo y nunca nada podrá llenarlo, se siente tan de verdad al leerte,

Azraela dijo...

...lloré en silencio con tus letras...

clau dijo...

Hoy, a unos metros de distancia te observaba Manuel..nunca tuve la oprtunidad de conocerte, pese a que siempre me sentí cercana a tu historia..El pudor me impidió ir y abrazarte como hubiera querido, como hace años hubiera querido abrazar a tu padre Manuel Guerrero, a J. Manuel Parada y a Santiago Nattino. Sabes, hace 22 años tenía 17 y recuerdo como si fuera ayer cuando, en medio de estados de emergencia, nos golpeó la noticia del secuestro a las puertas del Colegio Latinoameicano...como casi sin poder creerlo luego nos derrumbó la barbarie de sus muertes.. Recuerdo que lloré sin parar, yo, que ni siquiera los conocía, sentí que con ellos nos arrebataban una parte más de nuestras vidas, de nuestros sueños, que la brutalidad y crueldad de la dictadura no tenía límite, que ese era un mensaje de terror para todos nosotros. Hoy, que parece que nuestros mayores temores son la inoperancia del transantiago, la mala calidad de la educación u otros, algunos(as) no olvidamos cuando (nosotros o los que queríamos) salíamos sin saber si volveríamos, cuando nuestros mayores y certeros temores eran la traición, la tortura o la muerte..así como tampoco olvidamos la fuerza de los compromisos y afectos de esos días, cuando sabíamos claramente contra qué luchabamos y cuánto sentido tenía todo eso..aquellos días en que nuestra vida no terminaba en nosotros, sino que eramos con y por otros.. Hoy día, conservamos la memoria, nos refugiamos en la escritura, intentamos compartir con los más jóvenes (como mis alumnos...soy profe, como tu padre) esos trozos llenos de memoria, dolor y sentido. Sabemos que siempre hay motivos porque luchar, aunque no siempre sepamos muy bien por qué..Hoy día 31 de marzo te vi (con tu rostro sonriente) por primera vez y me guardé el abrazo debido..El recuerdo y todo esto que ahora escribo se me vino a la cabeza y quise compartirlo contigo..desde el frío ciberespacio, te abrazo afectuosamente..
Claudia Drago

clau dijo...

pd:esto también lo escribí en www.peuma.unblog.fr para compartirlo contigo y con otros..cuando tengas un tiempito, te invito a visitarnos..Un abrazo

Claudia D.

Anónimo dijo...

La solidariedad a ti y a todos los desaparecidos del mundo desde un italiano de Caracas

Jaime Riva-Palacio H. dijo...

Manuel, sin duda alguna es uno de los escritos mas conmovedores que he leido. No pude evitar derramar algunas lagrimas; en algunos momentos me sentí tocado; eso ha de ser la memoria, porque algunos aún tenemos memoria, más aún quienes fuimos golpeados de alguna forma por esta etapa negra de nuestra historia. Gracias por compartir a tu padre y tus vivencias con la humanidad, esto nos sirve para educar a los mas pequeños, y que nunca más vuelva a suceder algo como esto.
Tambien ví las fotos en flickr, tambien me emocione hasta las lagrimas. Quedo con la sensación de impotencia y con la admiración de ver ese amor hacia tu padre y el dolor que has sabido conducirlo hacia la memoria. De veras que tu blog me remecio. Gracias, muchas gracias por tu trabajo, gracias por ser testimonio vivo de que no debemos dejar que nos quiten la memoria.
Un fuerte abrazo
Jaime.

luna dijo...

como olvidar a tu padre ,,nadie puede hacerlo en este pais ,,que emosion leerte ,mis lagrimas afloraron como ese dia negro que nos heredo la maldita dictadura ,un beso a ti ,a tu valiente madre y a tus hijos ....
tu padre vive ,,no lo dudes ni un momento ....