21 junio 2006

Autoridad sí, violencia no

Comparto con ustedes la siguiente columna de opinión que escribí y que fue publicada hoy Miércoles 21 de junio de 2006 en el diario La Nación, en la sección Tribuna.
un abrazo,
Manuel.
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TRIBUNA
“Autoridad sí, violencia no”

El poder jamás surge de la violencia, sino que emana del hecho de que personas se junten y procedan para lograr un propósito común. Es la concertación de hombres y mujeres lo que le resulta consustancial al poder, no la violencia.

Manuel Guerrero Antequera

El gobernar en condiciones democráticas pone a sus autoridades en el permanente desafío de valerse del ejercicio del poder de modo tal que éste no se agote en una acción individual, de expertos aislados por ejemplo, sino en generar condiciones que abran paso a la movilización de las capacidades de una pluralidad de personas, por ideas y valores comunes, que es lo que permite, en definitiva, “poder” cambiar la sociedad para mejor. Ser Gobierno democrático implica mucho más que elegir a un Mandatario en un rito que se repite cada cierta cantidad de años. Significa, sobre todo, poner en acto una concepción del poder como una capacidad que no pertenece a ningún individuo en particular, sino a grupos humanos que salen de su esfera particular para, mancomunadamente, emprender nuevos rumbos, ejercicio que debe venir facilitado por la autoridad legítima -el reconocimiento- que han de ganarse día a día quienes gobiernan para conducir, competente y responsablemente, estos procesos de cambio.

En efecto, de modo diferente a lo que a veces se piensa, el poder jamás surge de la violencia, sino que emana del hecho de que personas se junten y procedan concertadamente para lograr un propósito común. Es la concertación de hombres y mujeres -“la unión hace la fuerza”, dice el refrán- lo que le resulta consustancial al poder, no la violencia. Es más, la violencia no es equiparable al poder, porque el dominio por la violencia entra en juego precisamente cuando se está perdiendo poder. Y una vez utilizada la violencia en pos del dominio, su uso cobra su precio tanto en los vencidos como en los vencedores, toda vez que ella implica una crisis de poder, es decir, una en la capacidad para actuar juntos.

El ejemplo más palpable, triste y siniestro de ello fue el Gobierno militar y de la derecha chilena que ejerció sistemáticamente la violencia durante casi dos décadas en nuestro país. Dicho Gobierno fue dictatorial en tanto eliminó el nivel intermedio de la legalidad, volviendo el mandato de Augusto Pinochet en ley, suspendiendo el Estado de derecho e instalando un permanente estado de excepción. Fue, además, autoritario, porque las relaciones de poder que se establecieron prescindieron de los procesos de legitimación previos, destacando el uso de la fuerza, del terrorismo de Estado como el modus operandi principal. Tal régimen fue, a su vez, totalitario, porque mantuvo el monopolio de todas las formas y espacios de ejercicio del poder, imponiendo una ideología oficial incuestionable; una policía secreta terrorista, que combatía a grupos declarados “enemigos de la sociedad”; un monopolio de los medios noticiosos y de información, así como universidades, en manos directamente de los militares o de cuadros de ultraderecha designados, nunca elegidos, entre otros aspectos. Pero aunque resulte extraño decirlo, el régimen pinochetista fue extremadamente débil desde el punto de vista del poder y es por ello que tuvo que recurrir constantemente al uso de la violencia para asegurar su dominio, hasta que fue derrotado precisamente por el poder de las mayorías.

De modo distinto, un Gobierno democrático debe concebir al poder y la violencia como opuestos: donde uno domina falta absolutamente el otro. Como lo señaló alguna vez Hannah Arendt, la violencia aparece donde el poder está en peligro, pero confiada en su propio impulso acaba por hacer desaparecer al poder. Mientras la violencia está vinculada con la amplificación de la potencia humana mediante instrumentos de coacción, el poder debe remitir a la autoridad, que jamás la otorga la violencia, sino la rectitud, el trato justo, la escucha tolerante y la capacidad de actuar juntos compartiendo responsabilidades. Donde se perpetúa la relación amigo-enemigo, precisamente impera la violencia, lo que coarta los espacios de reconocimiento del otro y, por lo tanto, hace desaparecer el poder como capacidad de emprender juntos.

En nuestro Chile actual no cabe duda de que estamos cada vez más lejanos al modo de gobernar del pinochetismo. Prueba de ello nos la dan, por ejemplo, dos eventos recientes que sólo son posibles en democracia y bajo una concepción distinta de poder que el de la dictadura. El primero es el repudio público de la Presidenta de la República a la represión policial contra periodistas y secundarios que se registró durante las pasadas movilizaciones de estudiantes. Lo novedoso del suceso, lamentablemente, no es que se haya reprimido con violencia inusitada a manifestantes y reporteros gráficos, sino la condena abierta y decidida por parte de la principal autoridad del país a tales hechos, que calificó en la ocasión de “exceso, un abuso, una violencia repudiable e injustificable”, con el consecuente relevo de su cargo del prefecto de Fuerzas Especiales de Carabineros, el coronel Osvaldo Jara, debido a la violencia aplicada por efectivos de esa división contra los adolescentes y la prensa. La señal de condena a esta violencia, transmitida por cadena nacional, no es menor y debe ser valorada en toda su magnitud, porque pone una vara distinta para medir públicamente qué se considera tolerable y qué no en democracia en cuanto al uso de la fuerza para las propias instituciones a cargo de velar por el orden público. Ello sólo ha sido posible porque se tiene la convicción de que medidas de este tipo ya cuentan con el respaldo ciudadano que las avalan.

Otra muestra de poder democrático es la elección de Senado Universitario de la nueva Universidad de Chile. Se trata de una instancia triestamental, con participación de académicos, estudiantes y funcionarios, hasta ahora única en el país, que tiene atribuciones para definir las normas internas de la universidad, sus grandes proyectos y sus propuestas al medio nacional. Y este logro se debe, fundamentalmente, a la capacidad de actuar juntos que tuvieron los estudiantes de la Universidad de Chile que en 1997, luego de refundar su federación, presionaron para que se formara la primera comisión de carácter transversal encargada de repensar y generar un nuevo sistema de Gobierno participativo en la casa de Bello. En 1998 y 1999, se comenzó a escribir y se refrendó la propuesta de nuevos estatutos de la universidad, y en octubre de 2002 se eligió un primer grupo de representantes de la comunidad que hicieron la “marcha blanca” del Senado. Finalmente, hace pocos meses, se defendió la propuesta de la comunidad en su decisivo paso por el Congreso y la Contraloría General de la República, hasta que se consiguió su publicación en el “Diario Oficial” como Ley de la República, después de más de nueve años de intenso trabajo colectivo basado en el intercambio de argumentos y la movilización social que, sin necesidad de recurrir a la violencia, evidencian el poder, la capacidad de convocatoria y conducción que tuvieron los estudiantes junto a académicos, funcionarios y autoridades.

Muestras como éstas hay muchas más como también existe una gran cantidad de proyectos colectivos que no han podido resultar exitosos porque, sin duda, a nuestra sociedad aún le falta mucho camino por recorrer para que la acción humana concertada no violenta sea la columna vertebral de nuestro modo de convivencia en democracia. Sin embargo, para avanzar en mejorar las condiciones materiales de existencia de toda nuestra población y asegurar una vida digna para todos, no hay duda de que debemos continuar por el camino que nos muestran las experiencias de avance democrático, aunque tome mayor tiempo y trabajo conquistar mayorías conscientes, organizadas y participativas que producir efectos rápidos y espectaculares a través del uso de la violencia, que está condenada a ser efímera, pues solo porta la ilusión de que ejerce el poder, y como ilusión más temprano que tarde se desvanece irremediablemente en el aire.

8 comentarios:

Carol Crisosto dijo...

Cuando se nos habla sin violencia desde la paz de las palabras a luz de los hechos que nos hacen ver la realidad nos descoloca .Sin embargo, para avanzar y asegurar una vida digna para todos,
debemos seguir movièndonos sin caer en autoritarismos ni somemetimientos que son inconducentes para progresarenos.
La cuestiòn es que no sabemos dialogarnos en serenidad ; y que no asociamos culturalmente a recibirlo a priori por la historia comunitaria. Es tiempo de manifestar el querer dejar de ser intrasigentes , vivimos hoy una paz de carroñas que debemos aminorar para escuchar y atender desde la quietud todo esto que nos queja por estar ahogando toda expresiòn democràtica.
Cariños de gordi.

Montserrat Nicolás dijo...

Manueeeeeel,

ya te daré más opiniones opinantes, o armunetos argumentativos, pero hay algo urgente: Pascua Lama anulada!!!!!!!!

http://curvaspoliticas.blogspot.com/2006/06/urgente-pascua-lama-rechazada.html


De a poco.......................

Un besote

Anónimo dijo...

Estimado Manuel: me gustó mucho tu artículo: efectivamente violencia en democracia
es muy distinto a violencia en dictadura, y hay experiencias recientes interesantes,
como es el Senado universitario.

Sin embargo, creo que nos falta (y me incluyo) reflexionar también sobre
la violencia desde los sectores marginales y autoexcluídos, que tanto mal
le hacen a los movimientos y experiencias sociales: lo ocurrido en el Arcis
o en la Academia de Humanismo Cristiano (en la que una treintena de personas
se tomaron la universidad cuando el conflicto estaba pronto a solucionarse)
es una muestra de ello, pero hay sin duda muchas otras.

Cariños

Anónimo dijo...

Estimado Manuel,

Me pareció muy sensato y claro (y necesario) tu artículo sobre el poder. es
un tema que me ha preocupado desde hace bastante tiempo, pues experimenté el
poder desde antes de nacer, en el exilio de mis padres, hace muchos años ya;
en una Europa diezmada y humeante, lacerada, desorientada. Con los años, ya
adulta, pude comprender mejor el efecto devastador del abuso de poder, como
así lo conocieron muchas prsonas en Chile y en varios países de
hispanoamérica. El abuso de poder es para mí el sello negro del siglo XX.
Justamente, como tu dices, surge con su violencia cuando descubre que tiene
los días contados, como sucedió en Alemania, en Rusia, como está sucediendo
ahora en Estados Unidos. Manotazos desesperados para no hundirse, destellos
de locura y audacia, sospecha enfermiza, determinaciones arbitrarias e
insensatas. En las familias, cobra particular horror ante los golpes,
violaciones y asesinatos.

¿Qué podemos hacer? Pieso que es necesario recordar que hay una parte de la
sociedad (y no pequeña) que está pensando, creando, escuchando; un grupo de
seres humanos que a pesar de todo, actúan con el deseo de hacer una sociedad
más justa; hombres y mujeres que conservan la palabra inteligente y cálida,
que hacen el esfuerzo de ir a enseñar a escuelas pobres y carentes de
cualquier comodidad, com la escuela que reportó The Clinic pasado, en Playa
Ancha, donde unos pocos profesores se hacen cargo de niños tremendamente
dañados y carentes de amor y cuidados. Ese artículo me emocionó y me hizo
dar gracias a esos maestros que creen que esos niños merecen la oportunidad
que nunca alguien ha pensado en dársela para -ojalá- llegar a sr
ciudadanos, algún día.
Yo, por mi parte, escribo; escribo cuentos, teatro, ensayos... en mis textos
siempre hay alguien que narra con el alma envuelta en púas su historia de
dolor y muerte. Pero lo importante, también, es contarlo con humor,porque el
humor desestabiliza la gravedad y es lo que nos reconecta con nuestro lado
humano; nunca, aunque quisiéramos, recurrir al odio...

Un abrazo cariñoso

Anónimo dijo...

Estimado Manuel,
Leí tu columna en La Nación y ahora la volví a leer porque la encontré excelente y me interpreta. Gracias por tu contribución al debate público y felicitaciones por tu claridad.
Maria

Anónimo dijo...

violencia...poder....creo que mientras los gobiernos sigan apollando el
movimiento militar difisilmente la sociedad o la gente dejara de ejercer
medios violentos y anelar poder apsoluto para defender sus causas...mas que
nada pensando en el ejemplo que se le da a las nuevas generaciones, siempre
los militares an "defendido" a los mas poderosos especialmente a los
platudos y por lo tanto siempre an reprimido a los pobres y a los que no
tienen mayor influencia talves economica.
entonses no es raro que los cabros anden con cuchillos y ojala sus buenas
gargantillas de oro para sentirse alguien...es esfimera su felicidad
pero,lamentablemente no terminan muchas veces en un sillon asiendole
cariñito al nieto en la cabesa y diciendoles o pensando que hicieron mal en
su juventud si no van a la cana ,que es asquerosa por su poco o nada valor
terapeutico que tiene,o mueren. y asi...una piedra contra un tanque....
la violencia , el poder mal ejercido son ademas egoistas ,sin ir mas
lejos,si no me equivoco la ministra de exterior fue a haiti, quiso alludar
economicamente a ese pais ,en el cual los niños ya no saludan al que pasa
sino en ves de mover sus manitos y saludar se soban la guatita pidiendo
comida y se pasan la mano por la garganta pidiendo agua...todos dijeron
NO!!! como !? primero nosotros, asta los milicos que estan alla ya no allan
que hacer ya que sus armas no salvan vidas,no estan echas para eso.
creo que ya no se pueden ver los problemas en forma de pais sino (como dijo
el caballero que estaba en la playa,con el que fuiste a cuba) en forma
global, la solidaridad, el alludar es algo resiprocuo, uno lo quiera o no da
tambien veneficios propios ,siempre que uno lo aga incondicionalmente... el
alludar para mi no pude ser limosna,y si no es limosna deja de ser solo un
acto de caridad al que todos los ricachones estan acostumbrados,el alludar
es compartir es dar la mitad de lo que yo tengo y estoy combensida de que si
todos lo hicieran de esta forma se aportaria mucho a la justicia social,de
manera activa no solo en papeles y reuniones ...sin demereser los cambios
que se an logrado de esa forma,para mi la lucha social tiene que ir de la
mano con el travajo voluntario y el sacrificio tanto economico como de
tiempo,claro que para poder ejerser esto uno no puede estar metido en
creditos y encalillados porque entonses uno deja de ser libre tanto de su
tiempo como de su economia y creo que es alli una de las partes donde el
diablo metio muy bien la cola amarrando a la gente.para pagar tus deudas
tienes que travajar ,si travajas no tienes tiempo etc...etc
bueno hermanito te amo mucho y valoro lo que estas asiendo,nunca te alejes
de tus pequeñas mientras esten pequeñas y saludos a todos!!
te ama tu hermana america :0)

Unknown dijo...
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Pablo dijo...

Hola Manuel, llego un poco tarde a esta conversa, pero me parece un tema muy interesante. Tengo un poco la duda eso sí de cómo se compatibiliza este enfoque con el hecho casi axiomático de que el Estado es por definición el monopolio legítimo del uso de la fuerza (que en determinados casos es violencia, legítima por cierto, pero violencia al fin y al cabo). El punto es, si se aspira a gobernar la sociedad, cómo sustrarse de este hecho. ¿Disolver el Estado? Útopico a mi parecer. ¿Contrarrestar la violencia estatal con la "violencia popular"? Infecundo y demasiado costoso, a mi juicio. ¿Asumirlo como un hecho, pero procurar poner coto y definir socialmente lo que es considerado legítimo en el uso de la fuerza? Creo que por ahí va el camino.