12 marzo 2011

[Huellas que sigo] Marlon Brando


Me inspira el talento teatral, personalidad y compromiso de Marlon Brando. Como efecto de la intensa labor política que desarrolló mi padre en pro de la solidaridad con Chile durante nuestro exilio en Hungría, tuve muchísimo tiempo de ausencia de él durante los meses de clases y los fines de semana. Mi madre hizo lo posible por cubrir estos espacios con actividades creativas y formativas, por lo que participé, desde los siete-ocho años, en equipos de atletismo, clases de guitarra clásica, campamentos de pionero, excursionismo en el bosque, clases y campeonatos de ajedrez, coleccionista de estampillas y saltamontes de colores, patinaje sobre hielo, karate, lectura de literatura universal... Un sin fin de actividades que me enriquecían como persona en formación, pero que desde luego no llenaban la ausencia persistente de mi padre, por sus viajes, congresos, activismo.

Apenas aparecía, con mi hermana América le sacábamos el jugo, y lo pasábamos increíble. Lo gozábamos entero, pero luego siempre había algún nuevo evento, alguna situación urgente que resolver: la dictadura feroz en Chile estaba instalada en su cotidiano, y luchaba incansablemente porque ella terminara. El núcleo familiar lo apoyábamos con todo, mi madre en especial, pero la ausencia es material, no simbólica, y los espacios en blanco en el día a día del colegio, las tareas, muestra de logros en guitarra, karate, ajedrez, etc., eran reales.

No me quejo, es la existencia que me tocó, la historia en medio de la cual ocurrió que tuve que crecer, y afortunadamente conté siempre con un entorno de amigos maravillosos que han actuado, hasta hoy, como colchón afectivo con el cual compartir, apoyarse, crecer.

Es así como solo, o con mi amigo Pablo cuyo padre también estaba ausente -mucho tiempo después supimos que había sido víctima de la dictadura de Pinochet-, nos acompañábamos en todas estas peripecias de vivir a vida intensamente, desde cada una de las posibilidades que la sociedad húngara nos ofrecía. Solitos cruzábamos en tranvía o en bus de un lado a otro de Budapest, y veíamos la cartelera completa de cine. Con menos de diez años vimos de todo, y las películas nos trasladaban a países y mundos lejanos, nos ofrecían imágenes de personajes en los cuales inspirarnos y vivir aventuras que luego reproducíamos en nuestras plazas de juego o en la escuela. Alain Delon, haciendo de El Zorro, y Marlon Brando, en Viva Zapata, actuando como el líder revolucionario, me fascinaban.

En la adolescencia en Chile pude conocer el resto de la filmografía de Marlon Brando. Mi tío Máximo, con quien viví algunos años mientras terminaba la enseñanza media en la RDA, me ayudó a redescubrir a este actorazo. La pasión por el cine del tío Máximo era muy semejante a la mía: en su infancia mi abuela debía trabajar duro para mantener a una extensa familia, mientras mi abuelo se dedicaba a labores de literato y bohemio revolucionario. Por ello lo dejaba en una sala de cine durante el día, donde él se hizo de una cultura fílmica impresionante.

Más tarde en Suecia, mientras estudiábamos teatro, pude valorar la tremenda actuación en Un Tranvía Llamado Deseo, y en cómo Brando inspiró la actuación de Paul Newman, James Dean (que prácticamente le imita todo) y Robert de Niro. Vimos cómo trabajaba sus personajes en el Actor Studio, su enfoque personal del método de Stanislavski, su rechazo al Oscar por su desempeño en El Padrino, por su compromiso con las causas de los derechos civiles de los pueblos originarios de Norteamérica y los afroamericanos, siempre caricaturizados por Hollywood.

Poco se sabe de que es uno de los fundadores, en 1959, del grupo antinuclear SANE junto a Harry Belafonte. En agosto 1963, codo a codo con el escritor afroamericano James Baldwin, participó en la marcha histórica sobre Washington en defensa de los Derechos Civiles, al tiempo que se manifestó en el Sur con Paul Newman y los Freedom Riders contra la segregación racial. En 1964 se unió a la causa de los amerindios y fue un soporte y financista de los Panteras Negras de Malcolm X. Su rechazo a las convenciones de Hollywood, a no pescar la fama y dedicarse a lo que lo apasionara siempre me merecieron respeto y admiración.

Y un detalle fabuloso: ser fuerte no tiene porqué implicar perder la sensibilidad. Y parte de ella se expresaba en Brando a través de su amor a los animales, especialmente a los gatos, tal como en Julio Cortázar, y este humilde servidor, que comparte la pasión por estos bellos seres, autónomos e inteligentes.

¡Viva Brando, viva el teatro, viva el buen cine y vivan los gatos!

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