Una bella entrevista reciente a la escritora de relatos infantiles Irene Vasco, que aborda historias complejas sobre la violencia en América Latina, la relación entre memoria-recuerdo-presente, historiza la actualidad de los niños/as, para que la puedan comprender y transformar.
En esta entrevista se abre a contar cómo escribe, el rol del lector imaginario y cómo la escritura es su forma de exorcizar los fantasmas que se le van acumulando en su interior. ¡La recomiendo!
Slds, Manuel.
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La autora platica con CulturaMX sobre su más reciente libro, Mambrú perdió la guerra,editado en México por el FCE
Mambrú perdió la guerra es el título de su más reciente trabajo publicado en México por el Fondo de Cultura Económica. En él narra las anécdotas de Emiliano, un pequeño al que el destino sorprende un día en el que, sin mayores explicaciones, lo llevan a vivir a casa de su abuela, donde, en compañía de su perro Mambrú, se enfrenta a un contexto muy propio de América Latina.
“Sencillamente quería retratar a un joven desde diferentes perspectivas”, explica la autora, quien confiesa que también deseaba hacer un homenaje a las mujeres mayores, en especial a su madre, como ejemplo de fortaleza, de sabiduría, de transmisión de la cultura.
Para Irene Vasco, los pueblos latinoamericanos en general y el colombiano en particular, “viven en medio de una guerra permanente desde la época de la Conquista”, guerra de la que ella es testigo. La autora de Conjuro y sortilegios, Paso a paso y Las sombras de la escalera asegura que revisar sus cuadernos de notas sería como “repasar la historia contemporánea y cotidiana de una nación”.
¿Cuál es el origen de la trama en Mambrú perdió la guerra?
Tanto he escuchado, tanto he visto el dolor de las poblaciones vulneradas, que de alguna manera he tenido que exorcizar los fantasmas que se han acumulado. Mi forma de exorcizar es escribiendo, poniendo en orden sentimientos, emociones y vivencias.
El arte, la literatura en particular, me permitió poner en palabras simbólicas lo innombrable. El ejercicio de escribir Mambrú perdió la guerra fue una especie de catarsis después de años y años de estar cerca de las comunidades. Por supuesto, aunque lo que narro es ficción, se basa en las vivencias de miles de víctimas anónimas. La novela recoge anotaciones de mis bitácoras de viajes y proyectos: una historia por aquí, otra por allá, las lágrimas de una abuela en un pueblo, la alegría de una madre en otra parte…
¿Por qué enfrentar a los jóvenes y niños a textos con temáticas fuertes como la de este libro?
Cuando escribo es porque tengo algo que necesito contar. Pienso que los niños y los jóvenes están bombardeados por noticias sin filtro. A través de una narración ordenada pueden aproximarse a los hechos, hacerse preguntas, buscar respuestas o simplemente plantearse inconscientemente dilemas existenciales, a veces sin respuestas.
En el relato, los álbumes fotográficos son de importancia para la relación entre el personaje del joven Emiliano y su abuela, ¿qué valor emocional tienen para usted las fotografías personales?
Una buena forma de iniciarse en recorridos nacionales podría ser “leyendo” los álbumes familiares, donde se encuentran lugares como la estación de tren desaparecida, los primeros aviones, los monumentos de héroes y otros iconos donde las personas solían tomarse las fotos. Tirando de los hilos de estas fotos, la historia de las regiones puede rehacerse y los niños pueden aproximarse al pasado sin sentir que están en una clase aburrida. Ojalá los profesores de sociales utilizaran con más frecuencia este recurso.
Por mi lado, me he dedicado a contarles a mis nietos los hechos familiares. Los álbumes se han convertido en una hora de cuento muy íntima, muy especial. Ver a sus padres cuando eran niños, ver a los abuelos en casas desaparecidas, conocer las calles tranquilas de su caótica ciudad, oír nombres con pronunciaciones extrañas en parajes lejanos, les encanta… y yo lo disfruto enormemente.
¿Cómo se desarrolla el trabajo entre usted y Daniel Rabanal? ¿Cómo lograr conjuntar las ideas de la escritora con las del ilustrador?
Daniel y yo hemos hecho varios libros juntos, en los que hemos tenido que trabajar como equipo. Sin embargo, en Mambrú no tuvimos contacto. Fue una sorpresa para mí cuando supe que él estaba ilustrando mi texto. Daniel se fue de Colombia a Argentina hace dos o tres años y no hemos vuelto a conversar. Voy a buscarlo para que me cuente más sobre la experiencia con mi libro. En todo caso estoy muy agradecida. Daniel hizo un maravilloso trabajo recreando, dando vida, enriqueciendo mi narración.
¿En qué o en quiénes piensa cuando crea los personajes de sus historias?
Usualmente tengo un lector virtual a quien me dirijo. Así puedo establecer un código, una tonalidad. Si escribiera en abstracto, no tendría con quién dialogar. En el caso de Mambrú, les escribía a mis dos nietos, Emiliano y Jerónimo, que tienen ocho años y son grandes lectores. Ya ellos están leyendo el libro que me llegó hace poco. Estoy esperando sus reacciones. Son los mejores jueces.
Más que provocar a los lectores, busco liberarme de fantasmas que se me atraviesan y no me dejan en paz hasta que los pongo en el papel. Si atrapo la atención de los niños, despertando emociones y preguntas, siento que logré hacer un buen trabajo. Escribir es eso: comunicarse consigo, comunicarse con los otros.
¿Qué tanto de autobiográfico hay en Mambrú perdió la guerra?
Realmente no he vivido situaciones dramáticas en carne propia a pesar visitar con frecuencia territorios muy violentos, donde los grupos económicos y sus sicarios mantienen a las comunidades aterrorizadas. Oigo lo que me cuentan en voz baja, como misterios que no se pueden revelar. Guardo las palabras, las siento resonar. En este sentido, podría decirse que es autobiográfica la narración. La abuela se parece a mí… hasta cierto punto. ¡Nunca aprendí a montar en bicicleta!
¿Se considera una pionera respecto a las temáticas que aborda en sus libros?
Los hechos violentos en América son referentes permanentes en la literatura para niños, jóvenes y adultos. Las desapariciones de la época de las dictaduras en los países de sur, por ejemplo, son parte fundamental de las colecciones infantiles y juveniles. No hay temas tabú, sólo hay maneras de contar, aproximaciones simbólicas a lo que tanto nos duele en la vida real.
¿Sobre qué nuevos proyectos trabaja?
Quiero continuar con la serie de historia, geografía y cultura de Colombia. Lo he asumido como una responsabilidad que me gusta mucho. Ha sido el trabajo más difícil que he emprendido. Todo lo que no me enseñó la escuela ahora lo voy entendiendo. Mientras recorro lugares extremos del país en un programa llamado Fiesta de la Lectura, promovido por una institución del Estado, hago vínculos entre el pasado y el presente y veo que lo que se vive actualmente es una continuidad que viene desde la Conquista, atraviesa la Colonia y la Independencia hasta nuestros días. La guerra, la posesión de las tierras por unos pocos, la desigualdad, están profundamente arraigadas quién sabe hasta cuándo.
Mientras entrego hermosos álbumes a niños pequeños y a madres comunitarias, reflexiono sobre la participación social que queremos propiciar formando lectores desde la primera infancia. Quisiera escribir sobre estas experiencias y búsquedas. También tengo una historia de una joven cirquera dándome vueltas en la cabeza. Eso sí, me falta tiempo para hacer tanto. ¿A qué hora escriben los otros autores? Si alguien tiene respuestas, aquí las espero…
FUENTE: CulturaMX
Lunes 17 de septiembre de 2012 / Entrevista No. 296
Entrevistada por Jonathan Saldaña
México / Distrito Federal
Más info: Fondo Cultura Económica
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