06 junio 2007

Fantaseando con ayuda del tío Walt

¿Quién, siendo niño, no ha soñado alguna vez con ser Peter Pan? ¿O al menos conservar aquella eterna infancia-adolescencia donde las responsabilidades se esfuman y todo es un eterno placer por el placer, deseo por mantener el deseo, como un fuego que jamás se consume? Es el sueño que sueño despierto ahora. Salir al mundo y gritar a los cuatro vientos que la amo perdidamente, que ojalá pudiera vivir desde su cuerpo, respirar pegado a ella, hacerle el amor si horizonte de tiempo alguno, sin vergüenza por toparnos en la calle y arrojarnos al primer banco de un parque y desnudarnos lentamente para colaborar con el calentamiento global del planeta, pero desde el ardor de tocar su hombro, adivinar su pecho tras la polera, quedar congelado ante la comisura de su labio, y derrochar savia viva, jugos galácticos, sangre blanca en la tierra, para crezca un comunismo desnudo, siempre nuevo y actual, sin memoria por una vez, página en blanco al fin, para ser llenada de otro modo, de otra manera, desde su cadera, su tobillo, su lengua esquiva. Tal vez el Mesías aparezca por esa abertura misteriosa que no me atrevo a tocar, para conservar este momento de intensidad sin nombre, sin amigos, sin colegas, sin camaradas, sin padres ni hijos, solos nosotros, volviéndonos ritmo, cadencia y silencio, síncopas locas, melodías atonales, guturales, primitivas, básicas, post o retroilustradas, originarias, primitivas. Tierra, moléculas, sistemas acoplados, interdependientes, autónomos, autológicos y autorreferentes, recursivos, pegados en una misma nota, en un mismo espacio, en un eterno instante, sin universo, sin Dios ni ley, sin historia ni evolución, sin los tuyos ni los míos. Muero en tí mi vida. Quiero ser tu Peter Pan por los tiempos de los tiempos, amén.


Pincha en la lámina si quieres conocer más de cerca la maravillosa orgía a la que nos invita el dibujante Wally Wood en homenaje a Walt Disney. Ay, Campanita...