20 marzo 2007

[Algo sobre mi padre] El Manuel y la Vero


Pocos meses antes del triunfo presidencial de Salvador Allende, mi papá se casó con la estudiante de pedagogía Verónica Antequera, mi madre, con quien, al poco tiempo, tuvo a su primer hijo, que soy yo. Mi padres se descubrieron al calor de las actividades políticas que se realizaban a fines de los años sesenta con ocasión de las protestas contra las guerras imperialistas y los latifundistas, y a favor de la causa de los trabajadores. Mi papá, viniendo de una familia de extracción proletaria con profunda conciencia social, no tuvo inconvenientes en acercarse a mi mamá, cuya familia era de clase media más bien acomodada. Esta diferencia de clase, sin embargo, no pasó desapercibida y dio pie para más de alguna sorpresa que mis abuelos maternos tuvieron que aceptar por amor al nuevo yerno.

El día del casorio, por ejemplo, en Santiago los microbuseros se habían ido a paro general, por lo que mi papá debía cruzar, desde la popular comuna de Maipú, toda la capital para llegar al registro civil de la comuna de Independencia, que es donde se realizaría la ceremonia civil. Mi viejo iba muy elegante, de camisa y corbata, y tras esperar angustiado que algún bus lo recogiera, trató de avanzar algo caminando, pero la distancia era mucha como para recorrerla a pie y llegar a tiempo. De pronto, un camión de la basura se detuvo en la esquina en la que mi viejo esperaba que apareciera algún vehículo de locomoción colectiva que lo pudiera llevar. El copiloto del camión miró hacia afuera y le preguntó a gritos que porqué iba tan pintoso y mi papá le respondió la verdad, que se iba a casar y no tenía como llegar al registro civil. Acto seguido, entre risas y bromas, los trabajadores lo desafiaron a que si era gallito como para irse con ellos hasta el lugar mismo de la boda, lo que mi papá les agradeció como si hubiesen sido ángeles enviados del cielo. Así es que se subió al camión y juntos llegaron raudos a la hora en que comenzaba la ceremonia, ante las risas de mi mamá y la sorpresa de su familia.

Durante el Gobierno de la Unidad Popular, el Ministro de Educación designó, por su experiencia de dirigente estudiantil, a mi papá a cargo de la Organización Nacional de los Trabajos Voluntarios, desde donde coordinó, junto al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el general Carlos Prats, el viaje de 55.000 jóvenes voluntarios al sur del país, que ayudaron a construir y levantar, entre otras obras, la línea férrea de Cabildo. Desde tal posición de autoridad mi viejo estuvo involucrado en la organización de una actividad muy hermosa, que fue abrir el Teatro Municipal de Santiago, símbolo de distinción de la alta aristocracia criolla, para que los sectores populares pudieran disfrutar de su programación de ballet y ópera, y consiguió, además, que los representantes de la Nueva Canción Chilena -como Victor Jara, Inti Illimani y Quilapayún-, junto a los de la Nueva Trova Cubana –como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés-, cantaran por primera vez en aquellas elegantes salas para un público repleto de entusiastas jóvenes trabajadores.

Tras el golpe militar de 1973, mi papá que muchos se vió obligado a vivir en la clandestinidad, asumiendo, tras el asilo forzado de la secretaria general de las JJCC, Gladys Marín, y la desaparición, en Marzo de 1976, del cuñado de mi viejo, el artesano mueblista José Weibel Navarrete, la dirección nacional de aquella juventud política. Todo ello conllevaba muchos peligros, pero a pesar de ello, mi padre no dejó de hacer clases y de mantenerse junto a nosotros. Si bien nos vimos obligados a cambiarnos de comuna constantemente, como medida de seguridad, lo que implicó el cambio de varios de mis colegios en primero básico, mi viejo siempre se las jugó para mantener a su familia unida. Ávido lector de Neruda, aprovechó cada momento de descanso en que podía detener su intenso trabajo político, en aquellos años en los que mes a mes iban desapareciendo los amigos de su generación, para continuar cultivándose y no dejarse desfallecer. Mi papá era un convencido de la importancia del estudio constante, pues de otro modo, me decía cuando era un poco mayor, no había forma de poder comprender las cada vez más cambiantes circunstancias de la historia, la sociedad y el mundo en general. Mi viejo era de una firmeza de principios inclaudicable, a tal punto, que muchas veces se me llegaban a erizar los pelos ante sus comentarios.

Amaba profundamente a mi madre lo que dejó registrado en una hermosa carta que le envío en el periodo de la clandestinidad: Recuerdos de amor

4 comentarios:

El Oscar dijo...

Manuel,la carta es un canto a la inmortalidad de los ideales políticos al servicio de los marginados por la historia.Junto a mi compañera haremos un brindis con calor humano por tu padre.Saludos desde Talca con olor a amaranto

Anónimo dijo...

Mi primer impulso fue escribir un montón de cosas, y ahora... simplemente no puedo, no me resulta, no me sale nada; demasiadas emociones se me atascaron en el pecho y solo quisiera poder abrazarte.
...En una de esas, me atrevo a bailar con los Manueles en la fiesta, y te entrego este abrazo que hoy me sobrecoge el alma.

-Pame-

Anónimo dijo...

Acabo de leer un mail que llegó a mi casilla, una invitación para el 31 a recordar quienes somos y a demostrar que queremos avanzar, pero sin olvidar. EStoy muy emocionada con lo que leí... y cómo si eso fuera poco, me encuentro con este blog que me desarmó... esa maravillosa carta... se me revienta el pecho y quiero decir que somos muchos los que aún sentimos y no pararemos de hacerlo hasta morir, se me atravisa algo en la garganta.
Pao K.

Anónimo dijo...

Cro, he leido su blog asiduamente y recibi sus email.
Espero verlo en el acto y asi poder comprometer a muchas más personas en el acto de mantener viva la memoria de personas como tu padre y muchos compañeros que fueron reprimidos por la dictadura.

Me tome la libertad de postear tu invitación al acto en la pagina web de nuestro nucleo politico, al cual te invito a visitar, www.jsmr.cl.

Abrazo fraterno.
Atte.

Daniel Escobar.