En la discusión generada por la iniciativa de legalizar el aborto terapéutico, las matronas que trabajamos en los hospitales, clínicas y consultorios de Santiago apreciamos nuevamente que la polémica surge desde el error de opinar desde la mera abstracción, con una gran indiferencia por el dolor que viven muchas mujeres que enfrentan uno de los más duros dramas humanos.
Los personajes -normalmente varones- que enarbolan sus principios éticos para bloquear toda salida a las madres que claman por una solución a la tragedia que están viviendo deberían acercarse a un centro asistencial para que conozcan la real dimensión del problema del que se erigen como jueces implacables. Las matronas acompañamos a esas madres felices y ansiosas por la llegada de su hijo, en el durísimo momento en que se enteran de la demoledora noticia de que al ser amado que llevan dentro nunca lo verán con vida. La mantención a la fuerza de ese feto inviable en el vientre materno no sólo constituye un riesgo físico para la paciente, sino que sobre todo psicológico. Con el paso del tiempo aumenta la conexión madre-hijo, e inconscientemente la mujer desarrolla esperanzas que en realidad no tienen ningún destino, con lo que el fatal parto resulta aún más doloroso para su alma. Otras mujeres que tienen graves afecciones, como las cardíacas o las autoinmunes, viven el drama de que si bien el feto es viable, el embarazo no lo es, y su enfermedad base experimenta un serio deterioro que a veces puede terminar con su vida.
La verdad es que decepciona ver a estos señores que rechazan siquiera abrirse a debatir el tema, que no sean capaces de tener la menor empatía con un sufrimiento que por cierto ellos nunca padecerán. El argumento de rechazar el proyecto formulado sobre aborto terapéutico porque "estoy a favor de la vida" resulta incomprensible. Se preocupan de la vida de un ser que lamentable, pero irremediablemente, no sobrevivirá al nacer, y les es indiferente lo que le pasa a la madre, que sí está viva y le queda mucho por vivir.
Patricia Durán
Presidenta Colegio Metropolitano de Matronas
Fuente: El Mercurio
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