Otro 11 de septiembre se nos sobreviene, y por esas cosas del calendario cae precisamente un martes, como aquel martes de horror en que vivimos la masacre, como cantan Los Tres, sin saber porqué. Y como cada once, cargaremos luces en el mar y echaremos agüita a estas flores para que no se sequen.
Pero aún más: renovamos el compromiso, desde el recuerdo de las vidas concretas de aquellas personas, conocidos y anónimos, que intentaron dar ese salto de tigre en la historia de Chile que fue el gobierno del Presidente Allende. Y el recuerdo de nosotros, las nuevas generaciones, los hijos e hijas, nietos y nietas de aquellas personas hermosas, lo hacemos desde la búsqueda persistente de convertirnos en herederos de sus intentos.
Y los recordamos no desde el pasado, sino desde lo que con sus breves vidas de lucha social y familiar fueron capaces de abrir. Algo que en algún momento vendrá a nuestro encuentro, si somos suficientemente sensibles y responsables para exponernos a su testimonio y acogerlo como ellos hubieran deseado y a nosotros nos parece justo: persistir por una sociedad más humana, libre y justa. Porque entrar en posesión de una herencia implica asumirla y darle una nueva apertura hacia el futuro, y no ir a la zaga tomando nuestra orientación del pasado. De lo que se trata es de apropiarnos productiva y creativamente de sus luchas para proyectarlas, desde nuestro propio quehacer presente.
Ojalá nos veamos a la noche en el Estadio Nacional, cargados de velas, memoria, pero sobre todo, futuro presente en lucha amorosa y creativa.
Abrazos, Manuel.
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