05 septiembre 2007
En la corte del rey purpura
Conocí al grupo King Crimson a los 14 añitos en 1985, a propósito que un amigo rayó con su dedo en el cielo del living del departamento donde vivíamos -que estaba lleno de polvo por un terremoto que hubo en Santiago en marzo de ese año-, la frase "Welcome back my friends to the show that never ends". Sentados miramos hacia ese larguísimo texto al lado de un montón de nombres y palabras cortas que otros amigos ya habían escrito, como "soy papá!" que había anotado César cuando tuvo a la Montse.
"Qué chucha escribiste Pancho?!", tronó alguno de los amigos con el rostro hacia arriba como si estuviera en un planetario. "¿Qué significa eso?", pregunté porque mi spanglish no daba para más que open the window y this is a pencil. "Es la letra de una canción que canta en un concierto Greg Lake, de los Emerson, Lake and Palmers. ¿Sabían que antes fue vocalista de los King Crimson?". Nos miramos medio aturdidos por tanta información que debía ser de todas maneras imperialista. "Los Emerson, Lake and Palmer, esos que tocan tananana ta-nanana, tananana ta-nanana", imitó el Panchocu la melodía que ahora sé se llama Hoedown y que es de Aaron Copeland, padre de la música nacional norteamericana. "Ah, ellos", exclamamos, como si supiéramos.
Días o semanas después estuve en alguna reunión en la casa del Pancho. Y en su pieza había pintado un enorme rostro de un hombre en rojo, con unos tremendos ojos de espanto y la boca abierta hasta mostrar las amigdalas. "Oye, qué buen dibujo", le comenté, "¿Lo inventastes tú?". "No", dijo el Pancho, "es la carátula de un disco de los King Crimson". "Ah, que choro" fue lo único que dije, pero ya con el bichito incubado de que tengo que conocer a esos gallos que aparecen en todas las conversaciones del Pancho. "¿Tienes algo de ellos?". "Ahora no, pero te puedo mostrar un disco de los Emerson, Lake & Palmer". Escuchamos In the Beginning, y un triple en vivo, donde Greg Lake en solo con guitarra acústica canta un trozo del bello Epitaph de King Crimson, me orientó el Pancho. "Confusion, will be my epitaph" se me quedó grabado para el resto de life, por su melodía y por la tremenda lucidez de su contenido.
Las cosas se aceleraron políticamente en Chile, y a los quince tuve que salir del país, con la nariz quebrada a manos de un grupo que luego de golpearme me amenzó de muerte si seguía "transmitiendo". Yo era dirigente estudiantil y me movía mucho exigiendo justicia por el asesinato de mi padre ese mismo año 1985. Previo a mi salida en julio de 1986, alojé varios días en la casa del Panchocu. Ahí conocí toda la discografía de Yes, The Police, ELP, y el album Discipline de King Crimson lo oíamos una y otra vez.
Ya en Suecia en 1986, en el puerto de Gotemburgo, salía a dar interminables paseos por unos parques cerca de la biblioteca comunal. Un día, sin manejar una pizca de sueco, me atrevía a entrar a la biblioteca, donde fuí extremadamente bien atendido por unas señoras que pareciera me estaban esperando: junto a la sala de lectura me mostraron que había un cuarto, amoblado con sillones de cuero color amaranto. Sobre cada uno de ellos habían audifónos y uno podía elegir un disco de un catálogo de vinilos, y lo podías oir completo, sin pagar un céntimo.
No lo podía creer. Me arrojé al catálogo y ahí estaba todo el universo del jazz y el rock del mundo. Qué escucho, cuál elijo... Compulsivamente pasé las hojas plástificadas, que incluso traían una pequeña impresión de las carátulas de los discos. Y ahí estaba. El rostro del hombre atormentado en rojo del cuarto del Pancho. Con los ojos desencajado con la lengua al aire, como si fuera mi propia alma la que me miraba desde el catálogo. "Ese", le indique como un niño a la amable sueca, quien sonrío, sacó el disco con suavidad, lo limpió y colocó en un tornamesa antiguo. Luego me mostró el sillón con los audifónos que debía escoger.
Me ubiqué, con el estuche del disco en mano, subí el volumen y oí al "hombre esquizofrénico del siglo xxi" con los más bellos temas que jamás había tenido memoria de conocer... Una batería limpia de Michael Giles, la guitarra de otro planeta de Robert Fripp, creo que oí incluso clarinetes bajos y flautas traversas, en fin... Y, claro, Greg Lake cantando su confusión en Epitaph. Pero sobre todo, la Corte del Rey Púrpura, con el tema principal que vuelve en un eterno retorno. Como el que yo soñaba gracias a los King Crimson para agradecerle algún día al Pancho Rojas ese rayado en mi techo, ese amor desprejuiciado por la buena música, y su amistad a toda prueba.
Ahí estuve muchas veces, en su casa. En la corte del rey púrpura.
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3 comentarios:
Manuel: mira en esta entrada de mi blog Ecosofía, donde reconozco tu incansable lucha por los derechos humanos...
http://ecosofia.org/2007/09/premio_al_blog_solidario.html
No soy ninguna autoridad al respecto, pero si te agradezco sinceramente por entregar tus reflexiones abiertamente en tu blog.
un saludo cordial,
Que portada no !!!!!!!
Que buen relato! Abrazos!! =)
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